Por Margaret Power
CLARIDAD, el periódico del movimiento independentista puertorriqueño,
rendirá homenaje al Centro Cultural Puertorriqueño Juan Antonio
Corretjer, con sede en Chicago, y a su director, José E. López, entre otros,
durante su festival anual. En un mensaje dirigido a López, el comité editorial del
periódico le expresó lo siguiente:
“Para CLARIDAD, el Centro y su fundador y líder, nuestro querido compañero José López
Rivera, se cuentan entre nuestros amigos y aliados más fieles. Su incansable labor en
defensa de los derechos y valores de la comunidad puertorriqueña allá, así como su
extraordinaria colaboración con nuestro periódico y con las luchas de nuestro pueblo, les
hace merecedores del más profundo respeto y agradecimiento de quienes reconocemos a
todos los puertorriqueños como hijas e hijos de una misma nación, sin importar dónde se
encuentren.”
El Centro Cultural Puertorriqueño fue fundado en 1973, en el contexto del
Levantamiento de Division Street de 1966, la primera rebelión urbana de la
diáspora puertorriqueña en Estados Unidos. Desde sus inicios, la organización
ha desarrollado más de cuarenta programas de base y múltiples iniciativas de
desarrollo comunitario que han respondido a las necesidades condiciones,
sanitarias, económicas, de vivienda habitacionales y sociales de los
puertorriqueños locales y otras poblaciones marginadas.
Entre estos programas se incluyen: de cuido infantil bilingüe, de educación y
empoderamiento LGBTQ+, de liderazgo juvenil y empleo, prevención de
diabetes y obesidad huertos en azoteas y distribución de productos
frescos, apoyo a microempresas comunitarias y viviendas accesibles, un
periódico comunitario, y eventos anuales de gran alcance como el Desfile del
Pueblo Puertorriqueño y Fiesta Boricua.
A lo largo de sus más de cincuenta años de historia, el PRCC ha defendido el
derecho inalienable del pueblo puertorriqueño a la independencia y la
autodeterminación, y ha desempeñado un papel clave en las luchas por la
liberación de varias generaciones de prisioneros políticos y prisioneros
de guerra puertorriqueños, además de participar en múltiples campañas
anticoloniales. La organización también ha cultivado la solidaridad con otros
pueblos colonizados y racializados, fortaleciendo vínculos a través de la
diáspora puertorriqueña y el archipiélago puertorriqueño.
Mediante estos esfuerzos locales, diaspóricos y transnacionales, el PRCC ha
dado vida al principio ético de Consuelo Lee Corretjer: “Vive y ayuda a vivir.”
En reconocimiento al homenaje que le otorga el periódico CLARIDAD, el
sociólogo Michael Rodríguez -Muñiz y la historiadora Margaret Power,
—miembros de la Junta Directiva del PRCC y codirectores de su proyecto de
archivo Digitizing the Barrio,— realizaron una entrevista a José E. López sobre los orígenes del Centro, su visión anticolonial, y las aspiraciones futuras de la
organización. A continuación, se presenta una versión condensada y editada
de dicha entrevista.
Margaret Power: ¿Quiénes participaron en la fundación del Centro
Cultural Puertorriqueño en 1973?
José E. López: Hubo varias personas involucradas. Uno de ellos fue mi
hermano, Oscar. Otro fue “El Viejo”, el reverendo José Torres, de la First
Congregational Church, así como otros ministros de iglesias luteranas y
presbiterianas. También participaron América “Mecca” Sorrentini y su difunto
esposo, el geógrafo James Blaut. Hubo una mujer de apellido Díaz, trabajadora
social, quien se retiró tempranamente del proceso. Mi exesposa, Myrna
Salgado, estuvo también involucrada, al igual que Alejandrina Torres, Kathy
Ortiz y Haydeé Beltrán, quien era estudiante en ese momento.
También hubo personas que apoyaron pero que no se integraron
completamente al Centro, como Carmen Valentín y Lucy Rodríguez. Recuerdo
a un maestro de apellido Burgos, y un brasileño llamado Antonio Dos Santos,
amigo cercano de Oscar y del reverendo Torres. Otros participantes eran
estudiantes en esa época, como Norma Reyes, Ricardo Jiménez y Martha
Rodríguez.
