En Reserva-Eternamente Pablo: una reflexión sobre la muerte

 

 

 

Especial para En Rojo

 

Que soledad tan sola te inundaba

en el momento en que tus personales

amigos de la vida y de la muerte

te rodeaban.

(Fragmento de la canción A Salvador Allende en su combate por la vida, de Pablo Milanés)

Hace poco hablaba con una amiga sobre la muerte, un tema que me paraliza y que, por alguna razón, está siempre presente en mi cabeza. La certeza de los vivos, le llaman.

El tema no me preocupa demasiado por lo que pase conmigo luego de ella. Más bien, me aterra el vacío que queda luego de una muerte dolorosa y cercana. Ya viví una partida así, intensa, y saber que volveré a experimentar ese desconsuelo, porque así es la vida, me puede llegar a angustiar. Como sé que de nada vale preocuparse en la víspera ante situaciones que no podemos cambiar o controlar, finjo que el tema no me preocupa demasiado; pero no es así.

Luego de esa conversación con mi amiga, recibo la noticia de la muerte de Pablo Milanés, mi cantante de nueva trova favorito. Comencé a escucharlo desde pequeña, cuando la resonancia de su voz y de sus mensajes llenaron el breve espacio de mi pequeño mundo de entonces. En aquel momento, sabía que estaba experimentando una voz imposible de ignorar y de no amar. En la nueva trova, como en tantas otras cosas, Pablo fue precursor y pionero.

Su muerte, su partida física, me llevó nuevamente a pensar en cómo es de injusta e ingrata la vida humana. Después de una partida intensa y dolorosa, para el doliente, la vida se pausa, se detiene…, pero para los demás, la vida continúa. Se fue Pablo Milanés y la vida sigue para tantos, como si su paso por ella no valiera nada, como si cada segundo de su transitar en la tierra se esfumara. Quizás surco la mente de Pablo en este instante. Para recordarlo, utilizo el mensaje que, junto a tantos otros, usó para educarnos con su voz legendaria y su incomparable talento:

La vida no vale nada
si yo me quedo sentado
después que he visto y soñado
que en todas partes me llaman.
La vida no vale nada
cuando otros se están matando
y yo sigo aquí cantando
cual si no pasara nada.
La vida no vale nada

[…]

Si tengo que posponer
otro minuto de ser

y morirme en una cama.

Pablo siempre supo cómo ser fiel a sus convicciones para defender las causas, siempre conforme a su juicio constante de transitar por la senda de la verdad y la justicia. En sus canciones marcó posturas y vistió con flores, pero también con realidades, la revolución. En sus últimos años, no dudó en cambiar de rumbo, conforme a las transformaciones que se van gestando en los seres humanos, ya sea por el dolor de sentirse lejos de su patria o por la madurez que van dejando los años.

Pablo vivió asediado por muchas dolencias y varias condiciones de salud. Ninguna pudo jamás doblegar su espíritu de valentía y ansias de libertad.

Su legendaria e inconfundible voz le hubiera, por si sola, abierto las puertas del éxito en el mundo artístico, pero su excelente timbre vocal fue tan solo un elemento entre sus múltiples atributos como cantante, compositor, músico, arreglista, visionario y ser humano. Esa amalgama de virtudes solamente las reserva la vida para los escogidos, para los incomparables, para los arquetipos, para los inmortales.

Como admiradora de su gran talento, fui a su último concierto en Puerto Rico. El amor por esta isla nuestra estuvo presente en la veintena de canciones que entonó aquella noche de mayo. Los productores llamaron aquel concierto Canciones para siempre, tal vez como una ofrenda inmortal del artista a quienes lo admirábamos. Hoy, años después de aquel momento, recuerdo con claridad la emoción que sentí al verlo cantar en directo, por primera y única vez. Poco sabía yo, refraseando al poeta Paul Géraldy, que llegaría un día en que nuestros recuerdos serían nuestra riqueza. Gracias a Pablo mi caudal de experiencias únicas creció exponencialmente con aquel espectáculo.

Si así de inolvidable fue la vida de Pablo Milanés, ¿qué puedo hacer yo para trascender o para que la vida de a quienes temo perder sea recordada eternamente?

La vida es un proceso y un proyecto que hay que depurar, refinar, mejorar y enriquecer cada día. Como repetía Pablo en una de sus canciones más emblemáticas, a cada paso y en cada nueva circunstancia, se impone siempre un pedazo de temor o de razón. Es ese temor combinado con razón el que hoy me hace escribir estas líneas; esa razón que me intenta preparar para la partida de familiares, de leyendas como Pablo o de mi propia muerte.

Pablo, me convenzo, es eterno. El maestro Pedro Albizu Campos, su colega en eso de adentrarse en la eternidad, dijo una vez que para acceder a la inmortalidad hay una sola puerta. Pablo ya cruzó esa puerta y se paseó sobre las sombras de la muerte serenamente y en absoluta paz. El legado de Pablo no morirá, pero ¿qué pasará con el mío o con el de los demás?

Apenas a unos días de la muerte física de Pablo y, luego del obligado proceso de aceptación que nos impone la vida, yo vuelvo a pensar en la muerte. Reflexiono forzosamente en el peregrinar por el mundo de cada ser humano y lo que habrá de ser nuestro legado o aportación para dejar a nuestros sobrevivientes.

¿Cómo debo vivir para no olvidar? ¿Cómo puedo prepararme para sufrir menos estas pérdidas que nos estremecen? Cualquier reflexión que haga de ahora en adelante deberá tener la vida de Pablo Milanés como referente.

A pesar de la brevedad de la vida, algunos como Pablo alcanzaron la eternidad. Algunos como él no se quedaron sentados, “cual si no pasara nada”. Algunos como él nunca pospusieron un solo minuto de ser, a pesar de estar asediados por el dolor y la muerte.

El eterno Pablo hoy está en algún lugar más allá del misterio, después de haber vivido una vida plena. Como en muchas de sus presentaciones, me parece verlo empuñando su amada bandera cubana. A su lado, veo entrelazada su hermana gemela, nuestra bandera puertorriqueña. Hoy, no tengo dudas, están ambas insignias desplegadas y libres sobre las cumbres del infinito.

Tremendo reto nos dejas al resto, querido Pablo.

Por eso y por más, gracias, Pablo, eternamente.

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