Los contrastes de luz en el ocaso de Macbeth: The Tragedy of Macbeth

 

 

Especial para En Rojo

 En julio de 2016, la compañía de teatro The Classical Theatre of Harlem llevó a escena la obra de Macbeth como parte del Uptown Shakespeare in the Park en el parque Marcus Garvey de Harlem. El montaje, dirigido por Carl Cofield, fue al aire libre y comenzó a las ocho de la noche, cuando todavía quedaba mucha luz por los anocheceres tardíos de los veranos en Nueva York. El director demostró una maravillosa combinación de ambientación y trama ya que a medida que fue bajando el sol, los Macbeth emprendieron su descenso gradual a la locura que culminó con el suicidio de Lady Macbeth y la muerte en batalla del protagonista. Había muy poca luz cuando Macbeth asesina a Duncan, el rey de Escocia cuyo trono deseaba. Cuando los asesinos enviados por Macbeth matan a Banquo, su mejor amigo, y cuando las brujas le revelan al protagonista que solo un hombre no nacido de mujer podría matarlo, ya el parque estaba totalmente sumido en sombras. La escena del banquete después del asesinato de Banquo fue aterradora porque Macbeth ve al fantasma de su amigo y pierde el control de sus emociones delante de toda la corte. El efecto del fantasma de Banquo, que solo Macbeth puede ver durante el banquete, fue hecho con proyectores que alteraban la figura de Banquo mientras se movía de manera rara y brusca por las paredes del escenario en una noche perfecta para contar historias de miedo. Un gemido de pavor general se oyó por todo el auditorio, posiblemente llenando de orgullo a los artistas por el horror que el efecto logró evocar en el público. Esta producción teatral enfatizó los elementos de terror de la obra de William Shakespeare demostrando que Macbeth es una historia de miedo donde unas brujas manipulan las ambiciones de poder de un hombre y una mujer transformándolos en monstruos. Siguiendo esta tradición, la nueva película de Joel Coen, The Tragedy of Macbeth, crea un balance perfecto entre el horror creado por elementos teatrales y un uso del blanco y negro que referencia el expresionismo del cine silente alemán y las películas de Shakespeare de Orson Welles.

Joel Coen, que esta vez dirige y escribe el libreto sin la colaboración de su hermano, Ethan, nos trae un Macbeth y una Lady Macbeth mayores que han sacrificado demasiado a través de su ascenso en los círculos de poder del reino. El impresionante Macbeth de Denzel Washington tiene la energía de un gran general que ha triunfado en incontables batallas, pero que camina con una lentitud cansada por los años que lleva a cuestas. Su ambición de poder se agrava ya que su vida naturalmente se acorta, detalle que las tres brujas utilizan para tentar a Macbeth. También adquiere una justificación humana la manera en que Lady Macbeth empuja a su esposo hacia el regicidio. Ella ha sacrificado lo suficiente como para sentirse merecedora de la posición de reina de Escocia. Frances McDormand le da vida a una Lady Macbeth que sabe esconder sus más oscuros deseos detrás de una sonrisa cordial encarnando de manera deliciosa su icónica línea: “Look like th’innocent flower/ But be the serpent under’t.” Coen añade el tema de la vejez que usualmente asociamos en Shakespeare con los personajes de Prospero en The Tempest y de Falstaff en Henry IV (ambas partes) y Henry V. Este detalle rompe con una tradición de villanos inhumanos movidos por sus vicios y así retrata dos personajes que cometen actos horrendos porque ya es hora de que puedan ejercer su poder.

