Las viejas canciones del Viejo Bob

Respuesta a Jorge Lefevre

Especial para En Rojo

Querido y apreciado Jorge:

Nunca pensé que un mensaje de WhatsApp iba a generar un escrito tan contundente y emotivo, con la excusa de darme una respuesta. Y sé que probablemente no esperabas una respuesta a tu respuesta, pero, en las próximas líneas trataré de articular algo parecido.

Como bien sabes, Jorge, en julio del 2021, anunciaron que Bob Dylan- por entonces con 80 años recién cumplidos- iba a unirse a la corriente de músicos y artistas que presentaban “lives” en la pandemia, es decir: conciertos transmitidos vía streaming, para compensar en algo la ausencia de conciertos en vivo. La verdad que el anuncio fue algo sorprendente y sorpresivo. Ya los conciertos en streaming estaban disminuyendo a medida que se retomaban poco a poco las presentaciones en vivo. El viejo Bob, si acaso, llegaba tarde a la “moda”. El parte de prensa leía que sería una presentación de algunas de sus canciones más antiguas, de las décadas de los 60 y 70, con nuevos arreglos. Cosa rara también, y ambigua en el mejor sentido dylaniano, primero porque su repertorio es tan amplio que una selección de canciones antiguas podía significar cualquier cosa. Segundo, Dylan no es conocido por mirar atrás, y en décadas recientes ha hecho hasta lo imposible por disfrazar su antiguo repertorio con arreglos musicales que lo hagan irreconocible. Aun así, me imagino que el prospecto posible de sus fanáticos de verlo cantar “hits” como “Blowin in the Wind”, “Like a Rolling Stone” o “Mr. Tambourine Man” al fin, era uno de alta expectativa. El disco que me motivó a escribirte salió el pasado 2 de junio y se trata de la banda sonora de dicho “concierto”. Me senté ese mismo viernes al mediodía frente a la playa a escucharlo y rápido al terminarlo te escribí.

Jorge, ya que no viste el especial filmado, te cuento un poco de lo que recuerdo fue esa experiencia de verlo: Cuando llega el esperado concierto Shadow Kingdom y nos plantamos un grupo de amistades a presenciarlo frente al televisor, colectivamente pensamos: “nos la hizo otra vez”. El tal concierto no era un concierto como tal, si no una presentación filmada, en blanco y negro-dirigida por la cineasta israelí/estadounidense Alma Ha’rel-, con una atmosfera representativa de una especie de club de vaudeville sureño estadounidense, de la primera mitad del siglo 20. La instrumentación también rudimentaria y acústica (formato que Dylan ha desechado en pasadas décadas): varias guitarras, bajo, mandolina, un prominente acordeón, harmónica y una ausencia total de percusión. Los músicos, enmascarados, como para enfatizar quién estaba al centro del asunto. Un Dylan relajado y confidente, tocando la guitarra en “público” por primera vez en décadas y quién sabe si por última vez. Pasada ya la sorpresa del formato, quedaba la “incógnita” del “viejo repertorio” que ,como nos tiene acostumbrado, se caracterizó por una ausencia total de “éxitos”-aunque dos canciones que fueron interpretadas allí, “Forever Young” e “It’s All Over Now Baby Blue”, podría argumentarse que lo son- y por un auténtico quebradero de cabeza en cuanto a las posibles razones por las que el bardo de Dulluth decidió interpretar tal o cual canción en particular.

Canciones menos conocidas o “marginadas” de sus discos mas famosos y celebrados fueron rescatadas: “Queen Jane Aproximately”, “Just Like Thom Thumbs Blues” y “Tombstone Blues” de Highway 61 Revisited (1965), las tres en versiones soberbias que superan las originales- si tuviera que quedarme con una sola canción del trabajo, sin duda sería esta revisión de “Tombstone Blues”, lejos de la frenética y jovial versión original, interpretada por un zorro viejo bluesero de forma reflexiva y aparente quietud. De Blonde on Blonde (1966) encontramos “Most Likely You Go Your Way and I’ll Go Mine” en una fenomenal versión y una bluesera y tierna “Pledging my Time”. El repertorio privilegia su discografía de la segunda mitad de la década del 1960: además de los mencionados discos, Dylan recupera dos canciones de John Wesley Harding (1968) (“I’ll be Your Baby Tonight” y “The Wicked Messenger”), dos de Nashville Skyline (1969) (“To be Alone With You” y “Tonight I’ll be Staying Here With You”), además de la magistral “When I Paint my Masterpiece” del malogrado Self Portrait (1970) y una canción que nunca fue incluida en ningún disco oficial: “Watching the River Flow”, una de las mas divertidas de todo su cancionero.

Con esta arbitraria selección, Dylan como siempre nos deja con más interrogantes que clarificaciones. En “To Be Alone With You”, sustituye el original “just you and me” por el más gramaticalmente correcto “just you and I”, y parecería que estuvo más de medio siglo queriendo enmendar dicho error. Ni un apasionado defensor del subvalorado John Wesley Harding como yo puede entender la inclusión de “The Wicked Messenger” aquí, cuando ese álbum tiene composiciones que se me antojan eminentemente superiores-“I Dreamed I Saw St Augustine”, por dar un ejemplo. Las alusiones bíblicas de la canción tienen para su creador un peso en una búsqueda espiritual que aparentemente no ha cesado. Cuando escucho “What Was It You Wanted” de Oh Mercy (1989), también me pregunto qué carajo hace Bob. Obviamente, a él menos que nadie le importa la etiqueta de “canciones tempranas” que se impuso para el proyecto. Aunque, como bien dices Jorge, a la luz de sus 80, probablemente una canción de sus 48 años le parece temprana.

Jorge, no voy a entrar en el análisis de Rough and Rowdy Ways porque coincido rabiosamente con el tuyo. Te confieso que es de los discos de Dylan que menos revisito, debido a su densidad poético/literaria, pero sí apunto a que, como dices, si es un disco en el que Dylan parece preparar su despedida, Shadow Kingdom se antoja como un ajuste de cuentas con su pasado y legado, pero en sus propios términos, permitiéndose divertirse y disfrutar de estas canciones sin que dicha revisión implique necesariamente tener que estar a la altura de ese sello de “voz de su generación” que sabemos tanto detesta.

Quizás, mi querido Lefevre, lo que me queda con esta especie de respuesta es darte las gracias por hacerme partícipe de tu pasión dylaniana, la cual comparto, pero tu fervor y mirada hace que siempre aprenda, reaprenda y redescubra tantos aspectos de nuestro amado “bardo judío de Minnesota”, como lo llama Caetano Veloso, así como de esas aspiraciones utópicas de tu párrafo final: el siempre poder aspirar a un mundo en donde el disfrute no sea visto como ocio o perdida, si no como ganancia y alimento para el intelecto y el espíritu. Se dice con frecuencia que el arte es bálsamo, y lo es, pero también debería de ser–y es- vida, y parte integral de la vida. Artistas como Dylan han hecho de su producción artística entera un reflejo de esto, y agradezco que entre el ajetreo y la dificultad que representa vivir en esta colonia que vivimos, ratos para que tengamos intercambios como estos sean posibles, y, como tú dices, deberían ser más, que menos.

Un abrazo,

Chemi González

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