“Spanish” NO, boricua

«Are you Spanish?” Esa pregunta, cuya traducción literal es “¿eres español?”, es una de las que más aborrezco desde que vivo en el norte anglo.

Además de que es un disparate, ya que técnicamente te preguntan si eres el idioma español, la utilizan los gringos para toda aquella persona que habla esta lengua. Más bien se usa para referirse a los latinos y latinas.

Siempre respondo que “no, soy puertorriqueña’, a lo que me contestan, “eso mismo”. Dependiendo de la persona que haga el comentario, y de la circunstancia, le refuto, que no es lo mismo y le explico porqué. En otras instancias, simplemente doy una falsa sonrisa, de esas que solemos brindar cuando queremos decir jódete, pero no es “politically correct” pronunciar una palabra soez.

Entonces, una se pregunta: ¿por qué todo el tiempo se tiene que clasificar y categorizar ‘al otro’? ¿Por qué se les hace tan difícil decir latinos o hispanos?

En la mayoría de los casos es parte del racismo que está calado en la psiquis de los estadounidenses, que a veces es adrede, hiriente, y en otras es inconsciente, pero siempre igual de ofensivo.

Y no es que una quiera ser más papista que el Papa, pero hay que tener las cosas claras.

Es una vagancia insultante. Porque es el reducir a las millones de personas pertenecientes a 20 países diferentes del mundo, y a su descendencia, a una sola característica: que hablamos español. Es decir que todos somos lo mismo, que la cultura, las costumbres, los orígenes étnicos, la idiosincrasia de toda esta gente es igual. Que un ecuatoriano es igual que un chileno, que una guatemalteca es igual que una dominicana; incluso que un colombiano es igual que un brasileño, aunque el último ni siquiera hable la lengua de Cervantes. Pero ni hablar de si alguien tiene la osadía de confundir a un estadounidense con un canadiense, porque rápido se les pone el falso patriotismo americano ‘born in the USA’ a flor de piel.

A veces hasta lo dicen creyendo que te brindan un cumplido y que una le agradecerá el comentario. “Wao, eres tan sigilosa que pareces una ‘Spanish Ninja’”, me dijo un compañero de trabajo. “Quiero que me enseñes a hacer habichuelas como una ‘real Spanish girl’”, me dijo una amiga gringa un día.

Cuando el comentario viene de un afroamericano, es diferente. Me choca porque lo hace una persona que pertenece a un grupo que sufre a diario injusticias en su contra, solo por el color de su piel. Una pensaría que serían más solidarios y no que repetirían el disparate de los blancos.

Esta nefasta manía no es nueva. Allá para cuando mi santa madre estudiaba su bachillerato en los 1960, en una universidad de Indiana, una amiga le regaló un magneto que leía “Kiss me, I’m Spanish” (Bésame que soy español). Cuando mi mamá llegó a Puerto Rico con su colorido magneto, mi abuelo (QEPD), prácticamente le arrebató dicho objeto y lo botó furioso, por la gran ofensa.

Pero la cosa se pone peor. En estos momentos la sociedad estadounidense adoptó la palabra con tal naturalidad que quiere obligar a que los hispanos y latinos nos identifiquemos y asimilemos dicho término.

Claro, sin tener que entrar en teorías de conspiración, me reafirmo que todo esto se debe al racismo desmedido, que ahora es validado por el presidente de turno. Porque desde noviembre de 2017, en el que por desgracia el millonario empresario Donald John Trump se convirtió en el presidente número 45 de los Estados Unidos, he sentido un cambio dramático en las miradas incómodas de la gente cuando voy al supermercado o a la farmacia y hablo español con mi crío.

Y es que en tiempos en que una de las promesas de campaña del gobernante es construir un muro entre los Estados Unidos y México, y para colmo, que lo paguen los vecinos del sur, es difícil no pensar en los atropellos contra los hispanos.

En momentos en que las autoridades federales dividen las familias de inmigrantes y le arrebatan a los niños y niñas a sus padres, para encerrar a los pequeñines en cárceles, que asemejan jaulas, y relocalizarlos lejos de sus progenitores, es duro no llorar de frustración.

En días en los que un hombre, identificado por medios estadounidenses como el abogado neoyorquino Aaron Schlossberg, amenaza con llamar a ICE (el Servicio de Inmigración y Aduanas de los Estados Unidos) porque había unos empleados hablando español y asumió que los trabajadores eran indocumentados, es imposible no sentir ira.

“Tus empleados están hablando español a los clientes, cuando deberían estar hablando inglés. Esto es Estados Unidos”, dijo Schlossberg en el video al gerente del restaurante. “Si tienen los huevos de venir aquí y vivir de mi dinero, yo pago por su bienestar, yo pago para que puedan estar aquí, lo menos que pueden hacer es hablar inglés”, continuó diciendo visiblemente alterado.

El incidente fue grabado con un teléfono celular y ampliamente difundido. El video generó una avalancha de reacciones en las redes sociales y muchos usuarios calificaron de “racista” e “intolerante” al protagonista del mismo. Hasta el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, escribió en Twitter que la fuerza de la ciudad es “su diversidad”, agregando que era el hogar de personas que comparten más de 200 idiomas.

Y para mi gran sorpresa, no son solo los latinos y latinas los que sufren atropellos por hablar castellano. Ingenuamente pensaba que los españoles por ser europeos no eran tratados así. Varias personas de mi familia me corrigieron y me explicaron que los oriundos de la península ibérica también son maltratados, pero claro, porque cuando hablan español, la gente ignorante piensa que son inmigrantes latinoamericanos.

Por eso creo en la lucha, en el activismo y en educar a la gente. Hay demasiada ignorancia atrevida, que anda realenga y sin encomendarse a nadie.

Cuando les confirmo a los gringos que sí hablo español, pero que soy de Puerto Rico, muchos me responden que “me encantaría hablar otro idioma. Tomé clases de español en ‘high school’, pero no me acuerdo de nada; solo sé decir ‘hola’”. A lo que respondo “nunca es tarde para aprender. Hazlo, y así podrías practicar conmigo”, con una sonrisa altiva.

En los Estados Unidos viven actualmente 56.5 millones de hispanos, según el Pew Research Centre y de acuerdo con los cálculos del Instituto Cervantes, el 18% de los habitantes de Estados Unidos habla español.

Hablar español en los Estados Unidos en estos momentos es un ejercicio de afirmación, de orgullo. Es un acto de rebeldía que continuaré con temeridad.

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