Especial para CLARIDAD
Si algo está presente en este mundo paranoico es un profundo sentido de vulnerabilidad junto a una inquietante incertidumbre. Ni los gobernantes erráticos ni los conflictos bélicos ayudan a mejorar tal estado de cosas. Desafortunadamente, en la actual coyuntura han proliferado ambas cosas.
La administración de Trump no cesa de demostrar algo que siempre ha sido cierto: el estatus más peligroso es el de la subordinación política y el de la dependencia económica, justo los dos sellos distintivos de Puerto Rico. Este binomio aumenta, precisamente, la vulnerabilidad y la incertidumbre.
Las transferencias de fondos federales, particularmente los fondos Medicaid que nutren el plan de salud gubernamental de Puerto Rico – Plan Vital – y los que corresponden al Programa de Asistencia Nutricional, están encajados, junto al resto de los programas sociales del gobierno estadounidense, en un vector de reducción. Las prioridades presupuestarias de Trump no reflejan – huelga insistir en ello – ninguna sensibilidad social. Su inspiración proviene de los intereses de sus socios multimillonarios a los que, “bendito”, hay que reducirle los impuestos. Por tal camino continuará en aumento la deuda pública del gobierno federal de Estados Unidos. Ya excede el valor anual de la producción total de su economía: Producto Interno Bruto. Para colmo, los aumentos en los presupuestos de guerra – siempre prioritarios tanto para republicanos como para demócratas – se traducen en sacrificios en los presupuestos de paz.
A tal cuadro se suman las tantas veces invocadas tarifas arancelarias, es decir, impuestos a las importaciones. Estos terminan pagándolos los consumidores vía precios más altos. Valga destacar que aumentan los precios tanto de bienes importados como de bienes locales que contengan insumos de productos importados. Dicho sea de paso, Estados Unidos importa tres veces más materia prima de China que la que importa China de Estados Unidos.
En tal cuadro de vulnerabilidad e incertidumbre no se puede pasar por alto a los conflictos bélicos ni a su potencial para complicar la existencia. El de Israel y sus vecinos, que no es el único, lleva tiempo. En Gaza se ha llegado al extremo del genocidio. Ahora todo se ha complicado con el intercambio de bombardeos entre Israel e Irán, al que se sumó de forma directa – indirectamente siempre ha estado presente – Estados Unidos. Su ataque con bombas pesadas orientadas a destruir el programa nuclear de Irán ha alterado el cuadro, pero no ha disminuido la incertidumbre ni el recelo. Todo luce incierto — ¿tregua, cese de fuego de corto plazo, paz, reinicio de hostilidades, papel de aliados de unos y otros? –, como si se tratara de arena movediza.
¿Se interrumpirán de forma significativa las cadenas de suministros, sobre todo en lo que atañe al petróleo y al gas? ¿Se afectarán las rutas comerciales? Cuál será el efecto en los precios? Valga recordar que la fuerza motriz de la actividad productiva es la energía eléctrica y en Puerto Rico esta depende eminentemente de petróleo y gas. Todavía no se acaba de comprender la urgencia de transitar hacia otras fuentes renovables como la solar.
En realidad, la colonia de Puerto Rico, sin el instrumental institucional necesario para la navegación, sea en aguas calmadas o en aguas agitadas, sigue, como siempre, arrastrado por las aguas y empujado por el viento.