Michael Rodríguez Muñiz: ¿Cuándo comenzaron ustedes a reunirse y a
organizar lo que eventualmente se convirtió en el PRCC?
JL: Empezamos a analizar lo que ocurría en América Latina, especialmente en
relación con la teología de la liberación. Alrededor de 1968, muchos de
nosotros nos acercamos al trabajo de pensadores como: Camilo Torres
Restrepo en Colombia, a Gustavo Gutiérrez-Merino Díaz en Perú, y a Leonardo
Boff en Brasil. También estudiamos a Paulo Freire. Lucy Rodríguez, por
ejemplo, participaba en un grupo de mujeres llamado Católicas Revolucionarias
o algo parecido. Su familia pertenecía a la iglesia Saint Michael’s en Lincoln
Park (vecindario en Chicago).
Había muchas cosas ocurriendo. En paraleloo, había cambios importantes
dentro de las iglesias y seminarios, donde se debatían temas
importantessociales y políticos. Oscar estaba profundamente involucrado en
procesos de organización comunitaria. Todo esto nos llevó a preguntarnos:
“¿Qué estamos haciendo?” Había grandes necesidades en nuestra comunidad.
Oscar fue formado por Northwest Community Organization. Allí conoció a Shel
Trapp, un organizador comunitario blanco que había sido discípulo de
Saul Alinsky. Fue un gran organizador comunitario e influyó mucho en
Oscar. También conocimos a Florence Scala, legendaria organizadora
de la comunidad italiana en Chicago, quien era muy cercana a Oscar.
Estas personas y luchas, —incluidas las del movimiento
afroamericano,o— se conectaban entre sí, compartiendo tácticas y
apoyo mutuo.
Inspirados por la teología de la liberación, fundamos nuestra escuela
secundaria bajo el principio de que no bastaba con diagnosticar problemas;
había que ofrecer soluciones inmediatas. Por eso nos propusimos construir instituciones paralelas que respondieran a las necesidades de la comunidadl
pueblo. Como en las zonas liberadas de El Salvador durante la guerra civil,
donde el FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) creó
estructuras alternativas, queríamos ofrecer servicios reales mientras
manteníamos viva la lucha política. También tomamos ejemplo del MIR
(Movimiento de Izquierda Revolucionaria) en Chile, que llegó a ocupar escuelas
durante el gobierno de Salvador Allende. Todo esto moldeó nuestra visión
organizativa.
MRM: ¿A qué atribuye usted la conciencia de enfocar específicamente en
las necesidades de la comunidad puertorriqueña?
JL: A los ataques sistemáticos contra los puertorriqueños por parte de la policía
de Chicago y del sistema educativo. Un estudio de 1971 sobre la deserción
escolar entre jóvenes puertorriqueños, —en el cual participé, — reveló una
tasa alarmante de abandono del 70%, casi 72%. Esa realidad nos motivó a
actuar. Podíamos luchar por educación bilingüe, y lo hicimos, pero eso no
atendía las necesidades inmediatas que enfrentaban estos jóvenes.
Lo que más me marcó fue lo que muchos estudiantes expresaban: “Los
maestros me oyen, pero no me escuchan”. Esa frase sintetiza la desconexión
estructural entre el sistema escolar y nuestra juventud.
MP: ¿Cuáles fueron los problemas iniciales en la comunidad que
impulsaron la creación del PRCC?
JL: La educación se convirtió en el tema central, especialmente luego de mi
participación en ese estudio sobre deserción. Regresé a enseñar en mi antigua
escuela secundaria, Tuley High School, donde impartía un curso de historia
latinoamericana. A raíz de exigencias estudiantiles, incorporé la historia
puertorriqueña en el currículo.
Comencé a reunirme con estudiantes después de clase en Association House.
Paralelamente, un grupo de estudiantes en Lane Tech High School, quienes
formaban parte del ROTC, se negó a usar el uniforme y fueron expulsados.
Otro grupo fue expulsado de otra escuela secundaria. Un abogado local que
tenía una oficina en North Avenue comenzó a brindar asesoría legal gratuita a
estos jóvenes. Junto a él y a los estudiantes, fundamos la Escuela Secundaria
Pedro Albizu Campos.
