Sinners (dir. Ryan Coogler, EE.UU., 2025) no es tan solo una fantástica película de horror. Es también una épica musical y visual que retrata la cultura e historia afroamericana en el sur de los Estados Unidos durante la década de los1930. Ryan Coogler se hizo de un nombre en la industria con excelentes secuelas como Creed (EE. UU., 2015) y con películas de Marvel como Black Panther (EE. UU., 2018) y Black Panther: Wakanda Forever (EE. UU., 2022). El director ha tomado historias donde predominan voces blancas para redescubrirlas a través de la historia y cultura afroamericana. De esta manera, aunque Creed continúa la historia de Rocky Balboa, su enfoque es en el joven boxeador hijo de Apollo Creed, Adonis (Michael B. Jordan), y su ascenso en el deporte. Coogler también diseñó para el cine el personaje de Black Panther y la civilización de Wakanda, creados por Stan Lee y Jack Kirby para Marvel en el 1966. En Black Panther, el director combina elementos del afro-futurismo y representaciones de diversas culturas africanas para crear uno de los mundos más interesantes del universo cinematográfico de Marvel. La voz de Coogler, que se oye claramente en estos proyectos, estalla gloriosamente en Sinners. Ahora Coogler nos trae una joya gótica sureña que combina géneros tan diversos como las películas de mafia, el horror, y un poco de las películas musicales que van desde Cabin in the Sky (dir. Vincente Minnelli, EE. UU., 1943) hasta O Brother, Where Art Thou? (dirs. Joel e Ethan Coen; Reino Unido, Francia y EE. UU.; 2001). En Sinners, Coogler cuenta una historia que él mismo escribió sobre culturas marginadas en un Mississippi donde los monstruos esperan a ser invitados a pasar por la puerta para así robarles la voz.
La película abre con un viaje a través de espacios icónicos de la cultura afroamericana sureña de la primera mitad del siglo 20. Vemos la iglesia protestante desde donde un pastor negro condena el pecado; la cabaña algo oscura donde venden hierbas y conjuros ancestrales africanos; las plantaciones de algodón en Mississippi que hacen referencia a la historia traumática de la esclavitud; el juke joint, donde los músicos de blues inspiran a la gente a bailar como en la pintura de Sugar Shack de Ernie Barnes. Al principio, Stacks (Michael B. Jordan) y su hermano forman un grupo para abrir su juke joint que incluye a Sammy (Miles Caton), un joven guitarrista cuyos hechizantes blues atraen a los malos espíritus; Delta Slim (Delroy Lindo), el músico alcohólico que ha visto demasiado en la vida; y Annie (Wunmi Mosaku), que cocina y crea protecciones y conjuros. Este grupo se prepara para abrir un espacio de música delirante y bailes sudorosos desde donde, sin saberlo, batallarán contra las fuerzas del mal en un conflicto de proporciones épicas.
Sinners es realmente una colección de historias de pecadores. Estos pecadores son aquellos hombres condenados por tocar su propia música y explorar la belleza de lenguajes corporales en desafío a la moralidad religiosa y las sensibilidades blancas. Hay un momento emocionante en la pelicula donde la música rompe con las limitaciones del tiempo y del espacio develando las culturas que coexisten en la expresión artística. En ese instante, el juke joint se torna en un espacio donde los ancestros beben y bailan entre los vivos. Asimismo, los espíritus del mal también traen su propia música, bellísimas melodías irlandesas que inspiran bailes monstruosos para atrapar a los vivos. Las culturas representadas en la película (mayormente afroamericana, irlandesa y china) representan experiencias de marginalidad en los Estados Unidos. Sin embargo, mientras unos buscan vivir la belleza de su identidad cultural, los monstruos blancos buscan apropiarse de las demás para hacerlas suyas. La transformación del humano al monstruo también simboliza el horror de la asimilación y la apropiación cultural.
Me consta que el horror no es para todo el mundo y Sinners tiene escenas sangrientas que son cónsonas con el género. Pero si usted puede con esto, vea esta película en la pantalla más grande que encuentre. Y no se vaya durante los créditos, ya que hay un epílogo que añade otro detalle que, aunque innecesario, no deja de ser interesante.