Acompañar al olvido

 

La memoria, cimiento y raíz de nuestras historias personales, ha sido pilar esencial para el origen y desarrollo de la literatura para niños.  Deudora de la tradición oral, de cuentos y leyendas que pasaron de generación en generación, este género muy pronto desplegó un camino que se asfaltó sobre lo fantástico, las aventuras y las terribles pruebas a las que debían someterse los/las protagonistas, conformando un canon de héroes, princesas y príncipes que solo muchos años después derivó hacia historias más apegadas a la realidad inmediata. No obstante, se mantuvo un velo sobre ciertas cuestiones, para invisibilizarlas, para hacer creer que aquello otro no existía. Durante mucho tiempo, la sexualidad y las enfermedades, sobre todo los eventos relacionados con la salud mental fueron –y siguen siendo hoy en no pocas ocasiones– temas tabú para la literatura infantojuvenil.

No hemos sido capaces de mostrar con sinceridad los dolores, carencias, deterioros físicos y cognitivos, dificultades en general de nuestras «princesas» y «príncipes»,  ahora ya adultos y con lógicos conflictos de salud. No abundan los libros para niños que les muestre a los infantes la cara oscura de las enfermedades.  Hemos olvidado que los niños y niñas necesitan aprender cómo convivir con malestares y dolencias sin que se conviertan en enemigos. Convivir con ellos dentro de sus casas, pegados a sus costados, posados en el borde del jarro de la leche. Necesitan mirarles sin rechazarlos y hacerlo, sobre todo, desde el entendimiento, el afecto y la calidez

Esa ha sido la base fundamental  sobre la que la puertorriqueña María del Rocío Costa ha creado para los lectores su más reciente publicación: Abu siempre ha sido así/ Abu has always been like that. Una historia que, ilustrada por la misma autora, aborda, de manera especial y en pocas páginas, la enfermedad y sus repercusiones. Echando mano a la convivencia generacional y a la inclusión de relatos que pasan de boca en boca, desde abuelos, tíos y padres hasta llegar a los niños, la autora se atreve a hablar del Alzheimer y de pérdidas pero no desde el decir a medias o los murmullos, sino desde la empatía, la delicadeza y el humor.

Una abuela que va perdiendo facultades y una familia que sabe que de algún modo sus «despistes y distracciones» ya la habían convertido en un ser especial, son el centro del relato que da fe de un padecimiento muy difícil de explicar  a los pequeños pues no necesita gotas nasales ni compresas heladas, sino comprensión y cercanía. Costa sabe cómo aplicar estos otros «tratamientos médicos» y conoce las ventanas que es posible abrir para que la enferma pueda acceder a un poco de oxígeno y de paz. Con poder de síntesis, consideración y suave respeto logra que este libro se inserte en la nómina donde figuran ya algunos otros pocos que a nivel mundial se han ido atreviendo a acercarse a estos predios, difíciles pero necesarios. Reinvindicando el papel de la familia y desde una óptica donde el humor es fundamental, la narradora centra su historia a partir de la mirada de una niña sobre la enfermedad de su abuela, su modo de entenderla y su construcción de un mundo afectivo –y a ratos pragmático– que ayuda a la doliente y se esmera en colocar algo de luz en el túnel oscuro y solitario en el que estos enfermos van quedando encerrados.

Un valor agregado de Abu siempre ha sido así… es la magia de sus ilustraciones que transcurre no como simple apoyatura sino como la forma otra de un discurso que llega de manera muy efectiva a los lectores. Queda claro que el modo en que Costa aboga por la comunicación es simplemente comunicando, a través de palabra e imagen. Con ellas ha sabido anclar valores universales, modos de sentir que se repiten en cualquier latitud, sin alejarse, no obstante, del aliento caribeño, virtud que ya había quedado refrendada en sus obras anteriores La gran sorpresa del museo y El regalo del espino rubial. Ambas colmadas de la esencia del arte puertorriqueño, de sus fundamentos más sólidos y entrañables,

María del Rocío Costa se ha adentrado esta vez en un tema frágil dentro de la literatura para niños pero que conmueve y concierne a toda la familia. No hay duda de que, como buena literatura infantil que se precie de serlo, sus volúmenes también pueden ser leídos por adultos. El más reciente no es la salvedad ya que con este título, centrado en el poder y las limitaciones de la memoria, consigue salvaguardar de la extinción valores fundamentales como la solidaridad y los lazos familiares, tan caros a nuestra existencia.

La empatía, la elección de palabras adecuadas que conducen a una correcta gestión de las emociones y a una puesta en escena valiente y competente, en los marcos de la literatura infantil, hacen de esta edición bilingüe de Abu siempre ha sido así…una apuesta digna de aparecer no solo en la mesita de noche de nuestros niños sino también dentro de sus bolsos escolares. Los hará crecer con más generosidad y los acompañará, si fuera necesario, a vivir procesos y duelos como el que aparece en estas páginas. Los hará sentir menos solos y los auxiliará ante cualquier confusión o duda. Y, habremos de coincidir, en que nada de esto es un detalle menor no solo para el desarrollo de nuestros hijos, sino –y sobre todo– para el futuro de nuestras sociedades.

La autora es poeta y editora cubana. El libro esta a la venta en la CLARITIENDA

 

 

 

Artículo anteriorCrucigrama: Ofelia Domínguez Navarro
Artículo siguienteJíbaros, criollos, puertorriqueños: digresiones sobre la identidad