Al abrir la escuela, evidenciamos que las necesidades iban mucho más allá de
lo académico: alimentación, vivienda, salud. Todo eso nos llevó a expandir la
misión y crear más iniciativas e instituciones comunitarias. Así nació
formalmente el Centro Cultural Puertorriqueño (PRCC).
MRM: ¿Cuáles eran los objetivos políticos generales en esa etapa inicial?
¿Cuándo la independencia de Puerto Rico se convirtió en un principio
fundamental?
JL: Desde el principio discutíamos temas de autodeterminación,
autorrealización y autosuficiencia. Estos conceptos estaban intrínsecamente
ligados a la creación de instituciones paralelas. Yo había estudiado historia
brasileña y me cautivaron los “quilombos”, —sociedades de cimarrones
formadas por esclavos fugitivos e indígenas durante el periodo colonial.
Aquellos espacios representaban una práctica concreta de libertad frente a un
sistema opresor. Así concebimos el trabajo del PRCC: comunidades de
resistencia.
MP: ¿Cree que el legado del Partido Nacionalista en Chicago tuvo algún
papel en su formación política?
JL: Sí. Conocí a por lo menos dos personas que fueron miembros activos del
Partido Nacionalista. Uno de ellos, un hombre mayor que militó en los años 50,
se mantuvo en la clandestinidad por décadas. Recuerdo que reimprimió en
Chicago el libro de Laura Meneses sobre su esposo, Pedro Albizu Campos. Lo
conocí personalmente. Pasó tiempo tanto con Oscar como con otros líderes
comunitarios como Cha Cha Jiménez y Jaime Delgado. Lo interesante es que
influyó en todos nosotros, sin que lo supiéramos, y lo hizo de manera muy
discreta.
MP: ¿Qué nos puede decir sobre la Revuelta de Division Street de 1966 y
cómo impactó la política comunitaria?
JL: Ese evento reveló dramáticamente el conflicto entre la comunidad
puertorriqueña y el gobierno local. Fue impresionante ver cómo la gente se
organizó de forma orgánica. Como los edificios estaban conectados, las
personas subían por las escaleras traseras hasta los techos y desde allí
lanzaban objetos a la policía. Recuerdo que cerca de la intersección de las
calles Division y Leavitt, la policía llegó casi como un pelotón de fusilamiento,
tratando de disparar contra quienes estaban en los techos. Fue prácticamente
una guerra. Oscar, que estaba en Vietnam en ese momento, llamó por
coincidencia el primer día del levantamiento. Le dijimos que escuchara afuera,
y oyó los disparos.
MP: El PRCC ha sido blanco de represión política. ¿Cuándo se hicieron
conscientes usted y sus compañeros de la vigilancia por parte del FBI u
otras agencias?
JL: Desde temprano sabíamos del papel del FBI, especialmente por lo que
ocurría en Puerto Rico. Mi primera experiencia directa fue en 1972. Viajé a
Puerto Rico para investigar mi tesis sobre el nacionalismo puertorriqueño. Allí
me hospedé con Carmen Cancel, esposa del preso político Rafael Cancel
Miranda, y entablé contacto con líderes nacionalistas como Jacinto Pérez
Rivera, Julio Pinto Gandía y Blanca Canales.
En una asamblea del Partido Nacionalista dedicada a nuestra labor en
Chicago, éramos unas 30 o 40 personas, todas mayores. Ese evento atrajo la
atención del FBI. Al regresar, vinieron a mi apartamento cerca de la
intersección de las avenidas Damen y Augusta. Mostraron sus placas y
pidieron entrar. Les dije que no. Querían preguntarme sobre Juan Mari Brás.
Les respondí: “No tengo nada que decirles”. Cerré la puerta. Ese fue mi primer
encuentro directo con el FBI.
MP: ¿Cuáles fueron los mayores retos que enfrentaron en los primeros
años?
