Festival de Cine Internacional de San Juan (30 agosto-5 septiembre 2018)

S

in duda había bastante sequía en las salas de cine (muchos avances en Fine Arts que no se materializan) y a pesar de la lluvia y la nerviosidad de tener otra visita como María este mes, el Fine Arts de Miramar se convirtió en punto de encuentro para los amantes del buen cine y los curiosos de ese cine que nunca llega a nuestras salas. Comento, en orden de preferencia, los mejores filmes de los once filmes que pude ver en los siete días del festival, cinco de los cuales son de realizadoras mujeres (enfatizo su género).

The Bookshop/La librería es una producción española/inglesa, filmada en el norte de Irlanda y Barcelona, con diálogos en inglés, dirigida y escrita por la catalana Isabel Coixet. Y el resultado es una extraordinaria puesta en escena, con actuaciones de primera de parte de Emily Mortimer, Patricia Clarkson y Bill Nighy, que además incluye la voz narrativa de Julie Christie y la dedicación del filme al gran artista/filósofo/fotógrafo/escritor John Berger (Ways of Seeing, About Looking, Another Way of Telling) cuya manera de mirar y contar es la base de esta historia.

La historia se desarrolla en un pequeño pueblo del condado de Surrey en la Inglaterra de 1959. Florence Green, joven viuda de la 2nda guerra, decide comprar una casa vieja y convertirla en su hogar y en una librería (Bookshop) donde los amantes de libros y aquellos que les interesa leer puedan transportarse a otros lugares y épocas para encontrar historias parecidas a sus vidas o totalmente distintas. Pero de pronto esa casa vieja y abandonada (Old House) levanta el interés de la mujer más influyente de la región (Mrs. Gamart) que insiste en convertirla en un centro de arte. La ironía es que los habitantes de Hardborough son pescadores, trabajadores diestros y no-diestros y una burguesía mercantil. Los libros sí son un atractivo porque saben leer y despierta su curiosidad. Somos testigos de cómo Florence monta su librería, su amor por los libros, su enlace con el recluso Mr. Brundish, su apoyo a Christine, su niña-ayudante y su tenacidad para mantener su sueño hecho realidad después de tantos años de vivir del recuerdo del marido que tanto amó. Pero el poder de Mrs. Gamart logrará que aquellos que más podrían disfrutar de este nuevo espacio, renuncien a él y queden con nada.

Este filme —que pongo velas e imploro a los dioses para que estrene en los Fine Arts muy pronto— fue el mejor ofrecimiento del Festival y los que siguen tienen atractivos pero no nos llenan como The Bookshop.

Sower, producción franco-belga, de Marine Francen es una historia de época de 1851 cuando las tropas de Louis-Napoleon Bonaparte persiguen, arrestan, encarcelan y asesinan a los seguidores de la República. En esta aldea llegan los soldados a llevarse todos los hombres, viejos y jóvenes. Quedan en la aldea las mujeres y niños. Ellas entonces se encargarán de la siembra, los animales, la construcción y reparación de las viviendas y de todo lo que se necesita para sobrevivir en el campo a través de las cuatro estaciones. Pero las jóvenes necesitan manifestar su sexualidad y quieren procrear para que su aldea tenga futuro. La ausencia de los hombres se convierte con el tiempo en una pérdida de la que no esperan recuperarse y por eso confabulan de que el primer extraño que aparezca debe permanecer para que ellas puedan procrear. Así llega Jean, hombre de 39 años que no conoce la región, parece estar en tránsito hacia la frontera y es muy diestro en todos los trabajos del campo. Violette será la encargada de acomodarlo y convencerlo de una estadía prolongada. La atracción entre los dos se da muy rápido y comienza y continúa con la lectura de libros de Voltaire y Victor Hugo ya que ambos son lectores. Pero el pacto entre las mujeres habrá que respetarlo aunque ellos hayan desarrollado una relación muy especial. El uso de close-ups de las mujeres y la brillantez de los colores de la siembra son parte de la manera que utiliza la directora para mover la trama a pesar de la repetición de las tareas, movimientos y acciones.

