Don Quijote en Puerto Rico

El célebre novelista Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) es el autor de la obra clásica El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. La primera parte se publicó en 1605 y la segunda en 1615. Los especialistas consideran que se trata de la novela cumbre de la literatura española. A través del personaje don Quijote, el aparentemente desquiciado hidalgo que embestía molinos, en realidad Cervantes compuso un retrato de la sociedad de su tiempo.

En el artículo “El tiempo del «Quijote»” (publicado originalmente en la revista Europa, 1956), el distinguido historiador francés Pierre Vilar (1906-2003), especialista en la historia de España, calibró con precisión el contexto histórico de la obra: “este libro «universal», este libro «eterno», sigue siendo antes que nada un libro español de 1605, que no cobra todo su sentido más que en el corazón de la historia”; texto publicado después en Crecimiento y desarrollo (Barcelona: Editorial Ariel 1983, pp.332-346).

Vilar analizó la crisis política y económica que se vivía en España. La España imperial venía resbalando y en camino de decadencia tras la derrota de la llamada Armada Invencible en 1588. Ese fue el fallido intento del rey Felipe II de derrocar a la reina Isabel I e invadir a Inglaterra. Lo que sucedía en la metrópoli castellana tenía algún reflejo en la colonia antillana.  El que diez años después fue invadido y ocupado tres meses fue Puerto Rico por la flota dirigida por George Clifford, conde de Cumberland.  

España efectuó la conquista y colonización en América, observa Vilar, inaugurando el estado moderno (la monarquía centralizadora o absolutista) y el mercantilismo, pero “a la manera feudal”. Comenzó a llevar a cabo la acumulación originaria del capital, uno de cuyos rasgos fue el atesoramiento de los metales preciosos (oro y plata), pero no lo invirtió para propiciar un sistema de producción nuevo, el capitalista.  Gastó, despilfarró, vio subir los precios y caer estrepitosamente; devaluó la moneda de plata que luego compró más cara, y se endeudó irremediablemente.

La novela del Quijote se enmarca en el contexto concreto del reinado del heredero de la dinastía Habsburgo, rey Felipe III (1578-1621).  A comienzos del siglo 17, España fue azotada por una epidemia y hambruna, y experimentó un descenso poblacional. Fue una época, como sugiere Vilar, en que España se tambaleaba entre el feudalismo, que reforzaba y glorificaba, y el mercantilismo que conducía la economía al derroche y al embrollo. Oficiales del estado, elementos de la burguesía comercial y hasta campesinos ricos se enriquecían y al mismo tiempo procuraban comprar títulos de hidalguía.

De manera curiosa, aunque no extraña, la realidad imperial confluyó con la colonial. El retrato lo proveyó fray Damián López de Haro (1561-1648), nombrado obispo de Puerto en 1643; llegó a la isla el 3 de junio de 1644. El obispo no escondió su insatisfacción de haber sido destinado a la pobre colonia de Puerto Rico. Fue el autor de una Carta y Relación de viaje y otras cosas, del año 1644, dirigida a Juan Diez de la Calle, oficial en el Consejo de Indias. Llegó a Puerto Rico acompañado de otro sacerdote, dos criados y un esclavo.

Haro indicó que en la ciudad de San Juan había como 250 casas de cantería con techos de tejas y como 100 bohíos. Ofreció datos fragmentados de la población: unos 200 vecinos con sus familias, y un exceso de mujeres, más de 4,000, especialmente mulatas y negras. El supuesto “bastión militar” solo tenía como 300 soldados para la defensa.

“La ciudad está muy pobre, la moneda que en ella se gasta es de pobres porque es de cobre”. Hacía siete años que no llegaban los fondos mexicanos (el situado). Encima de esto, “todo lo que se compra y vende vale muy caro”. Aunque en su mesa de Obispo no le faltó nada, se quejaba de la falta de pan de trigo y tener que conformarse con el intragable pan casabe.

A pesar de todo, completó su retrato de lo que para él era un Puerto Rico patético, señalando a manera de burla: “la gente es muy caballerosa y el que no viene de la casa de Austria descienden del Delfín de Francia u de Carlo Magno”. (Texto en, Eugenio Fernández Méndez, Crónicas de Puerto Rico, Editorial UPR,1981, pp. 159-169). Es así como el obispo Haro, hijo del mismo tiempo que Cervantes, inadvertidamente, reprodujo la realidad del Quijote en Puerto Rico.

Artículo anterior“Salvemos a Puerto Rico”: el dinero oculto que financió la candidatura de Pedro Pierluisi
Artículo siguientePuerto Rico: gasto público exorbitante y poca transparencia