La poesía puertorriqueña le debe mucho a Joserramón “Che” Melendes; sorprendentemente, su esfuerzo pasa las más de las veces desapercibido. Al frente del legendario sello editorial QeAse, Melendes es responsable de hitos editoriales como las antologías Poesiaoi: antolojía de la sospecha (1978) y Puño de poesía (1979), y de la difusión de la obra de autores fundamentales de la poesía puertorriqueña: Francisco Matos Paoli, Juan Antonio Corretjer, Anjelamaría Dávila, José María Lima. Es posible que el relativo ninguneo al que se ve sometida la figura de Melendes tenga que ver con su accionar como intelectual público, ese que critica por igual tanto los cenáculos académicos como el anacrónico estatus colonial de Puerto Rico. Lo cierto es que su legado en el contexto de la historia intelectual y literaria de la Isla es imposible de obviar. De todas estas facetas puede que ninguna sea tan trascendental como la de su trabajo con la palabra poética. Melendes practica lo que él mismo define como una ortografía más “lógica” que procura reproducir la naturaleza de la lengua hablada. En La casa de la forma, su descomunal proyecto de 1986, Melendes ejercita esa escritura al tiempo que teoriza sobre ella en el poema. Para el Blanchot de El espacio literario, “[e]scribir es hacerse eco de lo que no puede dejar de hablar”. La obra de Melendes lleva la urgencia del decir a honduras formales y filosóficas inusitadas que le aseguran un lugar especial en la historia de la poesía del continente.
El poeta desata su nombradía
Donde fui no supuse lo qe fuera
Me estaban esperando si yegaba.
No tenía más qe opinar más qe cualqiera.
Yo también -qe espgté- supe ser trama.
No conosco la bida por su nombre.
No conosco la uida por su braso.
Donde fui conosí cuatro o seis ombres.
Muchos no comprendieron mis abrasos.
Como no soi de aqí boi a otros sitios.
Como no soi de ayá buelbo a mi casa.
Como no tengo casa me estoi qieto.
Si alguna bes bisita lo qe e escrito
de todo lo que tube (o tubo) i pasa,
puede qe se conserbe este soneto.
El fuego que es el agua
El fuego, esa otra agua desatada
en qe nadan las sélulas del biento
(permita el fuego a Eráclito otro cuento
aguado i a otro poema su nada):
El agua, ¿qién lo duda?, está insendiada:
¿Cómo apaga su opuesto sino siendo
lo mismo (por la polaridad entiendo)?
El agua es lus elada.
Dibina red de causas la mirada
solidarisa al mundo, buelta al siendo
rotundo de la alqimia delatada;
i sabemos por eya -lus qe nada
su saco omiótico- qe la birtú debiendo
al mundo su fulgor es la enramada.
Lei de mi berso es ebitar lo fásil
Lei de mi berso es ebitar lo fásil:
forjar en un diamante una qimera.
(Qe gustara al futuro o a las fieras
me tiene sin cojones.) En bolátil
persebsión -qe ni el sueño te asegura-
cojer un par de sílabas al buelo
i, desde la raís de tus abuelos
rebentar para fruta la montura.
(Mi biejo si no entiende es cosa suya.
De todas formas, la cosa no es tender
ese puente fatídico: entender.
Lo contrario: una fruta qe se enguya
como una fruta beya ¡a qé supiera!:
forjar en un diamante una qimera.)
Ars operandi finalis
¿Porqé escribo yo tanto la poesía?
¿Qé qiero saber yo de este instrumento
qe se me buelbe inútil en las manos
cuando solo me yeba asta sí misma?
¿Cuántos espejos guarda la gramática,
los asentos, la tinta, la madera
del escritorio, del papel, del lápis,
cuántos nombres conoce este materno
sentido de nombrar de la palabra?
¿Cuánto puede desirse de desirse?
¿Cuál narsiso estrabió su ojo suisida
aogado en la beyesa de sí mismo
estrabiado del mundo qe le mira?
¿Dónde está el mundo aora desde este cuarto?
¿Dónde está la mujer qe amara tanto,
qe imprimiera endecasílabas carisias
si no rosara tanto estos dos dedos?
¿Qé se me está perdiendo mientras ablo
de eyo, de su nostaljia o de su ausensia?
¿Adónde se fue el mundo aqella tarde
qe embuelto en un jilgero de palabras
me complasí en el árbol del lenguaje
a sentarme a contar sus marabiyas?
Esta patria es más chica qe mis dedos:
me cabe en la estensión de dos falanjes
inmensamente repetidas, repetidas.
Mi boca está tapiada de asusenas.
El animal que imbentara los signos
yase escondido en su corona fresca.
Yo enterré las palabras más inútiles
las qe no eran palabras por sí mismas
i e dado la bida a costa de su muerte
a aqeyas qe esperaban en proyegto.
Mi bida se a basiado de sentido
se a yenado de formas, resipientes
sin contenido i se an creído su suma
un nuebo contenido continente.
Yo no soi nadie ya, yo no soi nadie.
Solo qedan las palabras de desirlo.
(De La casa de la forma, 1986)