Sergio & Sergei de Ernesto Daranas como director y coguionista con Marta Daranas, y protagonizado por un elenco cubano formidable—Tomás Cao como Sergio, Héctor Noas como Sergei, Ana Gloria Buduén como Caridad, la inolvidable Dayna Posada como la niña Natasha y Ron Perlman como Peter, el contacto de radioaficionado de Sergio en EU—crean una historia de vida diaria en la Cuba del difícil Periodo Especial de principios de la década de 1990 con el trasfondo histórico del cosmonauta soviético y ahora ruso con la disolución de la URSS que quedó varado en el espacio al darse tantos cambios vertiginosos en un periodo tan corto. Es una comedia donde se pueden decir muchas verdades, exagerar otras y de paso darle un toque de mundo espacial imaginario para que todo quede suspendido en el aire.

Felicité de Alain Gomis, francés-senegalés, se desarrolla en Kinshasa, República Democrática del Congo y tiene como centro a la cantante Véro Tshanda Beya Mputu como la protagonista que vive en los márgenes de la ciudad y sobrevive a pesar de la vivienda precaria, el desempleo, el maltrato de género, la total falta de apoyo gubernamental en salud y educación. Casi con un estilo cinema verité la cámara sigue a Felicité en su trabajo de cantante, sus problemas por mantener una normalidad en su hogar, su reacción frente a una emergencia familiar, su negociación para conseguir servicios médicos para su hijo, su búsqueda de dinero que le debían familiares, vecinos y jefes, su pedido de caridad a los ricos a quien poco o nada le importa la pobreza de la mayoría de la población. Aunque en la última tercera parte del filme cuando el enfoque cambia a Tabu, vecino y eterno enamorado de Felicité, la historia pierde el hilo, la riqueza de la fotografía y la música es la que prevalece.

Ava, primer largometraje de ficción de la iraní residente en Canada, Sadaf Foroughi, es una historia desgarradora de una adolescente que ve cómo su familia, su escuela y la sociedad en general solo piensa en restringir las ideas y las acciones de las mujeres adolescentes. Ava, al igual que Lady Bird en el filme de Greta Gerwig, quiere expresar sus deseos, miedos, dudas en esta etapa de su vida donde todo parece incierto y su cuerpo le pide espacios nuevos para manifestarse. Pero contrario a Lady Bird que se atreve a expresar sus deseos a sus amigas y nuevos amigos, la sexualidad de Ava es un innombrable para sus maestras, directora de la escuela de niñas, padre y madre. Tratar de romper esa mordaza con sus amigas tan solo lleva a problemas para ellas como suspensiones y regaños. Lo que comienza con una apuesta tonta pero muy seria para los adultos porque envuelve acercarse a un chico, resultará en el aislamiento de Ava, su casi suspensión de la escuela y, aún más importante, la ruptura de la relación ya tensa con su madre. Será ella, una mujer, la que reprimirá más a Ava para moldearla de manera que acepte sin protesta las imposiciones sociales y religiosas sobre su sexualidad.

Zama de la argentina Lucrecia Martel (La ciénaga, La mujer sin cabeza, La niña santa) es tan extraño y enigmático como todos sus anteriores filmes. Con un acercamiento a la colonización española de Sudamérica similar a Aguirre, the Wrath of God de Werner Herzog (1972) se presentan, desde la perspectiva de Don Diego de Zama, las vicisitudes de este funcionario de la corona española a finales del siglo 18, asignado a un poblado al norte de Argentina. Con una excelente interpretación por Daniel Giménez Cacho, con una cámara que favorece los close-ups, con una ambientación y recreación de época maravillosa, se narra la historia de un hombre que intentó seguir las leyes impuestas y burladas por gobernadores de paso y mantenerse como superior a los amerindios cautivos y utilizados como esclavos y las mujeres como concubinas aunque sin ellos nunca hubiera sobrevivido. El tiempo pasa pero parece detenido al no haber cambio alguno en su pedido de traslado, seguimos su lento deterioro aunque poco a poco va perdiendo su posición y propósito. Pero Zama no cuenta con el incomparable Klaus Kinski de Aguirre que dramatizó lo absurdo y la locura de pretender ser un conquistador obviamente vencido.

