Entrega a mano: preámbulo

Especial para En Rojo

Los libros que comentaré en esta columna de“En Rojo” son importantes, sobre todo, por el vínculo, la energía y la promesa que conllevó su entrega a mano o por correo, a veces. Su entrega fue otra forma de la dedicatoria al depositar directamente en mis manos su lectura. Ello representó un modo, creo, de aplazar una conversación futura. Sobre todo, presagió un tiempo del después mientras esa entrega reposó sobre la mesa o el estante. Todo libro regalado queda a la espera. El silencio enmarca un acto que tiene algo de sublime y de potencia.

En la teoría de los contratos, entregar una llave implica la transmisión simbólica de una propiedad, además del derecho erga omnes (sobre todos los seres humanos) de intervenirla desde el dominio, aunque un dominio diferente, un dominio otro. Un libro que se entrega tiene algo de eso, depositar en el (la) recipiente ese objeto cuya materia (páginas, lomo, portada) oculta su real inmaterialidad (el pensamiento, el afecto, el imaginario todo). La entrega de lo intangible es una paradoja. Es intangible precisamente porque se entregan los pensamientos, los deseos, los afectos, la promesa, enmascarados bajo una forma material. Un libro, la música, el dibujo, son los intangibles más bellos. Así, imaginarlos o intervenirlos mediante la lectura constituye un necesario acto de reciprocidad. Estas lecturas aspiran a completar ese ciclo que siempre queda abierto ante quienes deseen continuarlo. En toda entrega, mas no en un contrato, hay siempre un excedente que queda como deuda. Este es mi modo de reciprocarlo.

En estas páginas futuras apuntaré algunos pensamientos escritos en reciprocidad del gesto que fue el regalo. De esos momentos, que han sido muchos, lo que más recuerdo ha sido la sinceridad y la belleza de esa entrega. Son muchos los años que han pasado, en algunos casos, pero me embarga el deseo de regresar a ellos, a la amistad y la energía que aún guardan, y compartirla.

22 de enero 2022. (sábado)

Entre las traducciones y la música de Belén Ojeda

Días de solsticio y Graffiti y otros textos

Cuando una lee estos poemas de Belén Ojeda (Caracas, 1961) se advierte que cada vez más siguen abreviándose, pero no desaparecen. Más bien, siguen latiendo. Es una inclinación que se advierte en la voz poética, que se dirige hacia la supresión de lo innecesario y cuyo efecto es destacar el silencio que rodea a la palabra. Así, lucen sobre la página líneas solitarias y en el resto figura lo blanco. Sin embargo, no solo sobre la imagen visual que es toda página se perfila el silencio. También se nota en el comentario cáustico, fulminante, irónico. Una situación, un personaje, una vivencia, de súbito, devienen rayos, sorpresas, flechas, que nos indican una ruta. El título mismo de Graffiti y otros textos (Monte Ávila editores Latinoamericana, 2002) nos sitúa en otra dimensión: una superficie heterogénea usualmente urbana y sobre todo, pública, al lado de la que pasamos rápidamente en nuestro trayecto cotidiano. Las letras en un graffiti son realizadas a mano, sin esténcil, y nos sorprenden por funcionar a modo de un impromptu sobre la rutina de los días. El color, la tipografía, la sorpresa, forma parte de ese nuevo entorno que crean a su alrededor para llamar la atención.

Esta estética es la que sustrae la poeta venezolana Belén Ojeda del hecho mismo que es la inscripción grafitera para ubicarla en la página convencional del libro. Hay algo de la estética noir en el acercamiento, el tono con que aspira a que nos acerquemos se halla en la portada: la fotografía de una figura de perfil que destaca sobre las primeras planas de unos periódicos franceses. Congrega el libro diversas texturas, casi exclamaciones, poemas póstumos, apotegmas, traducciones, fragmentos de diarios. No podría atribuírsele a una sola voz el conjunto que es este poemario. La trayectoria del volumen está hecha de los pasos que asumieron diferentes voces que en cierta medida se hallan despojadas (inclusive de ripios), y que incursionan en la ironía (“Saca tu ojo izquierdo y deposítalo en la orilla./ Mira a tu alrededor./ ¿Es otra la perspectiva del mundo cuando carece de profundidad, no?/ Fuiste obediente, mas, cometiste un error al seguir mis órdenes./ Ahora es tarde.//), el sarcasmo y el cuestionamiento del original: “Si traduces/del finés al árabe/ debe sonar como en francés./ Si el original dijera/ “danza desenfrenada”/ la traducción dirá/ “minué”//.

