Cine en grande: Three Thousand Years of Longing, Tár, Bardo

En Rojo

No quiero terminar el año (un 2022 que nos ha arrancado tantos seres queridos) sin comentar tres filmes extraordinarios que, por supuesto, no recibieron la publicidad que las mega producciones acapararon. Tanto Three Thousand Years of Longing como Tár y Bardo son filmes difíciles por su intensidad, estilo, temas diversos y esparcidos, y movimiento exasperante. Pero todos acaparan nuestra atención de principio a fin, nos vuela la cabeza cada una de las actuaciones que permanecen siempre en el centro del escenario sin dejarnos pensar en otra cosa que no sea esa imagen y sonido que llena la pantalla. Tuve la suerte de ver cada una en una sala de cine, aunque ya estén disponibles en la pantalla casera.

Three Thousand Years of Longing
Director: George Miller; guionistas: George Miller y Augusta Gore; autora: A.S. Byatt; cinematógrafo: John Seale; elenco: Tilda Swinton, Idris Elba, Erdil Yasaroglu, Aamito Lagum, Sabrina Dhowre Elba, Nicolas Mouawad, Ece Yüksel, Burcu Gölgeder, Matteo Bocelli, Lachy Hulme, Megan Gale,

Con una actora como Tilda Swinton nunca se sabe qué esperar, pero siempre tenemos la certeza de que su personaje va a destacarse por su profundidad y su manera distinta de ver las cosas. Para ella no hay un papel sencillo ni una sola manera de ver las cosas. Todo lo contrario sucede, como en este hermoso filme de George Miller (director de los cuatro Mad Max), donde lo monstruoso y lo inverosímil se convierten en una historia de amor interminable porque desafía el tiempo y el espacio humano. El filme tiene de todo: riqueza y esplendor, magia y realismo histórico con matanzas, traiciones e indiferencia. La protagonista es Alithea Binnie (Tilda Swinton), una investigadora inglesa muy interesada en la arqueología y las historias escondidas de culturas lejanas. Viaja a Estambul para presentar su estudio más reciente y encontrarse con otros investigadores que no necesariamente comparten su visión de lo explorado. Alithea disfruta de estar sola, ya sea en su casa o caminando por los bazares de esta ciudad. Así descubre un frasco que compra para analizar su procedencia. De ese frasco surge el Djinn (Idris Elba) quien se convierte en su cuentero.

El Djinn es un hombre hermoso que ama apasionadamente y quiere complacer a sus “dueñas” con los tres deseos reglamentarios; esto incluye su nueva “dueña”, Alithea. Para que ella entienda quién es, el Djinn le cuenta su trayectoria de amores frustrados. Comienza con la Reina de Sheba (Aamito Lagum), a quien le concede dos deseos, pero el 3ero, su liberación, no sucede por transferir su amor al Rey Salomón. Su 2nda dueña es Gülten (Ece Yüksel), una de las concubinas del sultán Suleiman, que lo olvida y queda nuevamente atrapado. Cientos de años después, aparece Zefir (Burcu Gölgeder), esposa de un mercader turco, a quien el Djinn le concede amor y conocimiento, pero cae en un estado de indiferencia que no le permite liberarlo. Este presente con Alithea, parece ser la última oportunidad del Djinn de que le concedan su último deseo. Es hermoso ver lo que conlleva esta última etapa de su vida y cómo el longing/anhelo del título se convierte en una historia de amor eterno.

Tar
Director y guionista:Todd Field; cinematógrafo: Florian Hoffmeister; elenco: Cate Blanchett, Noémie Merlant, Nina Hoss, Sophie Kauer, Julian Glover, Allan Corduner, Mark Strong, Zethphan Smith-Gneist, Mila Bogojevic.