The Captain del alemán Robert Schwentke es uno de dos filmes sobre los horrores de la 2nda guerra mundial que se presentaron en el Festival (el otro que no vi fue 1945 de Hungría). La fecha también es 1945 pero en los días finales de la guerra ya perdida pero todavía sin proclama de rendición. Un número considerable de soldados alemanes han abandonado sus puestos para volver a sus pueblos o convertirse en saqueadores, ambas acciones penalizadas por juicio militar que resultarían en muerte o encarcelamiento. Son los últimos suspiros de un ejército en retirada. Uno de estos jóvenes soldados rasos encuentra un uniforme de un capitán, se lo pone porque su ropa andrajosa no le permite protegerse del frío, pero cuando otro soldado lo llama capitán, decide convertirse en Capt. Willi Herold. Lo que al principio parece un juego para mantenerse vivo, comer bien y protegerse del clima, luego se convierte en lo que simboliza el uniforme: poder dar órdenes que nadie puede cuestionar. Esto incluye masacrar a soldados alemanes detenidos pero no enjuiciados. Willi Herold no pudo golpear hasta la muerte o fusilar a los judíos, católicos rebeldes, comunistas y otros disidentes en los campos de concentración pero sí logró hacerlo con sus compañeros soldados. El estilo de la narrativa es casi de sátira por lo absurdo de sucesos descubiertos en las investigaciones posguerra.

The Cakemaker, co-producción israelí-alemana del israelí Ofir Raul Graizer, es una historia sencilla y parca en sus emociones sobre Thomas, un tímido pastelero/repostero de Berlín, que conoce y se enamora de Oren, un israelí que trabaja en varios proyectos en Alemania. Aunque Thomas siempre tiene la esperanza de que Oren se convierta en su pareja, éste siempre retorna a su esposa Anat y su hijo Itai. Cuando el regreso de Oren se demora, Thomas descubre su muerte en un accidente de auto. Para sanar y encontrar “closure” decide viajar a Israel y acercarse a la familia de Oren y de esa manera conectar nuevamente a través de los seres que amaba. Anat también tiene un café y poco a poco Thomas se convierte en su repostero a pesar de la vigilancia continua de los religiosos que rigen la sociedad y la economía de este país. El gran problema, por supuesto, será el que Thomas nunca se decide decirle la verdad a Anat y cuando ésta lo descubre su mundo sentimental colapsa.

Los perros, escrito y dirigido por la chilena Marcela Said, estuvo entre las finalistas el año pasado por el prestigioso premio José María Forqué a la Mejor Película Latinoamericana. Su protagonista, Mariana, es parte de la burguesía chilena a quien poco le interesa desenterrar el pasado del golpe militar, el secuestro, asesinato, represión que duró de 1973 a 1990. Su familia, como muchos de los miembros de su clase, participaron o colaboraron de esta terrible historia chilena y en el presente siguen apoyando a quien proteja sus intereses. Mariana será la mujer de 42 años que su padre sigue tratando como niña, que su marido pide que se comporte como la esposa modelo que lo tiene todo y de quien su amante esconde su pasado. Pero las reacciones de Mariana a estos encuentros son muy desarticulados—a veces en busca de la verdad y justicia y otras apatía total—y por eso es difícil entender su aceptación del status quo.

Artículo anteriorTransformación que conduce al retroceso
Artículo siguientePor la Independencia