La vida fue lucha toda para Félix Ojeda

Juna Mari Brás y Félix Ojeda

 

CLARIDAD

Como norma general, quienes se dedican a rescatar historias del olvido tienden a especializarse. Casi siempre es la misma práctica la que obliga a reducir los temas y a concentrar los esfuerzos investigativos en ciertos eventos o personas. En otras ocasiones esa especialización responde al deseo de aportar hacia determinados objetivos, porque el trabajo investigativo se considera parte de otra tarea más importante.

Este último fue el caso de Félix Ojeda Reyes y su decisión de dirigir casi todos sus esfuerzos como historiador a rescatar, exponer y resaltar la figura del prócer puertorriqueño Ramón Emeterio Betances. Supongo que algunos de sus colegas de la Universidad de Puerto Rico (UPR), al observar el interés casi obsesivo de Félix en la vida y obra del revolucionario caborrojeño, pensarían que se trataba de una especialización académica más, común tanto entre los que investigan la historia como en las ciencias naturales.

Quienes conocieron a Félix desde sus inicios en la Universidad y, más importante aún, quienes fuimos sus compañeros en la “juventud izquierdosa” de los años ´60 y ´70 -mucho antes de que él llegara como académico a los pasillos universitarios donde antes había sido activista estudiantil- sabíamos que la particular especialización que seleccionó tenía un propósito ulterior, muy cercano a su objetivo de vida. Porque los que se formaron en aquellas luchas y, como Félix, llegaron a ellas esperando dejar la vida allí, asumían un compromiso que los acompañaría por siempre.

Para Félix Ojeda, historiar la vida y obra de Betances siempre fue el descargo de una labor patriótica. Cuando le dedicaba horas, meses y años a seguirle los pasos al ilustre revolucionario boricua, entendía que cumplía con la misma tarea del militante que organiza una protesta o del luchador clandestino que lidera un ataque armado. Todas ellas son tareas necesarias en el devenir de un pueblo que, como el puertorriqueño, aún lucha por lo más básico, porque se le reconozca el derecho a existir con vida propia junto a las demás naciones libres del mundo. Félix Ojeda asumió ese compromiso muy temprano en su vida y hasta su último suspiro todo lo que hizo, incluyendo de forma destacada su labor profesional como historiador, estuvo dirigido a ese objetivo.

En la segunda Tesis Política del Movimiento Pro Independencia (MPI) publicada en 1969, en cuya elaboración Félix participó, se señala: “La cultura como frente de lucha contra el imperialismo no se reduce a las escuelas y universidades. La defensa del patrimonio cultural hay que llevarla a cabo en todos los lugares y en todos los momentos. Pero las escuelas y universidades son campos de primer orden… La manifestación más grave del problema de Puerto Rico es la crisis de identidad en que se debate el hombre puertorriqueño. Cuando la personalidad propia se pone en duda, se vive en un estado de perplejidad e incertidumbre. Después de la familia, la nacionalidad es lo que le da al hombre sentido de pertenencia. Pero bajo condiciones de prolongada dominación extranjera, se desconfía hasta de su propia existencia.”

La educación y, más específicamente el estudio y divulgación de la historia, es el arma que con mayor efectividad combate el problema que se expone en la tesis del MPI. Esa historia la hicieron mujeres y hombres como nosotros y algunos, por el tipo de lucha que desplegaron y las posiciones que asumieron, se convirtieron en un símbolo que todo el pueblo debe conocer y emular. Ese es el caso principalísimo de Betances. Cuando en Puerto Rico se aceptaba con resignación el oprobio de la esclavitud, o se condenaba en voz baja, el caborrojeño se levantó a combatirla. Cuando nuestro procerato se contentaba con reclamar tímidas reformas al colonialismo español, Betances, proclamando que “España no puede dar lo que no tiene”, organizaba la revolución armada.

Betances en el siglo XIX y Pedro Albizu Campos en el XX son las figuras cimeras de nuestra historia y es de primera importancia que su vida y ejemplo se conozcan. Ese conocimiento es un elemento esencial en la lucha cultural que plantea la tesis emepeísta. Por eso, sobre todo por eso, Félix Ojeda dedicó su vida de historiador a estudiar y divulgar las aportaciones de quien Albizu llamó el Padre de la Patria. Al hacerlo, no sólo estaba cumpliendo con su trabajo como académico, sino también con sus tareas como militante de la lucha por la independencia de Puerto Rico.

Esa obligación la asumió muy temprano en su vida. En un libro de próxima publicación, “La Protesta Armada”, donde además de historiar la lucha clandestina puertorriqueña incluye un valioso testimonio de su vida, Félix dice: “En 1958, recién graduado de escuela superior, inicié mis estudios en la Universidad de Puerto Rico. Tenía entonces 17 años y sin pedirle permiso a nadie me arrimé a la Federación de Universitarios Pro Independencia, fundada en Río Piedras durante el mes de octubre de 1956. La FUPI tenía como norte la independencia de Puerto Rico y luchaba por la reforma y democratización de la enseñanza superior. Estaba integrada por jóvenes nacionalistas.” Más adelante añade: “La FUPI era una cofradía de compañeros muy afines. Recuerdo sus reuniones semanales, los juntes culturales, las conferencias en la antigua casa Alcaldía de Río Piedras, así como los piquetes, marchas y mítines en la Plaza de Recreo o en la Amalia Marín de Santa Rita. Además de cumplir con nuestras labores académicas, los fupistas estudiábamos las obras clásicas de la historia y la literatura nacional; pero sobre todas las cosas venerábamos el valor y el sacrificio de don Pedro Albizu Campos.”

A ese compromiso que asumió en la adolescencia le dedicó su vida. Cuando esta lo abandonó con un largo suspiro a los 82 años, se fue tranquilo. Su Patria sigue buscando la redención, pero gracias a militantes como él hay donde afincarse para seguir luchando. A toda la labor que realizó como historiador, contenida en numerosas publicaciones, venciendo las dolencias del último año dejó un libro que ya está en imprenta sobre un tema que la nueva generación debe conocer: la lucha clandestina armada que se desarrolló en nuestro País en la segunda mitad del pasado siglo. Ahí descargó su última tarea como patriota.

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