“Nunca nos faltará su amor”

Foto David Gasser

Por María de los Ángeles Vázquez  

Buenas tardes a todos y todas. Gracias por acompañarnos en esta despedida y regreso definitivo de Rafael a su querido Mayagüez.  Quisiera comenzar mi mensajes para ustedes leyendo unos versos que Rafael publicó en 1995 en su libro Pólvora y Palomas.

Mayagüez 

siempre será

mi punto de partida y 

de regreso,

no hay en todo el sistema solar

ningún cielo como su cielo,

ningún mar como su mar.

…..

Mayagüez 

siempre será

el centro de 

mi universo.

Así amaba Rafael a su pueblo, a Mayagüez.  En el transcurso de su larga vida, se marchó de su amada ciudad varias veces, pero nunca porque quiso, siempre fue por causas de fuerza mayor. Pienso que yo fui su última causa de fuerza mayor.

Vine a Mayagüez muchas veces con Rafael. Me llevaba a conocer su barrios: Dulces Labios, donde nació; el barrio Colombia, donde se crió, la calle Nenadich, donde vivía casa con casa de su querida prima hermana Mimi Cancel; la casa de la calle Estación número 10 donde pernoctaba don Pedro Albizu Campos cuando visitaba Mayagüez, la plaza Colón, donde corría patines y jugaba con “los títeres de Mayagüez”.  Hacíamos una parada obligada en la Panadería Ricómini para comprar pan de flauta. Si nos acompañaba nuestro hijo Rafaelito, el pan no llegaba a San Juan. Llevábamos, además, nuestro suplido de brazo gitano de guayaba y “bombotó”. Más de un amigo sanjuanero vino a Mayagüez para averiguar qué era eso de “bombotó”, entre ellos Julio Muriente.

En esos recorridos, pasábamos frente a esta Catedral, donde en su adolescencia Rafael soñó con ser sacerdote, inspirado por una biografía del padre Damián, quien había dedicado su vida a cuidar leprosos.  Hasta que como él decía, “le pasaron unas piernas por el frente”.

Yo, por otro lado, me imaginaba en este sagrado recinto, con mi amado Rafael, haciendo lo que hoy hago ante ustedes: regresando a Rafael a su punto de partida, cumpliendo con mi promesa de que Rafaelito y yo lo traeríamos de vuelta a su amado pueblo, para que descansara para siempre entre sus queridos compueblanos.  Hoy es ese día.

Al partir Rafael nos dejó, a Rafaelito y a mí, una herencia de incalculable valor: una familia inmensa. Nos deja sus hermanos escogidos que le han acompañado con amor y solidaridad desde que regresó a la Patria, hace ya 44 años y medio.  Nos deja a sus maravillosos hijos “postizos” como les llamaba, que no por “postizos” eran menos queridos, eran los hijos de su espíritu, de su lucha.  Y nos deja también valiosas lecciones de vida:  Ningún puertorriqueño, de buena fe, es mi enemigo;  La Patria es valor y sacrificio… y astucia;  No se culpa al engañado, se culpa a quien lo engaña.  Cada uno de ustedes recordará alguna expresión de Rafael llena de sabiduría y muchas veces de su chispeante humor.

Vivió cada día cónsono con su máxima:  Se llega más pronto a la meta de pie que de rodillas. Dicho en otras palabras, con dignidad.  Citando las palabras de José Martí, Rafael Cancel Miranda era de los hombres que cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres.  Rafael Cancel Miranda era uno de esos hombres. Tenía en sí el decoro, la dignidad de muchos hombres y mujeres, el valor de muchos,  la sabiduría de muchos.

Catedral Viejo San Juan Misa por el descanso de Rafael Cancel Miranda oficiada por Monseñor Roberto González. Celeste (su nieta) Rafael Cancel Vázquez y su madre María de los Angeles Vázquez.

Pero, sobre todo, más que todo, tenía el amor, el amor del verdadero revolucionario, como señalaba El Che. El amor a su pueblo, a su gente.  Lo extrañaremos mucho:  su imponente presencia, siempre guapo; sus penetrantes ojos negros, su sonrisa sincera; su palabra certera, su solidaridad, su generosidad hasta el defecto, si acaso eso es posible, su pasión en la lucha.

Pero nunca nos faltará su amor, y ese amor nos guiará para ser verdaderos revolucionarios, al estilo de Cristo, con compasión, con humildad, pero con firmeza y dispuestos a luchar, cada uno desde su trinchera y como sea necesario, y como Cristo, dispuestos a darlo todo por los nuestros.

El amor de Rafael nos guiará por el camino de la salvación de nuestra Patria, que necesariamente será nuestra propia salvación.

Deseo en este momento y desde esta Catedral expresar mi agradecimiento y el de mi hijo Rafael al Arzobispo de San Juan, monseñor Roberto Octavio González, por su cariño y atenciones con nuestra familia; a monseñor Álvaro Corrada del Río, Obispo de Mayagüez; a los sacerdotes concelebrantes, a los monaguillos y a todos los religiosos y religiosas presentes. Muy especialmente, agradecemos a los compañeros y compañeras de Servicios Funerarios Católicos en San Juan y Mayagüez. A ellos entregamos el cuerpo de nuestro amado Rafael en la noche del 2 de marzo. Nos han acompañado con el mayor respeto, nos han cuidado, apoyado en los momentos más difíciles, pero sobre todo, cuidaron a Rafael con profundo amor durante esta larga jornada. Para ellos, para cada uno de ellos y ellas, nuestro más grande reconocimiento y profundo agradecimiento.

Muchas gracias.

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Mensaje pronunciado en la Catedral Nuestra Señora de la Candelaria, Mayagüez, Puerto Rico, 8 de marzo de 2020.

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