Coen retrata la obra de Shakespeare con unos visuales potentes que integran el arte del teatro y el cine. Kathryn Hunter, conocida por sus tremendas actuaciones teatrales en el personaje del mono ilustrado en Kafka’s Monkey (dir. Walter Meierjohann, Baryshnikov Arts Center, 2013) y de Puck en A Midsummer Night’s Dream (dir. Julie Taymor, Polonsky Shakespeare Centre, 2013), actúa las tres brujas y usa su cuerpo de maneras alucinantes. Hunter se aprovecha de su físico inusual para encarnar unos personajes que se contorsionan y se mueven de maneras tan bizarras como cuando la endemoniada Regan baja las escaleras de su casa en The Exorcist (dir. William Friedkin, EEUU, 1973). En The Tragedy of Macbeth, la cámara nos permite ver sin asistencia de efectos especiales cómo Hunter construye a través de su cuerpo unos personajes que no son humanos. Las brujas de la película de Coen son muy diferentes a las del Macbeth fílmico de Orson Welles (EEUU, 1949), donde estas preparan una muñeca de barro a través de la que manipularán a Macbeth y que hace una referencia visual al denominado Voodoo Macbeth que Welles dirigió para el Federal Theatre Project en el 1936. Las brujas en la película de Coen no mueven a Macbeth a través de un muñeco, sino que controlan el ambiente al punto de que el protagonista está literalmente atrapado en el gigante caldero de las tres hermanas.

Además de un elemento teatral, Coen crea un mundo visual donde el ambiente refleja el tormento interior de Macbeth. La Escocia del Macbeth de Coen es un mundo de grises donde la diferencia entre el bien y el mal se ve constantemente amenazada por la ambición de poder de los protagonistas, evocando así el uso del blanco y negro del género del film noir en películas como Touch of Evil (dir. Orson Welles, EEUU, 1958). El director de fotografía, Bruno Delbonnel, con el que Coen ha trabajado antes en Inside Llewyn Davis (2013) y en The Ballad of Buster Scruggs (2018), retrata con contrastes marcados un campo de batalla donde predomina el blanco de la neblina mientras el rey espera el regreso de batalla de Macbeth y las sombras del castillo mientras Lady Macbeth espera con ansias el regreso de su esposo. Al mismo tiempo, Coen utiliza el gigantismo que caracteriza el cine de Orson Welles. En Othello (dir. Orson Welles, Italia/Marruecos/EEUU, 1951), después que el protagonista asesina a Desdemona guiado por sus celos, este trata de suicidarse rodeado de oscuridad mientras los demás lo observan desde una plataforma elevada e iluminada. En el Macbeth de Coen, el protagonista consulta con las tres hermanas, que responden a sus preguntas desde unas vigas altas en el techo. Por un lado, la diferencia de ángulos en el Othello de Welles marca un contraste moral entre el protagonista y los jueces que observan fríamente al atormentado asesino. Por otro lado, en la película de Coen las brujas mantienen el control desde su altura mientras Macbeth y los otros humanos luchan como criaturas hambrientas por el hueso del poder.

A pesar de que The Tragedy of Macbeth concluye de una manera ambigua la cual no estoy convencido si funciona, Coen explora diversas dimensiones que nunca había considerado en el texto original de Shakespeare. Por ejemplo, el director trabaja sutilmente el tema racial en un posible diálogo visual con el trabajo de Welles. En el Othello de Welles, el actor adopta la práctica racista del blackface, muy común en las representaciones del protagonista moro. Cuando asesina a su esposa, la blanca e inocente Desdemona, vemos la repetición de la mentalidad racista que en el cine estadounidense remonta a The Birth of a Nation (dir. D.W. Griffith, EEUU, 1915): la amenaza de la masculinidad negra a la virginal feminidad blanca. En la película de Othello, el personaje ahoga a Desdemona con una tela que le pone alrededor de la cara. Ella no se resiste y Othello la besa a través de la tela robándole su último aliento. Sin embargo, en The Tragedy of Macbeth, el protagonista lleva una sonrisa fría mientras asesina al indefenso Duncan, que Brendan Gleeson interpreta como un padre sabio y tierno. Este momento no requiere una lectura de políticas raciales, un tema que hasta donde yo sé nunca ha sido tocado en Macbeth. Pero es inevitable para nosotros, que provenimos de una colonia, sentir cierto placer al ver a un Macbeth negro que decide rebelarse derrotando al hombre blanco en el poder.

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