En las literaturas puertorriqueña y caribeña mucho se ha dicho de la figura de la mulata. Ella representa el mestizaje de nuestra cultura. Luego de que Luis Palés Matos (Tun tún de pasa y grifería 1937) fuera leído por Rubén Ríos (La raza cómica 2002) lo más importante del mestizaje es la tensión representada por el guión, en conceptos como el de mulata-antilla o Filí-Melé. Su propuesta es que esa tensión no se resuelve, sino que se vuelve productiva en términos culturales. Se trata de la tensión entre lo blanco y lo negro, entre lo español y lo africano, entre la mente y el cuerpo, entre la razón y el numen, entre lo masculino—el jíbaro—y lo femenino—LA mulata. Pero esa tensión no es entre puntos equidistantes. Guarda en sí la jerarquía social heredada de nuestra historia esclavista, porque en realidad la mulata en sus representaciones culturales en el Caribe es más negra que blanca, más africana que española, más cuerpo que mente, más baile que voz. Es una figura sobredeterminada, de manera que no supera la posición de objeto y no llega a tener voz y, si no es sujeto, no tiene fantasía ni deseo tampoco. Este es un libro que se pregunta por qué caminos transitará el cuerpo de Génesis, su protagonista, para encontrar su deseo, entenderlo y usarlo para gozar o negarse a gozar.
Decir que está sobredeterminada es decir que está desbordada de causas para llegar a ciertos significados, al punto que resulta difícil que se apropie de su subjetividad para decir ella el mundo, para desearlo, para decirse a sí misma, pues el aparato simbólico la atrapa y la fuerza a ciertas posiciones. A la mulata no le queda más remedio que asumir esos lugares mientras trata de zafarse de ellos, pero no puede actuar como si no existieran porque esa cárcel no ofrece muchas salidas para ser. Por ejemplo, el libro abre con el engañoso título del “El hermoso suicidio de Soledad María”. En verdad el personaje a que alude este título no está. Ya murió hace rato y le toca a Víctor organizar solo la casa común después del huracán, recordándola, pensando en haber perdido su objeto de deseo. Nunca nos cuenta el relato por qué Soledad se suicida, pero tal vez haya una pista en su nombre. ¿Es la soledad ausencia de compañía para el baile del deseo? Además del suicidio, ¿qué alternativas encuentran las personajes de esta novela para lograr desear? ¿Logran desear algo más que la muerte para escapar del deseo del otro?
El personaje se lo pregunta a sí misma. Se lo pregunta a sus mentoras: Bethsaida y titi Norma. Se lo pregunta a la madre muerta y a la abuela. La respuesta la busca al experimentar con el sexo y exponerse a la sobredeterminación de ser puta, de ser demasiado, de ocupar demasiado espacio, de ser malcriada, de ser respondona, de ser o no ser violada. En el diálogo con sus ancestras va descartando respuestas que le quitan voluntad y poder de gestión en sus investigaciones para las que es ella y no otro quien utiliza su cuerpo como instrumento.
La respuesta de Bethsaida al bombardeo de significantes que sufre el cuerpo de la mulata es sustituir la coqueta por un piano. Es decir, sustituir la seducción por la producción de cultura. La coqueta es el mueble que las señoras blancas, blanquitas, tienen en sus recámaras; la coqueta que guarda los artificios de la coquetería, porque ellas pueden y deben seducir, buscar convertirse en objeto del deseo, mientras que la mulata que seduce es monstruosa porque amenaza con romper los límites que separan razas, clases y castas. Así, Betsaida, la maestra de música de Génesis, tiene su coqueta en desuso. La ha desplazado al cuarto de música.
La focalización se desplaza de la coqueta de Bethsaida al fluir de conciencia de la muñeca que representa a Ochún y que está en reposo sobre el viejo mueble cubriendo una mancha de coquetería vieja. Ochún es deseo y coquetería y observa a Bethsaida esconderse de su deseo al punto de que termina tirándola al zafacón. Bethsaida seduce con el piano y no con el trasero que la puede poner en peligro de muerte, sea esta grande o chiquita. Ochún observa y pide que la miren, que le hablen. Ante la melancolía de la maestra, Génesis sigue buscando su deseo: ¿Qué lo mueve? ¿Por qué no le gustó cuando se tiró al viejo medio borracha? ¿Puede ella seducir cuando todos los hombres la buscan—no a ella–, le hablan—no a ella—la desean de antemano—no a ella? Si seducir implica poner en práctica artilugios, la mulata no seduce pues es ella, su cuerpo grande, cuerpo que ocupa espacio—más allá de su voluntad– la seducción personificada. ¿Cómo hacer las paces con su cuerpo? ¿Cómo zafarse de la mirada del hombre que lo que ve en ella es un cliché?
