Batichica, 2002

 

Carmen Ivette Correa Cotto, mejor conocida en la nación de Rulfo como Batichica, amante de los libros y las bibliotecas, reapareció en mi vida en el primer semestre del periodo del 2002 y el 2003, si es que Nayda Lugo Corcino no ha modificado lo que dice mi transcripción de créditos. Debo haber visto a la fulgurante dama entre agosto y diciembre del año 2002. En aquel entonces ya usaba su nombre de casada, Carmen Valadez, dato que me hizo conocer la profesora Sharon Rowley, quien moderaba el problemático reencuentro de este servidor con la dama y el nutrido séquito que le hacía compañía, entre los que estaba el poeta Shiafinno González y un ser más duro, mucho más terrible que el autor de Pasajesdizos, la todavía por deseo propio inédita Marla Pagán Mattos, que acaso no quiera recordar el dato terrible que le mostré a tan tierna edad, la máquina de asperjar que usaban los curas en la Antiguedad, desde que el Tomismo dominó a la congregación del Papa. La idea de que la Iglesia Católica conociera más que bien la técnica de un traslado aunque desde Santo Tomás hasta hace poco tuviera que abogar los los padres degradados de un jodón o una jodona, proscribiendo con resuelta gallardía la maternidad de una intrusa como Calixto. Conocida, reencontrada, y luego para siempre soñada, Carmen hace entrada al salón del amado recuerdo que hasta ahora ocupaba solitariamente mi tío abuelo Gonzálo Piñero Bermúdez. Quien sólo fuera una compañera de estudios y no más, ya es un ser mitológico en lo profundo de mi corazón.

La secular reunión de la dama y su nutrida comitiva culminó en el Hotel San Juan, con una ceremoniosa caminata por el puente que conecta el hotel con la hospedería que está al otro lado de la calle. Ahí me explicó que se había casado, aunque no me habló de su blog, creo que el primero de ese tipo y uno de los más antiguos. La profesora Homar atravesó el puente peatonal con nosotros. Estaba cubierto por un ventanal de vidrio tratado para filtrar la resolana y eso permitía hacer llegar la corriente de aire acondicionado por todo el trayecto. El puente peatonal de la Avenida Campo Rico, el único de ese tipo en todo Puerto Rico, fue desmantelado poco después por desuso, pero todavía se atraviesa el que yo cruzé con Carmen y sus amigos. En esa misma actividad, la profesora me asignó por primera vez un libro de narratología distinto a lo que ella nos decía que era Gennette, que es lo mismo que decía Eco del severo dictamen del francés, que los narradores recuerdan cosas que a nadie le importan o vienen a cuento. Es de un grupo de narratólogos canadienses que viene Narrer la ruse, que fue un alivio para mí y una guía confiable que me conecta con el pasado maravilloso de la Francia de Margarita de Navarra.

A veces, sin embargo, soñaré con ella

 

 

 

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