La actividad sirvió de foro para discutir las particularidades del nuevo libro
En Rojo
Elogiada por sus aspectos literarios e historiográficos, la novela Muere Riggs, del escritor Rafael Acevedo Rodríguez, irrumpe en la literatura puertorriqueña como una nueva forma de rememorar y narrar. El libro, revisado por el historiador y catedrático Mario Cancel Sepúlveda, recuenta el magnicidio del coronel de la Policía insular Elisha Francis Riggs con un tono detectivesco y una escritura “seductora”. El texto fue presentado, el 18 de julio, en un conversatorio frente al Periódico CLARIDAD.
El conversatorio coincidió con el nonagésimo cuarto (94 to) natalicio de Rafael Cancel Miranda, exprisionero político que, al igual que los protagonistas de Muere Riggs, se enfrentó a las fuerzas del imperio estadounidense. Por ello, antes de comenzar la actividad, Alida Millán Ferrer, directora de CLARIDAD, homenajeó al patriota junto a María de los Ángeles Vázquez.
“La novela de Rafa, Muere Riggs, desde mi punto de vista, tiene un valor doble. [Primero] El valor literario; estamos hablando de una escritura verdaderamente seductora. Cuando enfrenté el manuscrito, en formato digital, leí la novela en una. Tuve que volver a leerla al otro día porque sentía el deseo; volví a leerla cuando la tuve impresa. La poética, desde la posición de Rafa, es extraordinaria”, opinó Cancel Sepúlveda.
El segundo valor “incalculable”, expuso el catedrático del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), es la historiografía con que Acevedo Rodríguez proyecta “una investigación densa” de los acontecimientos para “literaturizarlo”. Además, Cancel Sepúlveda loó el modo en que el autor sintetiza un período histórico comúnmente “generalizado”, la década de 1930.
En ese sentido, el catedrático explicó las complicaciones emocionales que se pueden enfrentar al trabajar el tema del nacionalismo. Para Cancel Sepúlveda, por ejemplo, el acercamiento investigativo al nacionalismo le “dolía mucho” hasta que, en 2005, decidió vencer el dolor y “mirarlo intensamente”.
“Sintetiza un período de tiempo bien intenso de tiempo, que asociamos genéricamente, a la década del 30, que alude a hechos verdaderamente trágicos, exigentes, vitales para la historia de Puerto Rico; entre 1935-1937”, detalló Cancel Sepúveda. Para el académico, estos eventos, junto al asesinato del coronel Riggs, conforman una “antesala” del juicio que enfrentó Pedro Albizu Campos.
Por lo tanto, contó Cancel, esta novela representa un acto de “anamnesis”, o la búsqueda de “un recurso para recordar algo que debe ser recordado de un modo”. En Muere Riggs, Acevedo divide el texto en cuatro capítulos episódicos que recogen múltiples perspectivas relacionadas con el magnicidio de aquel febrero de 1936. Asimismo, el historiador reconoció la manera en que Acevedo Rodríguez posiciona al lector en esas mismas perspectivas, como el inicio en que Hiram Rosado espera en la esquina del Gámbaro.
“Solo cuando un historiador lo resalta, nos damos cuenta del impacto potencial que suponemos que tuvo. Para un historiador que lee ese tipo de narrativa, definitivamente es una actitud que el novelista tiene el privilegio de adoptar. Yo no podría adoptar esa actitud si estuviera relatando el asesinato de Riggs en un libro de historia. Envidio a Rafa por eso, pero es una envidia sana”, comentó el autor de múltiples ensayos y libros de historia.
De igual forma, Cancel Sepúlveda concluyó sus observaciones con un breve análisis de los personajes en la obra de Acevedo Rodríguez. Desde Francis Riggs, Pedro Albizu Campos y hasta la misma ciudad del Viejo San Juan, Cancel Sepúlveda resaltó el estilo con que el autor maneja estas dinámicas.
Trasfondo de la novela
El primer recuerdo que Acevedo Rodríguez guarda del magnicidio histórico está relacionado con su padre, quien vivía en la esquina del Gámbaro en que, años después, el autor de Muere Riggs colocaría a un Hiram Rosado y su cigarrillo Chesterfield.
“Mi viejo me estaba contando el magnicidio, pero baja la voz en cierto momento y me dice: eso estuvo muy mal porque ese hombre salía de la iglesia”, detalló el escritor. Para Acevedo Rodríguez, aquella “pureza” con que cargaba Riggs le añadía un aire de tragedia clásica a un suceso histórico. “Toda la estructura del magnicidio de Elisha Francis Riggs me pareció una tragedia griega, pero criolla, en San Juan, en el 1936”.
De todos los acontecimientos de la época, el escritor escogió el evento preciso del asesinato haciendo énfasis en la pobreza del momento -a pocos años de la Gran Depresión- y por la manera con que los nacionalistas se enfrentaron a las fuerzas represivas de los Estados Unidos.
En la novela, hay detalles que resultan completamente de la creatividad de Acevedo, como la relación entre los pugilistas Joe Malinsky y Germán Nacovich. El posicionamiento de algunos personajes, como Carmen Losada, funcionan con lo que el autor piensa que pudo haber ocurrido. En el caso de Losada, es un personaje “de ficción”, pero necesario para integrar la figura de las mujeres en la lucha nacionalista.
“A mí lo que me interesa como novelista, más que todo, es lo que pudo haber ocurrido o, en efecto, lo que a mí me hubiese gustado que ocurriera. Eso a partir de unos eventos que fueron históricos, comprobables”, reveló Acevedo Rodríguez.
Elisha Francis Riggs fue una figura importante enlas redes de espionaje e interigencia en las primeras décadas del siglo pasado. Participó- directa e indirectamente- en la Revolución Rusa y en la firma del tratado de paz después de la Primera Guerra Mundial Además, como colaborador de inteligencia en el asesinato de Augusto César Sandino en Nicaragua.
“En la novela, hay un intento de apropiarse de datos que se sustentan sobre documentos, y algunos otros datos que, por esas mismas aporías, por esos mismos vacíos en los documentos, los relleno con ficción”, compartió Acevedo Rodríguez.
Con esas aporías, el autor trastocó el hecho de que el entonces gobernador , Blanton Winship, gestionó la llegada de Riggs a Puerto Rico. El coronel había trabajado en la región antes del mandatario colonial haber comenzado a gobernar, un detalle que se suma a la entretejida narrativa de Acevedo, que fluctúa entre la historia contada y la que pudo contarse.