De aquí y de allá

 

Especial para CLARIDAD

Guerras, pandemias, calentamiento global, atentados de todos los colores, inteligencias artificiales y hasta la “madre de los tomates” marcan las amenazas a la humanidad con que se inicia el año 2024. No se puede afirmar que su comienzo sea muy distinto al de los años que lo han precedido. Tal vez se trata de la vieja y manida historia de los “igualitos”. No obstante, hay que superar el igualmente viejo fatalismo de los “inmovilistas”, eternos favorecedores del “no hay nada que se pueda hacer”, antigua racionalización de los que eluden todo tipo de responsabilidad, quizás sin percatarse de que con tal actitud le dan la espalda al compromiso y extraordinario gozo de vivir. Claro está, tampoco están ausentes los que con gran entusiasmo asumen día tras día dicho compromiso expresado en innumerables formas

Cada época se distingue por sus particulares rarezas, modas, ideologías, desviaciones y patologías. Hace más de cuatro décadas el historiador y crítico social norteamericano Christopher Lasch caracterizó a su sociedad como fragua de narcisismo. El narcisista concibe al mundo como extensión de sus deseos y al prójimo como instrumento para realizarlos. Es controlador, ególatra, insaciable y, las más de las veces, promiscuo.

El diagnóstico de Lasch para la sociedad de la segunda mitad del siglo 20 luce aún más certero cuando se traslada al mundo del siglo 21. Basta hacer notar el perfil de los ejecutivos más destacados de las empresas líderes del capitalismo digital, de los exponentes más exitosos de los nuevos géneros musicales y de los muchos políticos de orientación populista – resulta obligado referirse a los innombrables Trump(Estados Unidos), Bolsonaro(Brasil) y Milei(Argentina) como notorios caso de tal tendencia – para percatarse de esto. Impera el neoliberalismo más vulgar, casi siempre expresado en una suerte de combinación entre fundamentalismo de mercado y fundamentalismo religioso, bajo la premisa de que la moderación psicológica no es la vía más recomendable para alcanzar el poder político ni la “grandeza”, generalmente asociada al logro pecuniario más extremo y ostentoso.

Bajo la doctrina neoliberal, muchas veces aderezada por pobres gestiones gubernamentales y por enajenantes “guerras culturales”, se ha estado dando una peligrosa deriva hacia el extremo político de la derecha. Se trata de un fenómeno ubicuo que, naturalmente, se manifiesta de diferentes maneras en distintos países. No es lo mismo “aquí que allá”. Pero de una u otra forma suelen aparecer diversas manifestaciones de autoritarismo, con su buena dosis de narcisismo – observe, amigo lector, el comportamiento de los llamados “influencers” –, junto a los consabidos reclamos de liberalización del mercado, lo que se traduce en empobrecimiento del espacio público, privatización e individualismo.

No hay que ir muy lejos para apercibirse de todo esto. El bipartidismo gobernante en Puerto Rico, desde hace algunos años bajo el imperio directo de la Junta de Control Fiscal, se ha ocupado de hacerlo patente con sus políticas de menoscabo de derechos laborales, de populismo fiscal, de indiferencia ante la depredación ambiental, de privatización de activos públicos, en fin, de claudicación de la gestión gubernamental. Uno de los instrumentos favoritos de claudicación son las llamadas Alianzas Público-Privadas (APP).

Las APP que actualmente operan en Puerto Rico no son pocas: Aeropuerto Luis Muñoz Marín, Metropistas, Luma Energy, Genera, HMS Ferries y Global Ports Holding.  Adviértase que se trata de servicios estratégicos – transportación por vía terrestre, aérea y marítima y provisión de energía eléctrica – en los que debe primar el interés público y no el lucro privado que, para colmo, se transforma en repatriación de ganancias. Como si esto no fuera suficiente se ha hecho manifiesto el preocupante binomio de la pobre regulación y fiscalización pública con la pobre ejecución privada. Esta es la fórmula perfecta para un servicio deficiente. Súmese a esto que la responsabilidad de la promoción de la inversión, antes en manos de la Compañía de Fomento Industrial, se ha delegado en una entidad privada solventada con fondos públicos: Invest Puerto Rico. Lo mismo sucede con con la promoción del turismo. Ahora, en lugar de la Compañía de Turismo, la función la descarga otra entidad privada solventada con fondos públicos: Discover Puerto Rico. Por otro lado, no se debe olvidar que los sistemas de retiro, antes de beneficio definido, se han convertido en planes de contribución definida, es decir cuentas de ahorro individual sujetas a los avatares del mercado de valores, lo que significa la individualización del riesgo.

Por tales caminos no debería sorprender a nadie la persistencia del estancamiento económico, de la atrofia de los sistemas de educación y de salud, de la dependencia debilitante, del continuo flujo emigratorio, de la descomposición demográfica y del creciente individualismo asocial. La sociedad se desdibuja ante nuestros ojos: pierde la precisión de sus perfiles y contornos. Sería absurdo que a los causantes del desastre, el binomio gobernante y sus enriquecidos cómplices, se les confíe la búsqueda de soluciones. Se requiere transitar por otros caminos tanto aquí como allá. Estos son los nuevos caminos que, si de verdad se quiere, se pueden comenzar a despejar en este nuevo año.

 

 

 

 

 

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