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Sin razón de ser las castas políticas del andamiaje colonial

El mes de enero de 1949 marcó el comienzo de una nueva etapa del coloniaje de Estados Unidos en Puerto Rico. Ese fue el año en que Luis Muñoz Marín y su Partido Popular Democrático (PPD) asumieron la administración del gobierno de la colonia mediante el voto directo del electorado puertorriqueño. Previo a eso, había sido la colonia pura y dura de las actas Foraker y Jones, y la sucesión de gobernadores del Norte, unos malos y otros peores, que habían mantenido a la población de Puerto Rico en condiciones de abyecta pobreza.
Ya Estados Unidos extendía su poderío militar por el mundo entero, proliferando  sus bases militares en suelos, mares y espacios aéreos en los cuatro puntos cardinales del planeta. Puerto Rico era su colonia en El Caribe, una de gran valor estratégico, por lo cual aquí se establecieron complejos militares de gran poder, como el de la Marina de Guerra, con la base naval en San Juan y el complejo de Roosevelt Roads en Ceiba, conectando con los campos de tiro y las aguas territoriales de Vieques y Culebra. También estaba la poderosa base de la Fuerza Aérea, Ramey Field en Aguadilla, con sus aviones bombarderos B-52 que estremecían todo a su paso, además del complejo del Fuerte Buchanan, del ejército de tierra, y una red de instalaciones y campos de entrenamiento militar a través de toda la Isla. Puerto Rico se convirtió en un territorio totalmente militarizado y al servicio del aparato militar más poderoso del mundo.En ese contexto, advino nuestro pueblo al llamado «gobierno propio», transformado en 1952 en la farsa del Estado Libre Asociado (ELA) y en un sistema de dos castas políticas que han dado legitimidad y sostén al andamiaje colonial de Estados Unidos en Puerto Rico desde entonces. Primero se llamaron Partido Popular Democrático (PPD), promotor del llamado  ELA  y Partido Estadista Republicano (PER), promotor de la llamada » estadidad» o anexión de Puerto Rico como estado de Estados Unidos.
Desde 1968, la facción más grande del PER pasó a llamarse  Partido Nuevo Progesista (PNP), ganó las elecciones generales de ese año , y así han seguido, PPD, bajo el pretexto del ELA y PNP, bajo el pretexto de la «estadidad», alternándose la administración de esta colonia hasta nuestros días.
Desde 2016, y por virtud de la Ley PROMESA y las facultades omnímodas del Congreso de Estados Unidos sobre Puerto Rico, la suerte se les vino abajo.  La farsa del ELA fue desvelada por el propio gobierno de Estados Unidos que nuevamente impuso en Puerto Rico la colonia pura y dura, esta vez bajo el mandato de una Junta de Control Fiscal (JCF), nombrada y aprobada desde Washington, y con facultad para revocar planes y decisiones del gobierno colonial de turno.
Cuando ya no le.convino, el Congreso de Estados Unidos abandonó el ELA, pero tampoco ha movido un dedo para posibilitar la  «estadidad». Puerto Rico sigue sumido en el mismo pantano colonial del año 1898, cuando las tropas del General Miles desembarcaron por la bahía de Guánica.
Mientras, las dos castas políticas del andamiaje colonial se han ido desgastando. Hoy son dos carapachos huecos y sin contenido, planes ni ideas para producir los cambios que Puerto Rico necesita urgentemente. Peor aún, son dos estructuras corruptas y tan apegadas a su recortado poder que se han quedado inmóviles, paralizadas en su propia maraña de errores. Tanto así que, entre las elecciones de 2016 y 2020, en sólo cuatro años, los dos  partidos  perdieron entre un 8 y un 10 porciento de su fuerza electoral.  Por eso, nadie con poder en Washington les toma en cuenta, ni les respeta, y mucho menos, les consulta sobre ningún asunto de peso para la población que dicen representar.
Para nuestro pueblo estos partidos se han convertido en un lastre demasiado pesado.Solo basta ver el desfile de políticos corruptos del PNP-PPD por el Tribunal de Distrito Federal, o la cacería de brujas contra un adversario, como el.caso del PNP y la Oficina del Fiscal Especial Independiente (FEI) contra la representante del Movimiento Victoria Ciudadana, Mariana Nogales, o el espectáculo de incompetencia del PPD con la elección de su próximo presidente, para que el pueblo entero se dé cuenta de que no tienen remedio.
La crisis en todos los órdenes que vive nuestro país es el resultado de una combinación letal. De un lado, la inercia de un gobierno metropolitano indiferente, indolente y poco responsivo a los reclamos de su colonia,  y del otro, la mediocridad, el derrumbe moral y el  desprestigio de las dos castas políticas que se turnan el gobierno de Puerto Rico cada cuatro años, y que ya, si es que alguna vez la tuvieron, han dejado de tener razón de ser.
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