Uno ocho cinco a San Juan por el uno

 

Ese era el estribillo preferido de mi papá poco antes de irse a buscar lo que no sé si encontró en Orlando. Acaso lo último de aquel año de 1975, poco antes del intercambio de prisioneros chinos y vietnamitas. Recitaba el llamado corito arriba mencionado por el auricular del pesado radioteléfono que iba empotrado como un 8-track, por debajo de la guantera. El carro anodino recuerdo que llevaba unos shock absorbers hidraúlicos, ya que la casa iba para Gil Boneta, y había que preparar el vehículo para el peso insoportable del remolque por el que mi nuevo papá nos iba a llevar por toda la isla. Periplo utuadeño: Campamento de Los Cuerpos de Paz. Luego una de las pocas estaciones de Fuentes Fluviales, custodiada por los soldados de la Guardia Nacional.

Ya entonces Gil estaba pensando seriamente en hablarme de los aviones del anterior enfrentamiento con Europa y eso por eso que me ocupé de leer un poco sobre el asunto como cuarenta años más tarde. Que los armara con la pega Testors con la que los tecatos se curaban a falta de pan era más que elocuente aserto de mi querido tutor.

 

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