Hace falta un renacimiento nacional

 

Especial para CLARIDAD

No es la primera vez que Puerto Rico se enfrenta a una grave crisis política, económica y social. Las hemos pasado peores que ésta, argumentarán algunos, quizás con cierta razón. Pero esto no remedia nuestra situación actual. Cada generación tiene que enfrentar sus problemas de manera particular y hasta diferente. Pero hay siempre una continuidad histórica que, bien comprendida, nos ayuda a dar contenido certero a las particularidades del momento. Eso quisiera ayudar a lograr. Es una urgencia, más allá de un mero sentimiento, que me conmueve hasta las fibras más hondas del ser.

Cuando escucho a locutores, analistas, candidatos a cargos electivos y empleados del amplio sector burocrático que sirve de base material a partidos, sindicatos, cooperativas y una cantidad indeterminada de grupos y micro-grupos, me luce que el debate cotidiano es tan trivial e irrelevante, en la gran mayoría de los temas, que no puedo evitar pensar que estamos perdiendo la sensibilidad y todo sentido de proporción para enfocar nuestras realidades. Los periodistas que están en la calle buscando la noticia, el reportaje y las entrevistas casi siempre realizan su trabajo con esfuerzo y habilidad profesional. Pero, en muchas ocasiones dan la impresión que les preocupa más competir exitosamente en el oficio que cumplir las normas esenciales del sacerdocio que debe ser el periodismo.

Lo peor del caso es que sucumben a encerrar sus trabajos dentro de los parámetros temáticos que priorizan en sus portadas y sus titulares más destacados en asuntos que tienen poca relación, si alguna, con los asuntos cruciales que afectan el devenir de nuestra vida cotidiana. En gran medida, los que manejan un par de diarios comerciales que circulan en el país, son los que pautan la opinión pública.

Los temas que se discuten con mayor impacto son, por lo general, referentes a asuntos de poca monta.

Dentro de ese cuadro, la atención mayor que capta el público es el insulto entre los políticos de oficio, la diatriba recíproca que trae como secuela el ataque personal subido de tono de los que acuden a la radio mediante llamadas telefónicas o entrevistas personales. Los partidos y otros grupos de intereses particulares organizan esas llamadas muchas veces por claques de telefonistas pagados.

Lo peor de todo esto es que se queda escondido, al margen de la opinión pública, el principal asunto de cada día que va acumulando unos problemas que ni se discuten ni se le buscan soluciones viables. Al fin de cuentas, el país se va hundiendo en un entramado funesto de viejos y nuevos problemas sociales y económicos que afectan adversamente la vida de las comunidades de las familias de prácticamente todos sus componentes.

Mientras tanto, los debates políticos se reducen a pugnas electorales entre partidos, facciones y candidatos. Y en ninguno de esos debates se va al fondo de los problemas y mucho menos a presentar soluciones reales. Los mas lúcidos en la exposición de las condiciones de desventaja y sumisión en que nos mantiene la subordinación colonial que sufrimos, incesante, por más de quinientos años, aplazan las medidas radicales que deben tomarse para cuando ganen las elecciones. “¡Cuan largo me lo fiaís!”. Los otros —los que en realidad compiten por ganar la administración del menguado poder que permite el dominio colonial— sólo interesan ocupar cargos privilegiados en el engranaje burocrático del régimen. Ofrecen villas y castillas para cuando alcancen el poder, pero como tal poder no existe mas que en la imaginación calumturienta de unos y otros, todo se reduce a juego a la política sin resultados sociales beneficiosos para el país y sus ciudadanos.

¿Hasta cuándo vamos a mantenernos en esta jugarreta letal?

Recordemos que cuando nos hemos propuesto reivindicar derechos, hemos podido avanzar hacia ellos. Así ocurrió en Vieques. Pero ya la fuerza aérea de E.U. anda tramando establecer una unidad de combate en parte de Roosevelt Road, incluyendo terrenos al oeste de Vieques. Son tan únicos que admiten que el objetivo es atacar a Venezuela cuando lo estimen necesario para defender los intereses de E.U.; no los de Puerto Rico, porque nosotros no tenemos ningún conflicto con la hermana República Bolivariana de Venezuela, ni con su pueblo ni con su gobierno.

En los primeros años del Siglo XIX, el imperio Español mandó un general a Puerto Rico para organizar un ataque a la primera república proclamada por los venezolanos en Caracas. El general pernoctó en La Fortaleza y cuando caminó hacia la Catedral temprano en la mañana, alcanzó a ver varios pasquines fijados en lugares públicos por patriotas boricuas que decían: “los puertorriqueños no iremos a pelear contra nuestros hermanos venezolanos”. La historia recoge ese hecho como una de las primeras manifestaciones del nacimiento de un movimiento independentista en nuestra Patria.

Hoy podemos hacer valer aquella advertencia de hace dos siglos, proponiéndonos, por encima de divisiones partidistas y sectoriales, impedir que el imperio yanqui utilice nuestra tierra, y mucho menos a nuestro pueblo, para cualquier plan de ataque al bravo pueblo venezolano, al que nos unen siglos de convivencia y solidaridad en nuestras luchas. Ahí tenemos un asunto real e inminente, en el que podemos usar nuestras energías y voluntad de lucha más allá de la cháchara politiquera que nos inmoviliza y divide en falsas metas electorales. Por ahí podríamos comenzar un nuevo renacimiento nacional que tanta falta nos hace.

Reproducido de CLARIDAD, Comentario Político,2008.

 

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