Todo esto se da en las postrimerías inmediatas al huracán María. Es significativo. Las personas están recogiendo escombros, organizando habitaciones a la luz de las velas. Caminando por el barrio para ver qué ha dejado la tormenta. Yendo a comprar agua o baterías. Sentándose en las barras que tengan planta y cervezas frías a dejar pasar el tiempo. El huracán es símbolo de la catástrofe que vivimos, que es literal y es simbólica. En el carnaval que es el caos inmediatamente posterior a ese evento que nos marcó tan fuertemente los signos se liberan de sus significantes y la comunidad se transforma, pero no igual en todos lados. Algunos encontraron comunidad. Para otros, como Génesis, la realidad es tan dura que no hay comunidad posible. Se esconde de la muerte de la abuela, tiene sexo, colabora cuando puede con una brigada de feministas que se agarran de la seguridad de su discurso para ordenar el mundo. Si después del huracán María algunos grupos de izquierda, a los que me sumo, encuentran la posibilidad de otras maneras de organizar lo social en medio del caos, el libro parece remarcar las idealizaciones de ese discurso alejado de la violencia cotidiana que sobrevive el país.
Dice Michel Foucault en La historia de la sexualidad que esta no existía hasta la era moderna. Que es en el contexto de decirla que se la inventa y ella surge para la reglamentación desde discursos higienistas y racionales de la modernidad jerarquizante. Que para su control es que surge el discurso sobre la sexualidad. En el Caribe, me atrevo a sugerir, ese proceso higienizante limitó la sexualidad al matrimonio heteropatriarcal y lo que quedó afuera de la casa paterna, de la hacienda, en la barraca de esclavos, era otra cosa que se animalizaba a la vez que se reprimía. Pero plantea Mara Negrón que de la animalidad no hay salida y los que vivían dentro de las reglas higienistas de la modernidad siempre fueron, como sugiere la novela de Mayra Santos Febres sobre Isabel Luberza, titulada Nuestra señora de la noche, al lugar otro en busca de la parte propia que habían reprimido y negado.
Escapándose de las muchas cárceles discursivas, El trasero grande de la muerte, publicado por La Secta de los Perros, pone el dedo en la llaga de ciertos debates contemporáneos que se proponen como resueltos, al punto que parece que no aguantan más preguntas. Uno de esos debates es sobre qué es un deseo lícito o más aún, quién tiene autoridad, autorización, autonomía para desear o buscar convertirse en objeto del deseo de otro u otra, de quien su deseo pida por las razones que sea que su inconsciente convierte ESO en un pequeño objeto a. ¿De quién es mi cuerpo? ¿Quién pretende controlar mi placer o mis métodos para acceder al placer cuando nadie sabe qué mueve mi deseo? ¿si cuando quiero gozar yo gozo, y a veces gozo sin querer de maneras que ni yo entiendo?
Según Lacán, el objet petit a es lo que mueve el deseo y está ligado a la fantasía. Es decir, es objeto pequeño porque no es el Otro sino el otro pequeño que surge de la fantasía de cada cual. Es una proyección, una imagen en el espejo. Vemos en esta novela plegada de espejos rotos, en la que Genesis es origen, la propuesta de una búsqueda que no cesa por saber qué moverá el deseo de este personaje. Sobre ello se debaten incluso las ancestras muertas, que observan los coitos de su descendiente mientras discuten sobre el significado de tal hecho. La novela parece ripostar que está bien ser objeto a veces: “—Coquetear no es un mero “alcanzar”, es dejarse alcanzar también y el sexo es lo más mínimo que uno tiene que alcanzar en la vida” (259). No creo que Génesis al final de este relato se alcance a sí misma. Hacia la parte final de la novela llora y se masturba sin encontrar lo que busca, pero lo importante es que busca.
En términos de técnica narrativa, la propia Bell Ferrer ofrece sus pistas. Dedica el libro al espíritu de Rosario Ferré y me parece buena la clave, visto que la narración se va montando entre distintos flujos de conciencia que van relatando sucesos en distintos tiempos narrativos que no obedecen más que al capricho de la subjetividad que proyecta esas imágenes en su (nuestra) fantasía. A Génesis se la ve primero desde el lenguaje macharrán masculino, tan violento y objetificante. Pero ese lenguaje lleno de complicidades externas no la define, como tampoco la define el lenguaje de la mentora en su debate con la cultura alta y con Ochún, ni el de las feministas que la pretenden convertir en víctima, mientras el personaje se niega a ello y busca hacer las paces con la madre muerta y ser agradecida y reverente con la abuela, con la tía, sin sacrificar su autonomía. Se filosofa desde el cuerpo, plantean los estudios afrodiaspóricos cada vez con mayor claridad, y este libro es una exploración filosófica de ello.
Decía, este libro plantea un génesis de otros temas de discusión muy oportunos en la esfera pública puertorriqueña sobre qué se desea y dónde entra el goce en las fórmulas higienizadas para la disciplina social políticamente correctas de hoy en día. Parece advertir que no hay que olvidarse del goce en la disciplina de los nuevos lenguajes que vamos creando en medio del vacío de orden que significa la crisis. El goce, sobra decirlo, no es igual para todes, porque cada cual tiene su propio motor, su propia a pequeña clavada en el inconsciente. Por la valentía de las preguntas que propone el relato y la complejidad con la que las encara, me parece que es una gran primera novela que abrirá muchas discusiones. Enhorabuena.
Presentación hecha en la Casa de Los Contrafuertes el 20 de diciembre de 2022. De venta en la CLARITIENDA