Despidiendo a tío Noel

Padre Pedro Ortiz celebrando la misa de despedida. Foto Ernesto Robles

 

Como escribir aparentemente se me da, mis primos, democráticamente (al menos entre ellos) me encomendaron la difícil tarea de que, a nombre de nuestra familia, exprese unas breves palabras de agradecimiento a todas las personas que nos han acompañado en esta sentida jornada de despedida física de nuestro amado Noel Colón Martínez.

Pero, antes de comenzar haré una digresión para reconocer que, si alguna vez aprendí a dominar la destreza o el arte de escribir, se lo debo también a tío, por partida doble. Primero, porque como comentar los artículos de opinión de Tío Noel era la comidilla familiar, con tal de no mantenerme al margen, recuerdo ya que desde mis 8-10 años los comencé a leer y los continué leyendo toda mi vida, aprendiendo así de su técnica, y más importante aún, formándome mi carácter con sus contenidos. Pero, además, porque cuando me tocó a mí como Presidente de la Federación Universitaria Pro Independencia (FUPI) dar algún discurso en ocasiones importantes, o presentar una ponencia en algún foro o conferencia local o internacional; siempre recurrí a tío Noel para que me ayudara a redactarlos. Y digo para que me ayudara y no para que me los corrigiera, porque quien corrige se posiciona por encima del corregido, y con tío el bajaba a la posición de colaborador. ¿Ruben, que tu quieres decir con esto? ¿Ruben, no te parece que debieras considerar este otro asunto? ¿Ruben, no pensarías conveniente eliminar esto? Y como evidentemente mi respuesta sería siempre que sí, entonces la suya era “ha pues hazlo”.  (Así que ya saben el verdadero secreto de aquel discurso en el 30 aniversario de la FUPI del cual tantos elogios recibí.)  Y sí, el me llamaba Ruben. Y es que lo único que puedo decir que tío Noel me negó, fue el acento de mi nombre; hasta cuando me regañaba, porque entonces lo pronunciaba con triple e, Rubeeen. Y para no hacerlo pasar algún mal rato, admito que nunca se me ocurrió preguntarle por qué me cambió el nombre; así como tampoco se me hubiera ocurrido pedirle ayuda en matemáticas.

Volviendo. Si mencioné que darles las agracias a todas las personas que nos han acompañado durante esta jornada no es tarea fácil, es porque la inmensa mayoría de ustedes, además de expresarnos su profunda solidaridad con nuestra pena; nos han dejado saber que se encuentran aquí por la enorme admiración y cariño que les generaba la figura de Noel, el hombre público. En tales circunstancias, no cabe simplemente darles las gracias, sino, que se impone la responsabilidad de convocarles a seguir construyendo formas de continuar acompañándonos y apoyándonos mutuamente a llenar los espacios dejados por esta pérdida compartida; redoblando nuestro compromiso con la gesta libertaria de Noel.

Claridad en guardia de honor por don Noel. Foto Alina Luciano

Y es que la partida física de Noel indudablemente representa una enorme pérdida para todas las personas que aspiramos a una patria libre y democrática de justicia social, en la cual el ejercicio de la política constituya una honesta vocación de servicio en la promoción del bien común. Y cuando digo patria, me refiero a ella en el mismo sentido en que la asumió y vivió Noel, a tenor con los versos de ese otro mocano, Antonio Cabán Vale, que enuncian “nuestra patria son los pobres”. Porque Noel tenía extremadamente claro que la lucha por la independencia política era solo una parte (que el entendía como estratégicamente fundamental), de una lucha mayor por la completa emancipación humana.

Como fuera mencionado ayer, Noel era un faro, un referente para la acción emancipadora de todas nosotras. Por eso, muchas de nosotras empezamos a imaginarnos perdidas al no poder contar con la oportunidad de acudir a pedirle su consejo, sin poder leer sus columnas de opinión, o de otra forma beneficiarnos de su profundo intelecto y coherente vivo ejemplo. Y es que, durante tanto tiempo Noel llenó un espacio tan vital en nuestra lucha libertadora que, a pesar de que aun cuando no hemos acabado de despedirnos de sus restos mortales, ya lo extrañamos como si hubieran transcurrido años desde su partida.  Sobre todo, en momentos en que reconocemos que nuestra existencia colectiva como boricuas se ve amenaza de formas nunca experimentadas, por lo que arrecia nuestra necesidad de contar con figuras como la suya, con tan elevado grado de patriotismo.

No obstante, pienso que, si afinamos el oído, ennoblecidos por el corazón, nos daremos cuenta de que su voz continúa resonando entre nosotros. Por eso, si nos sentimos confundidas siempre podremos recurrir a imaginar qué nos aconsejaría Noel en estas circunstancias; para que alguna respuesta ética, honesta, valiente y sensata aflore en nuestras cabezas.

Un abrazo para todos y todas ustedes de parte de nuestra familia. Los dejamos con un sincero por ahí nos vemos; convencidos de que gracias a ustedes una gran parte de Noel nos continuará acompañando en esta lucha por la emancipación patria, hoy y siempre, hasta la victoria definitiva.

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