Trump y el frío ártico de enero

El Presidente de los Estados Unidos Donald Trump, llega al aeropuerto de la Guardia Ncional, en la Base Muñiz. EL Presidente visita la isla a dos semanas del paso del huracán María por Puerto Rico. EFE/Thais Llorca/Pool

En Rojo

0. Como en un cuento de Jack London, la mañana era gris y fría. Condenadamente fría. Podemos buscar tres o cuatro sinónimos para tratar de hacer énfasis en lo que sucedía mientras se celebraban los caucus en el estado de Iowa. ¿Una mañana gélida? Sí. Sin embargo, resumamos: una ola de frío ártico golpeaba gran parte de EEUU dejando al menos cinco muertos y sobre 600,000 ciudadanos a oscuras al noreste de Estados Unidos. Mientras tanto, unos cuantos miles de ciudadanos salieron de sus casas y participaron del proceso. Un caucus no es una primaria. Las primarias son una especie de elecciones de un partido para seleccionar candidatos. Los caucus requieren que los miembros del partido asistan a un lugar, en persona, a una hora específica. Los centros de votación suelen ser escuelas, centros comunitarios y, no faltaba más, iglesias de todo el estado.  Los representantes de los candidatos – o ellos mismos- pronuncian discursos antes de que los electores emitan su voto.

Semanas antes del proceso en Iowa los candidatos republicanos viajaron por semanas a todos los rincones del estado. La gobernadora y la inmensa mayoría de los pastores evangélicos del territorio apoyaron a De Santis, sentado a la derecha de Trump. El otro candidato caricaturesco -y no por ello menos cáustico- Vivek Ramaswamy, hijo de inmigrantes, ejemplo de hombre exitoso, no solo aceptó la derrota en su primer combate presidencial, sino que decidió retirarse de la campaña y apoyar a Trump. Ramaswamy, es un biólogo (Harvard) que luego se licenció en Derecho (Yale). Entre sus haberes está ser socio fundador de Strive Asset Management, una empresa de gestión de inversiones que en las decisiones de inversión, se pasa por donde no da el sol los asuntos medioambientales y sociales. Estos parecen buenos candidatos desde la óptica distorsionada del partido republicano. Sin embargo, quien subió al escenario para dar un discurso de victoria fue el candidato que protagonizó un intento de impedir mediante la violencia la proclamación del presidente de los EEUU el 6 de enero de 2020. Según la prensa corporativa norteamericana, probablemente ganaría en todos los condados del estado, a excepción de uno. Sí, Donald Trump.

Cualquiera pensaría que un hombre que está en la mirilla pública por aquel motín de hace cuatro años sería comedido. Circunspecto. Pero no es por elegante que Donald Trump tiene miles de seguidores en todos los eEEUU. Luego de alzarse con la victoria lo primero que hizo fue atacar a las miles de personas que están llegando en busca de asilo a Estados Unidos.  La cadena hispana reportaba la longaniza intelectual del ex primer mandatario: Vamos a tener que cerrar la frontera, tenemos que parar la invasión”; “vienen de prisiones y de países que la mayoría de personas no han escuchado”; Tenemos una invasión de millones y millones que están llegando a nuestro país”; “Vienen de instituciones mentales, son terroristas, vienen cientos y cientos de terroristas. Nadie sabe dónde están”. Puede uno concluir que el intento de De Santis, un conservador de la conservadora Florida, anti gay, anti inmigrante, dispuesto a coartar derechos humanos elementales, no fue lo suficientemente incendiario. Trump derritió el hielo con su discurso apocalíptico. H.G. Wells no lo pudo decir mejor. Trump insiste en un muro que detenga a los alienígenas.

1. El seis de enero de 2021 presenciamos lo que a todas luces parecía una intentona de impedir una transición democrática del poder en EEUU. Un grupo de sediciosos atacó el Capitolio en la capital federal. Vamos por partes. La sedición se considera un delito federal en los Estados Unidos y está castigada de acuerdo con el Título 18 del Código de los Estados Unidos, Sección 2384. Según esta sección, la sedición se define como la conspiración para derrocar, destruir o tomar por la fuerza el gobierno de los Estados Unidos, o para impedir por la fuerza el funcionamiento de cualquier rama del gobierno.

La pena por sedición puede incluir multas y/o prisión. Según la ley, aquellos que son declarados culpables de sedición pueden ser condenados a un máximo de 20 años de prisión. También pueden enfrentar multas y otras sanciones. La aplicación de la ley y las penas pueden variar dependiendo de las circunstancias específicas de cada caso y de la interpretación de los tribunales.

Cuando Enrique Tarrio, exlíder de los Proud Boys, fue condenado a 22 años de prisión por su planificación del ataque contra el Capitolio parecía ser apenas la punta de un iceberg. Tarrio, al igual que Ramaswamy, es hijo de emigrantes. Se crió en la Pequeña Habana y dirigió Latinos por Trump en el estado de Florida. La sentencia fue la última de una serie de tres juicios por conspiración sediciosa. Según algunos partes de prensa,  todo lo relacionado con aquel 6 de enero de 2021 en el Capitolio es la mayor investigación que haya realizado el Departamento de Justicia y es probable que se prolongue durante meses o incluso años y que haya nuevas acusaciones antes de que las faltas prescriban.

Ahora bien, Trump, el ídolo de la turba , ¿está acusado de conspiración sediciosa? No. Los delitos por los que se le acusa son injerencia en las elecciones, que inició en Washington el fiscal especial Jack Smith y, en Georgia, la fiscal de distrito del condado de Fulton Fani Willis. Además tiene otro par de juicios en agenda relacionados con el manejo de materiales clasificados que se llevó a su casa al terminar su mandato y por hacer pagos por el silencio de una actriz porno. En otras palabras, la campaña de Trump parece que estará centrada en su papel de víctima de un sistema que lo persigue. Esa caracterización le ha rendido buenos frutos. Ganó el primer caucus del partido republicano en medio de una tormenta polar.

  1. Al principio de esta nota me refería a un cuento de Jack London. Me refiero a La hogera. Perdonen la larga cita:El día amaneció gris y frío, extremadamente gris y frío, cuando el hombre dejó la ruta principal del Yukón y trepó el alto terraplén, donde un sendero pequeño y apenas visible conducía hacia el este entre los bosques de gruesos abetos. Era una ladera pronunciada y enla cima se detuvo a cobrar aliento, disculpándose a sí mismo el descanso para mirar el reloj. Eran las nueve. No había sol, ni siquiera un indicio del mismo, a pesar de no haber ni una sola nube en el cielo. Era un día despejado y, sin embargo, parecía existir un manto intangible sobre la superficie de las cosas, una tenebrosidad sutil que oscurecía el día debida a la ausencia de sol.

¿Por qué cito este cuento del formidable escritor norteamericano? No sé ustedes, pero veo un “manto intangible sobre la superficie de las cosas”. Ante el triunfo de la derecha extrema y los discursos de odio, ante la impunidad de los genocidas y el coro de admiradores de la muerte, ¿no perciben una tenebrosidad sutil que oscurece los días? Por si acaso, busquemos las instrucciones para encender un fuego.

 

 

 

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