Por amor a la Patria

Por Alana V. Álvarez Valle/Especial para CLARIDAD

“Me siento orgulloso de que

 tuve el suficiente amor de 

atreverme a hacer lo que hice. 

Porque cuánto valor tienes

 depende de cuanto 

amas aquello por lo que luchas”.

—Rafael Cancel Miranda (1930-2020)

Desperté a la melancólica hora azul y de inmediato me enteré de la triste noticia: Rafael Cancel Miranda había fallecido. 

Acongojada y llorosa comencé mi rutina diaria. Al levantar a mi chiquillo le dije que estaba muy triste. 

“¿Por qué Mamá?” “¿Te acuerdas del patriota que te presenté cuando fuimos a Puerto Rico el año pasado? Murió anoche y eso me hace sentir muy triste”. Nos abrazamos en silencio. 

Hace muchos años mi mamá me dijo que hablar de los muertos era hablar de una misma, de tus experiencias con esa persona que ya no está y de cómo la recordarás. Y aunque suena bastante egocéntrico, los años le han dado la razón a mi sabia madre. 

Confieso que cuando emigré con mi familia a los Estados Unidos hace ya varios años, me sentí culpable por mudarme al imperio opresor de mi patria. ¿Cómo criaría a mi hijo sin nuestra familia aglutinada? ¿Cómo lo haría lejos del Mar Caribe, de la Garita del Diablo, de las Tetas de Cayey y de la Ruta del Lechón? Además, ¿cómo contribuiría a la lucha por la independencia de mi país desde el exilio? 

Me prometí que comenzaría por mi familia, por mi crío. Decidí que lo criaría orgulloso de ser puertorriqueño. Quería que hablara español, que conociera su historia, que fuera un boricua de pura cepa. Me hice una experta en buscar contenido en español apropiado para peques. Nos pulimos en acentos latinoamericanos y en el castellano de España, tanto de series televisivas, como de películas y de música. 

Y seguía las enseñanzas de Cancel Miranda. El héroe nacionalista le dijo a su hijo menor Rafa Cancel Vázquez, quien lo citó en días recientes en sus redes sociales: “Hijo, la patria empieza por la familia, ¿si no amas a la familita cómo vas a luchar por la patria”?

Hice lo que había que hacer y me convertí en maestra de español, de historia y de matemáticas. Sabíamos al dedillo todos los colores, los números y los animales en español, con sus sinónimos correspondientes. Porque bizcocho, pastel y torta es lo mismo, al igual que guagua, autobús y bus. Quería asegurarme de que cuando el tipo entrara a preescolar a los 3 años, tuviera una base sólida de su español, para que no me vinieran con pamplinas esas de que “se confunde cuando le hablan dos idiomas a la vez”.

Simultáneamente comenzó la educación política, para lo que la familia escogida ha sido fundamental. Había que dejar clarísimo que vivimos en los Estados Unidos, pero que somos de Puerto Rico, que creemos en el derecho de todos los pueblos del mundo a ser libres y soberanos, y en la equidad de derechos de los seres humanos. 

Ya desde sus 18 meses de edad —con todo y su “lengua e’trapo”—, el Dude podía responder varios estribillos vitales:

Mamá—“Yo soy boricua” 

Dude—“Pa’ que tú lo sepas”

M—“Viva Puerto Rico” 

D—“Libre”

M—“Todo boricua”

D—“Machetero”

Cuando enmarqué el afiche del Frente Zapatista de Liberación Nacional, que conseguí en La Habana en 1997, no sabía lo importante que sería en mi vida casi 20 años después. Desde que le cambiaba el pañal a mi chiquillo, hasta que comenzó a leer por si solo, repetíamos juntos todos los derechos y principios fundamentales que tiene en su afiche para niños del FZLN: Techo, Justicia, Pan, Cultura, Educación, Libertad, Trabajo, Independencia, Tierra, Salud e Información. Siempre hablábamos (y aun lo hacemos) sobre lo que significa cada uno de esos conceptos y su importancia para el desarrollo de los pueblos y sus habitantes. 