Al igual que Tilda Swinton en Three Thousand Years of Longing, Cate Blanchett es una actora que desde que nos deslumbró en Elizabeth (1998), nos sigue sorprendiendo por la fuerza y complejidad con que delinea sus personajes. En Tár, su centralidad es aún mayor por su interpretación de Lydia, una de las mujeres más destacadas en el mundo de la música clásica y directora de la orquesta Filarmónica de Berlín. Sin duda, le tomó tiempo y esfuerzo, pero ahora que está en la cima, tiende a olvidar todos los obstáculos que tuvo que superar y las humillaciones que experimentó para que su talento fuera reconocido. Ahora ejerce influencia y poder que pudiera utilizar para equiparar esas fuerzas internas. Desde el comienzo nos atrae su seriedad, dedicación, responsabilidad como un ejemplo de lo que una mujer destacada y poderosa puede alcanzar y abrir puertas para otrxs. Sin duda, Lydia intimida a estudiantes, ayudantes, compañeros de orquesta y hasta a su compañera/esposa Sharon (Noémie Merlant). Su ritmo de vida comienza acelerado y nunca se detiene, dejando atrás a cualquiera que trate de detenerla.

Pero ¿qué sucede cuando Lydia utiliza el poder para desplazar a otrxs, intimidar a lxs que trabajan para ella, echar a un lado los sentimientos de jóvenes que la admiran y la aman, favorecer a ciertas personas por su sentir romántico? A pesar de ver una figura tan prestigiosa caer, la energía que imparte la velocidad visual y el sonido privilegiado de estas orquestas compuestas de tanto talento, seguimos hipnotizados por Lydia y su capacidad de transformar su situación presente, al parecer cerrado, en otra visión de ver el mundo de la música. Es fascinante cómo Tár puede hacernos parte de este torbellino que solo recesa cuando la música y la imagen se detienen.

Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades
Director: Alejandro G. Iñárritu; guionistas: Alejandro G. Iñárritu y Nicolás Giacobone; cinematógrafo Darius Khondji; elenco: Daniel Jiménez Cacho, Griselda Siciliani, Ximena Lamadrid, Iker Sánchez, Andrés Almeida, Francisco Rubio, Rubén Zamora.

Tuve la oportunidad de ver a Bardo en la última tanda (solo dos porque su duración es de 2 horas 39 minutos) en el Fine Arts de Miramar antes de su entrada a NetFlix el 16 de diciembre. Y, como ya hemos experimentado con Guillermo del Toro (The Shape of Water y Pinocchio) y con Alfonso Cuarón (Roma), Bardo es la voz e imagen de la vida y las experiencias de González Iñárritu. Es tan personal como colectiva de un ojo observador que nunca pierde contacto con su realidad y la de tantos otros que no tienen manera de expresarlo. La historia se mueve como los pensamientos en un presente que puede ya estar apagándose; por eso el tiempo es huidizo y sin aparente secuencia. Como sucede en Birdman: Or the Unexpected Virtue of Ignorance (2014) el vuelo de la imaginación cambia la realidad que percibe el protagonista y lxs espectadorxs. Iñárritu parte de la perspectiva de su nacionalidad como mexicano. No puede ver su presente sin revivir un pasado común y una historia que siempre incluye sus ancestros—lejanos y cercanos—y la violenta relación con su gran vecino del Norte.

Como sucede en Tár, la imagen y el sonido que narran los pensamientos de Silverio Gama (Daniel Jiménez Cacho) tienen una velocidad que apenas se detiene: el desierto por donde Silverio parece volar, el tren nocturno que poco a poco se queda sin pasajeros, la fiesta de celebración por el premio recibido donde se reúnen familiares, amigos y extraños y el movimiento imparable—como Birdman—a través de su propio cuerpo y mirada. La entrada y salida de los estudios donde se pauta una entrevista en el programa más popular de la TV mexicana es un ejemplo de la velocidad y confusión de tiempo de Silverio con una cámara televisiva que no se detiene, un público que se expresa según los indicadores y el estilo agresivo y burlón de su anfitrión. También están los momentos en que se detiene la prisa y con ángulos y cortes de cámara, nos adentramos a la conversación siempre pospuesta con su padre, los debates con sus dos hijxs, uno adolescente y otra profesional, y la pena nunca superada de un hijo muerto al nacer. En entrevista en El País, Iñárritu señala que “bardo” en la cultura budista significa estado intermedio o estado de transición: “No significa juglar, por favor, no partí de ahí, sino del estado de la incertidumbre. Comparto con el personaje que la memoria no tiene verdad, sino convicción emocional”.

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