La propuesta de nueva Constitución no convence a la mayoría. Chile: ¡La lucha sigue!

 

Especial para Claridad

La propuesta de nueva Constitución sometida a votación este domingo pasado 3 de septiembre en Chile fue derrotada ampliamente con un 61.88 a favor del “Rechazo” y un 38.12 por el “Apruebo”. La participación de casi 13 millones de votantes fue altísima, superando incluso por 4.5 millones la participación en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebradas en diciembre pasado.

“Pinochet todavía incide en una mayoría silenciosa”, fue el juicio inicial compartido por un compañero en la noche del domingo. Sin embargo, más me impactó la ligereza con la que el presidente colombiano Gustavo Petro respondió por Twitter al rechazo mayoritario del proyecto de la nueva Constitución en Chile: “Revivió Pinochet”. A esa hora, ni tan siquiera el presidente chileno Gabriel Boric se había manifestado al respecto. Si fuera cierto lo manifestado por Petro, cómo explicar que 7 de cada 10 votaron por la convocatoria a una Constituyente para redactar una nueva Constitución. Está también la victoria decisiva en las elecciones presidenciales de Boric sobre Kast. Este último reivindicaba abiertamente la memoria de Pinochet.

Es fácil adjudicarle la responsabilidad final de lo ocurrido al pueblo. Sin embargo, lo que más se escuchaba en la noche del domingo entre unos y otros, tanto de izquierda, centro o derecha,  es que lo que fracasó fue específicamente el proyecto de nueva Constitución que se sometió a votación.

Al día siguiente, Petro pareció enmendar en algo su primera reacción de la noche anterior haciendo un llamado a la unión de la izquierda para encarar los retos del momento: “Sólo si las fuerzas democráticas y sociales se unen, será posible dejar atrás un pasado que mancha a toda América Latina y abrir las alamedas democráticas”.           Cuando finalmente se dirigió Boric en la noche del domingo en un mensaje televisado al pueblo chileno señaló: “El pueblo chileno no quedó satisfecho con la propuesta de Constitución y, por ende, ha decidido rechazarla de manera clara en las urnas”. Abundó: “Hacer frente a estos importantes desafíos requerirá prontos ajustes en nuestros equipos de Gobierno, para enfrentar este nuevo período con renovados bríos”. Concluyó haciendo un llamado a todas las fuerzas políticas a acordar el mecanismo y los plazos para un nuevo proceso. “Me comprometo a poner todo de mi parte, para construir, en conjunto con el Congreso y la sociedad civil, un nuevo itinerario constituyente que nos entregue un texto que, recogiendo los aprendizajes del proceso, logre interpretar a una amplia mayoría ciudadana”, sostuvo el mandatario.

Lo de los cambios en el equipo de gobierno era algo esperado de imponerse el rechazo a la propuesta constitucional.  En cierta medida, el plebiscito era considerado por muchos como una especie de referendo sobre la gestión del nuevo gobierno de centroizquierda que inició su gestión hace apenas seis meses. Su tasa de aprobación entre la ciudadanía, según las encuestas, ronda alrededor de un 38 por ciento.

En una entrevista publicada el 31 de agosto en la revista estadounidense Time, Boric, quien se autodefinió como un socialista liberal, insistió en que independientemente de los resultados del plebiscito, su gobierno tiene que seguir gobernando para atacar los problemas que enfrenta el país más allá del cambio constitucional, tales como la inflación, la seguridad pública, las reformas urgentes que se requieren en relación a los sistemas de salud y de educación, así como la reforma tributaria necesaria para generar los ingresos requeridos para la financiación e implantación de su programa de gobierno.

Ahora bien, lo ocurrido deja una serie de lecciones. Si bien se espera ahora que el proceso constituyente siga, pero bajo otro mecanismo a ser negociado y acordado en los próximos días, la derrota del domingo tiende a confirmar la pérdida de poder de convocatoria y credibilidad del gobierno de Boric entre un sector de la propia centroizquierda que lo eligió. Incluso, la campaña de la derecha por el “Rechazo” pareció explotar este hecho al haber abandonado la defensa de la Constitución pinochetista. En cambio, proclamó que aún así no podía aprobar el proyecto sometido a consulta del pueblo, sino que había que negociar uno nuevo que pudiese representar un consenso más amplio de la sociedad. En ese sentido, la derecha logró ampliar su base de apoyo y reducir la del gobierno en la campaña que precedió al plebiscito.