Nos aprendimos versos de Georgina Lázaro (“Puerto Rico de la A a la Z”, Editorial Everest) para que pudiera imaginar y amar los colores del mar caribeño, conocer sobre Orocovix y los areytos de los Taínos, así como sobre la playa de El Escambrón y el bosque de El Yunque. 

Marchamos por la excarcelación de Oscar López Rivera y lloramos de alegría cuando nos enteramos que por fin lo habían liberado. Cuando el tipito tenía 4 años tuve el privilegio de presentarle al patriota, en el momento en que este vino de visita a Hartford, CT. 

No siempre me siento triunfadora en mi misión. A veces la nostalgia y la culpa me invaden. Durante las semanas que siguieron el desastroso Huracán María, las protestas del Verano del 19 y en muchas instancias más, todo mi cuerpo y mi mente se sienten horrible de estar en este frío paraje, alejada de mi isla. 

Entonces recuerdo a Rafael Cancel Miranda una vez más. “Cuando llegué a Nueva York (en el 1979, después de su excarcelación) me sentí en casa. Porque donde haya un puertorriqueño, ahí está mi patria” (“Prohibido Olvidar”, WIPR 2016). 

Así nos sentimos cuando visitamos festivales de las comunidades puertorriqueñas, comemos en las fondas boricuas y cantamos “esgalillaos” con Héctor Lavoe y Antonio Cabán Vale “El Topo” .

En estos días que repaso la vida y obra de Cancel Miranda tomé nota de lo que quiero recordar. 

En un vídeo de hace algunos años, que compartió su hijo, el insigne dice que su mensaje para la juventud es que “nos conozcamos a nosotros mismos, que conozcamos nuestra historia, quien no conoce su historia no se conoce a sí mismo; que siempre lleves el orgullo y la dignidad de ser puertorriqueño, que no hay que bajar la cabeza por nadie, hay que llevar la frente en alto como persona y como boricua”. Añadió: “Tienes una historia digna, tienes a figuras como Ramón Emeterio Betances, el padre de la patria, a Eugenio María de Hostos, el pensador de las Américas, a Antonio Valero de Bernabé, uno de los grandes libertadores de América junto a Simón Bolívar. Vienes de una tierra de grandes hombres y mujeres dignas de emular”. 

A diario hago todo lo posible por transmitirle a mi hijo ese amor, ese orgullo, esa honra de ser de un país tan hermoso, de gente luchadora y fajona, de una nación que no claudica, que sigue en resistencia y lucha. 

Porque hacer patria, esa frase tan trillada, puede significar algo diferente para cada quien. No todas las personas podemos ser tan arrojados, corajudos, con tanto temple como Lolita Lebrón, Irvin Flores, Oscar Collazo, Andrés Figueroa Cordero, Oscar López Rivera, Rafael Cancel Miranda y muchos patriotas que lo sacrificaron todo, familia, libertad, por luchar por la patria. 

Pero sí puedo seguir sus enseñanzas y amar a mi patria. “El valor nace del amor y yo amo a mi pueblo. Soy puertorriqueño y por ustedes doy la vida. Prefiero abrazar y tirar versos, pero si lo que requiere el momento son balas, lo volvería a hacer”. 

En 1997, en La Habana, Cuba durante el Festival de la Juventud y los Estudiantes tuve uno de los grandes fallos de mi vida. Me enfermé y no pude acudir a la Tribuna Anti imperialista para escuchar a Rafael Cancel Miranda testificar sobre la situación colonial de Puerto Rico. Me alegro que la vida me diera la oportunidad el verano pasado de conocerlo en persona y de presentarle a mi chiquillo. Le pedí una foto con él, y el ilustre y humilde mayagüezano accedió de inmediato. “Con las manos así Víctor Manuel, compañero”, decretó. 

Gracias y descansa en poder, que tu pueblo te sigue con el puño y la frente en alto.

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