JL: Todos éramos voluntarios y teníamos otros trabajos. El gran reto era
sostenernos mientras hacíamos tanto trabajo. No solo organizábamos la escuela; también participábamos en múltiples luchas. Exigimos que la
compañía eléctrica ComEd contratara puertorriqueños. Participamos en el
conflicto en Tuley High School que llevó a la fundación de Roberto Clemente
High School. Marchamos contra el superintendente de escuelas. También
luchamos para abrir las puertas de la Universidad de Illinois y Northeastern
Illinois University a estudiantes latinos y puertorriqueños. Era un trabajo a
tiempo completo, sin descanso.
MP: La mayoría eran jóvenes y tenían una energía imparable. Ese era su
mundo.
JL: Exactamente. Era un compromiso 24/7.
MRM: Mirando más allá de los primeros años, ¿cuáles han sido los
cambios y las continuidades más importantes?
JL: Nuestra raíz comunitaria ha sido clave. Eso nos protegió en momentos de
represión. Por ejemplo, en 1979 organizamos la bienvenida a los presos
nacionalistas liberados por el presidente Jimmy Carter: Lolita Lebrón, Rafael
Cancel Miranda, Irving Flores, entre otros. Planeamos una caravana desde
Claremont Street hasta la iglesia First Congregational cerca de la intersección
de las calles Hamlin y Grand. Esperábamos 1,000 personas, pero al llegar a la
intersección de las calles Division y Western, la multitud era tan grande que el
vehículo avanzaba literalmente por el impulso del pueblo. El Chicago Sun-
Times publicó un editorial diciendo que ese acto evidenciaba el apoyo popular
al FALN.
MRM: ¿Qué lecciones ofrece esta historia de lucha a Puerto Rico y su
diáspora?
JL: Aprendí que muchas luchas anticoloniales fueron impulsadas por sus
respectivas diásporas. Irlanda no habría tenido movimiento independentista sin
su comunidad en Estados Unidos. Argelia, Vietnam, incluso el Caribe con
Frantz Fanon… Reconocimos que nuestra lucha en Chicago debía estar atada
a la de Puerto Rico.
En los últimos 50 años, hemos participado en todas las luchas clave: contra los
petroquímicos, contra las minas, por la salida de la Marina de Culebra y
Vieques, contra el gasoducto, en defensa de Villa Sin Miedo. También
enfrentamos la represión política, los encarcelamientos y los asesinatos
selectivos. Tras el huracán María, fuimos la primera comunidad puertorriqueña
en aterrizar un avión de ayuda en la Iisla, coordinando apoyo a cinco pueblos
directamente.
Todo esto demuestra que somos parte integral de la lucha anticolonial. La
diáspora puertorriqueña es clave para un Puerto Rico libre. Por eso seguimos
vinculando nuestras luchas locales a las del país. En los últimos 15 años,
hemos dedicado la Fiesta Boricua a un pueblo distinto de Puerto Rico,
fortaleciendo los lazos culturales y solidarios.
MRM: ¿Cuál es su visión sobre el futuro del movimiento independentista
puertorriqueño?
JL: El movimiento está en su mejor momento. Las elecciones recientes lo
demostraron. En el referéndum de 2024, la mayoría rechazó la estadidad.
Vemos una nueva generación que afirma su puertorriqueñidad con orgullo,
—músicos como Bad Bunny y artistas visuales lo proyectan con fuerza.
Nuestro compromiso con la solidaridad se extiende más allá de Puerto Rico.
Hemos dicho ¡presente! en las luchas de Palestina, Eritrea, Irán, con el
movimiento chicano-mexicano, con afroamericanos, con pueblos indígenas.
Creemos que un Puerto Rico autodeterminado, autorrealizado y autosuficiente
contribuirá a un mundo más justo. Como decía el Subcomandante Marcos, hay
“bolsones de resistencia” en todo el mundo enfrentando al imperio del dinero.
Nosotros somos uno de esos bolsones.
MRM: CLARIDAD, el periódico histórico del independentismo
puertorriqueño, los homenajeará en su festival anual. ¿Qué representa
esto para usted?
JL: Es un honor inmenso. Que CLARIDAD reconozca nuestro trabajo en el
marco de su 50º aniversario es profundamente significativo. Hemos caminado
este trayecto juntos. Ha sido un privilegio compartir esta lucha con tantas
personas que hacen de CLARIDAD una realidad viva. Como decía Antonio
Machado: “Se hace camino al andar.”