La  llamada nueva izquierda chilena ha demostrado hasta ahora ser una izquierda débil, sin una clara visión estratégica en su gestión gubernamental. El mejor ejemplo de ello es el fracaso en desarrollar un diálogo con el pueblo mapuche en torno a sus reivindicaciones históricas sobre Wallmapu, como llaman a su territorio. Y aunque en su campaña por la presidencia Boric condenó la militarización del conflicto histórico, impuesto por el pasado presidente Piñera, una vez en el gobierno impuso nuevamente el estado de emergencia en la Araucanía y el Bío Bío. Tampoco ha podido acceder a la liberación de los presos políticos mapuches, lo que se le ha demandado como precondición al diálogo con todos los sectores del pueblo mapuche. El Estado de derecho no reconoce la existencia de presos políticos en este caso sino que pretende reducir la condición de sus presos a la de delincuentes comunes. Todo ello ha llevado a sectores importantes del pueblo mapuche a poner en duda el discurso de la plurinacionalidad y autonomía de los territorios indígenas que aparecía en la propuesta de la nueva Constitución. En ese sentido, el liberalismo político que sirve de marco al nuevo gobierno se ha convertido en una camisa de fuerza que lo ha tenido dando tumbos en torno a la cuestión mapuche, entre otros asuntos.

Lo que fracasó en última instancia el domingo fue además la conducción del proceso constituyente y la defensa de su producto final. Hasta Boric daba abiertamente señales, antes del referendo de ayer, de que se podría perder y advertía que, no obstante, ello no representaría el fin del proceso constitucional. Las fuerzas políticas aliadas en su gobierno hasta se reunieron previamente, a instancias del mandatario, para acordar que habría que hacerle enmiendas al texto del proyecto antes de su implantación.

Si bien el texto de la propuesta era considerado como un logro inédito en la historia constitucional chilena y del mundo, sobre todo por los derechos sociales reconocidos, hay quienes le achacan la derrota a cierta tendencia maximalista que prevaleció en éste. Se señala que lo extensivo y complejo del texto, con 388 artículos, tampoco contribuyó a su comprensión y aceptación entre ciertos sectores. No se logró superar esta dificultad para comunicar bien su contenido. El plebiscito obliga ahora al gobierno de Boric, para salvar cara, a mantener vivo el proceso constituyente, aunque está ahora debilitado para imponer sus ideas y hasta la hoja de ruta ante el triunfo coyuntural de la derecha.

El presidente de la Cámara de Diputados, Raúl Soto, declaró tras su reunión con Boric el lunes en la mañana: “Vamos a trabajar en conjunto la Cámara, el Senado y el Ejecutivo. Llegó el momento de la política de los acuerdos. De recuperar la capacidad de entendimiento”. Y advirtió el miembro del Partido de la Democracia: “Se hace necesario un llamado a un gran acuerdo transversal por la reunificación de Chile. Para sentar las bases de una nueva hoja de ruta de cambio constitucional. Tenemos una segunda oportunidad. Probablemente sea la última”.

Asimismo, Álvaro Elizalde, el presidente del Senado, expresó luego de la reunión del lunes en la mañana con Boric en La Moneda: “El presidente nos ha pedido que en el Congreso se inicie un diálogo que permita establecer un camino institucional para un nuevo proceso constituyente. Junto al presidente de la Cámara de Diputados vamos a convocar a todos los partidos con representación parlamentaria, a todas las bancas, y a representantes de la sociedad civil para seguir con el proceso”. “Tenemos que tomar lecciones de lo acontecido. Y cumplir con el mandato que nos ha dado la ciudadanía a través de un diálogo inclusivo. En el Congreso debemos llevar adelante un diálogo que nos permita hacerle una propuesta al país que esté a la altura”, concluyó Elizalde, miembro del Partido Socialista.

Por su parte, el influyente dirigente comunista Daniel Jadue manifestó: “El mandato del pueblo es claro. El proceso constituyente debe seguir el camino con una propuesta que le haga sentido a las mayorías. Los abusos e injusticias deben terminar y debemos encontrar un mecanismo para empujar las transformaciones que Chile demanda. La lucha sigue.”

Efectivamente, la lucha por transformar el estado actual de las cosas es una trinchera sin fin. Decía sabiamente Mao Zedong: “Luchar, fracasar, volver a luchar, fracasar de nuevo, volver otra vez a luchar, y así hasta la victoria”. Hay que hacer de la derrota una oportunidad para corregir la dirección incierta del gobierno actual y redefinir la perspectiva estratégica que le permita  repotenciar la nueva posibilidad transformativa que surgió con la victoria electoral de hace apenas seis meses de la izquierda antipinochetista y antineoliberal.

 

 

 

 

 

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