Incluye la colección el último poema de Marina Tsvetaeva, que recuerda al Celan casi silábico, cortado, tartamudeante. Se inventa (creo) a una poeta rusa Similka Milova e incluye fragmentos poéticos de su diario. Recuerda a los músicos: “El poder de lo efímero es permanecer en la memoria”. Esa asociación con los músicos (la poeta misma tiene un grado avanzado de dirección coral de Moscú), tan presentes en su poemario, la hago mía cuando pienso en la música. Todo se desconstruye aquí, hasta el gesto de Sylvia Plath: “Es inútil que metas la cabeza en el horno, pues los poemas sobrevivirán sin remedio.” O esta: “Legalidad: lo ilícito sin huellas”. Como dice la contraportada del libro: “Mas que un juego de ocultamiento, esta pluralidad y diversidad parecen evocar una presencia anónima: la voz de la calle, la voz de la Historia.”

En Días de Solsticio (Plural, edición publicada bajo el auspicio del Conal, 1995) hay otro proyecto. Es un libro más homogéneo en el sentido de la voz que lo enuncia y el sentimiento de soledad que lo sostiene; hay un tú que predomina en la mayoría de estos poemas. En su prólogo, la poeta Ida Gramcko dice de la poesía de Belén Ojeda lo siguiente: “El rechazo de lo que nos rodea implica también un anhelo de que todo no sea inmediatez, de que haya horizonte o región para lo inefable. ¿Qué hace entonces esta lírica que no olvida los abedules y los coloca en un raro paraje? Afianzarse en lo que podría llamarse lo imposible es muy lento y muy arduo.”

Recibí de manos de Belén estas dos colecciones de poesía en Caracas, Venezuela en el 2014, a propósito de la Feria Internacional del Libro que se celebraba allí. En ese momento Belén leía sus poemas en una de las actividades de la Feria en la que coincidimos. Es egresada del Conservatorio Peter Chaikovsky de Moscú con un Master con Honores en Dirección Coral y es profesora del Instituto Universitario de Estudios Musicales (IUDEM) de Caracas. Es, además, traductora del ruso al español de los poetas Anna Ajmátova, Ossip Mandelshtam, Boris Pasternak y Marina Tsvetaeva. En el 1999 publicó una bellísima antología titulada Somos cuatro (La liebre libre Editores), cuya selección, traducción y prólogo es de Ojeda y donde incluye a Ossip Maldelshtam, Boris Pasternak, Marina Tsvietáieva y Anna Ajmátova. Acá va una muestra de sus poemas, provenientes de ambas colecciones, para que vuelen.

Desconcierto

El director dio inicio al concierto, pero, a los pocos minutos, los músicos de la orquesta fueron abandonando sus instrumentos para incorporarse a dirigir.

Al final, los oyentes también dirigían. Había desaparecido la música. También el público. Sólo había directores.

***

Reconoces en cada primavera el lugar de la permanencia. Dentro, un manantial baña tu corteza reciente de abedul.

El verano ignora las ventanas. La intemperie siempre fue mejor.

Retornar al pozo nos devuelve el resplandor del silencio.

***

Serás andariego. Construirás tu camino con plumas y pergaminos del trayecto. No te detendrán ni la plaza ni el circo de la ciudad. Tras de ti irá el aguador borrando lo andado.

***

La palabra te niega a cada instante.

No posees lo nombrado.

En vano intentas atarte al horizonte.

Igual, morirás estrangulado por la movilidad de su línea.

***

Somos hijos del eco y del anillo. La comarca que habitamos tiene sus límites fuera de este territorio donde los dioses juegan a inventarnos.

Ya no podrán repetir nuestros contornos.

La autora es poeta, ensayista y profesora. Tiene a su haber unas 14 colecciones de poesía, entre ellas Sitios de la memoria, La gula de la tinta, Diseño del ala, Cuerpo nuestro, Rizoma, Chuvento o lengua secreta, La noche es otra luz y el más reciente, Espacio teselado. Tradujo el libro The Bounty, de Derek Walcott (La Providencia) y ha publicado los libros de crítica Hilo de Aracne, Femina Faber, Poéticas que armar, entre otros. Ha antologado la poesía puertorriqueña en dos colecciones publicadas en La Habana y Caracas y la obra de las poetas de la promoción del 70 en su antología De lengua, razón y cuerpo. Obtuvo el Premio de Ensayo de Casa de las Américas en 2020 con el libro Apalabrarse en la desposesión. Literatura, arte y multitud en el Caribe insular. Ha obtenido múltiples premios nacionales e internacionales por su obra poética y crítica.

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