Lo que  hay detrás del miedo y la desinformación en la campaña electoral

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«Que no jamaqueen el palo«. Ese parece ser el mantra de las fuerzas públicas y ocultas que por los pasados 56 años han multiplicado con creces  sus capitales y los de sus empresas amparadas en los podridos gobiernos del bipartidismo PNP/PPD. Hoy, Jenniffer González del PNP es para esas fuerzas la candidata política que mejor representa el «status quo» y por eso han cerrado filas tras su campaña, que rebosa de dinero y  adulación. Tras ella y lo que ella «representa» se escudan ahora las mismas fuerzas que, hace apenas unos meses, respaldaban a capa y espada la reelección de Pedro Pierluisi, y antes de eso, las administraciones de Ricky Rosselló, Alejandro Garcia Padilla y Luis Fortuño, y mucho antes la sucesión de gobiernos rojos y azules de diverso pelaje que, juntos y por separado, abjuraron de su compromiso con nuestro pueblo para gobernar al gusto de esa claque inamovible cuya «prosperidad» depende de que nada cambie en Puerto Rico. El resultado de ese limbo letal han sido la quiebra fiscal y la ruina económica de Puerto Rico y, peor aún, el empobrecimiento progresivo  de nuestra clase trabajadora y demás sectores populares.

Esas fuerzas públicas y ocultas han encontrado su zona de confort en el discurso político banal que habla de cambio de la boca hacia afuera en tiempos de campaña política, pero después gobiernan para que nada cambie. En una suerte de trueque, dichas fuerzas nutren los partidos y gobiernos mientras estos les devuelven su «inversión», ya por medio de «contratos»  o del trato preferencial a sus proyectos y propuestas. «Tírame un camino por aquí, o una acera por allá. Hazte de la vista larga porque me quedé con una playa, o rellené un mangle, o conseguí un cambio de permiso de  zonificación expedito para un proyecto que no avanzaba». Son los que reparten dinero y regalos a cambio de contratos, los que compran escuelas cerradas por una bagatela, los que talan arboledas para sembrar cemento, enajenan patrimonio histórico y edificado para construir adefesios, o sencillamente no necesitan de mucho esfuerzo para obtener leyes y permisos a la medida, o decisiones que saquen del medio a sus opositores. La frase de que «el que tiene padrino se bautiza» ha sido la realidad del rejuego político en Puerto Rico por demasiados años, y una de las principales causas de la corrupción pública y privada que nos arropa.

A esos grupos lo único que les importa es que no se toquen sus privilegios. Por eso, el discurso de Juan Dalmau y La Alianza de «limpiar la casa» para hacer buen gobierno, y de iniciar la ruta de la reconstrucción del maltrecho país que nos entregarían, y las demás propuestas de cambio positivo  que están teniendo eco en nuestro pueblo, los tienen muy asustados, porque en el ideario de las élites y en su burbuja de privilegio,  ellos y sus intereses  son «el País» y el cúmulo de necesidades y aspiraciones de nuestro pueblo son un asunto secundario.

Pero además hay otro elemento que sirve de retranca al cambio. Se trata del singular  ejército de «batatas políticas» que puebla todas las instancias en las tres Ramas del Gobierno de Puerto Rico, el cual se ha enquistado como un cáncer en las dependencias públicas y desde adentro sabotea cualquier esfuerzo para que se sigan las reglas del mérito en el reclutamiento para el servicio público. Esto incluye a políticos activos y  derrotados que se ponen el sombrero de «contratistas» para asegurarse su parte del pastel del presupuesto gubernamental. En días recientes publicó un estudio que indica que el 60% del presupuesto público se destina a servicios  contratados. Eso nada más es una muestra del «mal de fondo» que ha convertido las dependencias públicas en sucursales del PNP/PPD y agencias de empleo para allegados y «amigos del alma».

El creciente respaldo del pueblo a los candidatos y candidatas de La Alianza amenazan el control del gobierno que hasta hoy mantienen el PNP/PPD  y sus » padrinos» poderosos. De ganar La Alianza, se abrirá finalmente la «caja de Pandora» dejando a la vista del país y más allá el rastro de evidencia y podredumbre que los malos gobiernos llevan más de cincuenta años tratando de esconder. Por eso, son esas mismas fuerzas las que promueven y financian la  estrategia del miedo y la desinformación, utilizando su dinero y su poder económico y mediático para lanzar lodo y cortinas de humo y mentiras sobre los candidatos y candidatas de La Alianza e intentar desanimar a sus seguidores.

Pero la fuerza arrolladora del cambio positivo está a punto de alumbrar en Puerto Rico. Viene de la mano de una juventud que «ya no se deja» y  del  liderazgo de Juan Dalmau y La Alianza , que con su energía, ideas innovadoras  y un trabajo incansable de educación están derribando barreras y abriendo el surco de una nueva forma de gobernanza limpia y transparente, y de un futuro de reconstrucción social, desarrollo económico y esperanza para esta Patria Puertorriqueña que tanto amamos.

 

 

 

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