El puente de Utuado y la sentencia de Bad Bunny

 CLARIDAD

Una de las imágenes que dejó el huracán Fiona es la de un puente en Utuado arrastrado por la corriente del río como si fuera de papel. Todavía el huracán propiamente no había llegado, tan solo había aparecido la lluvia que se adelanta a los vientos, pero aquel puente no aguantó el primer empuje, dejando a varias comunidades totalmente incomunicadas.

La imagen del puente arrastrado como si fuera una mata de plátanos, además de tragedia, es una excelente metáfora de lo que ha ocurrido en Puerto Rico en los últimos cinco años. El puente original, que había servido al área por décadas, se había perdido en 2017 durante el terrible huracán María. Las escenas que produjo aquel primer colapso también aparecieron en muchos medios de prensa estadounidenses, porque las comunicades aisladas debieron ser asistidas por los militares utilizando helicópteros. Tras aquella primera experiencia debió construirse un puente nuevo, resistente a huracanes, utilizando una pequeñísima parte de los miles de millones de dólares que supuestamente se habían asignado desde Estados Unidos “para la reconstrucción de Puerto Rico”. Sin embargo, lo que el nuevo huracán encontró fue una estructura «provisional», de metal barato, que la primera crecida arrastró como si fuera de lego.

El puente de metal barato de Utuado, que al colapsar volvió a dejar aisladas a cientos de familias, dramatiza lo que ha ocurrido en Puerto Rico desde que el 20 de septiembre de 2017 el terrible huracán María nos lanzó casi de vuelta a las cavernas. Desde entonces han transcurrido cinco largos años escuchado, casi a diario, sobre los miles de millones asignados para la reconstrucción, pero ya ven el resultado.

¿Qué pasó durante ese quinquenio?

Durante la última semana se ha escrito mucho sobre este tema y, como es lógico, la atención se ha puesto sobre lo que ocurrió, o más bien no ocurrió, en Puerto Rico, pero hay que comenzar por Estados Unidos. Desde la invasión de 1898 la primera y última palabra sobre nosotros la ha tenido el “dueño” de la posesión porque, según su propia jurisprudencia, desde entonces Puerto Rico “pertenece, pero no forma parte” de Estados Unidos. Esos “poderes plenarios” sobre el “territorio” que les asigna su propia constitución, además de oportunidad para explotar la posesión, extrayéndole azúcar y mano de obra barata, también suponen algo de responsabilidad sobre lo que le pueda pasar a sus habitantes.

Luego de septiembre de 2017, en Estados Unidos se cacareó mucho sobre los “miles de millones de dólares” asignados por el Congreso para la “reconstrucción” de Puerto Rio. En el papel, ese fue el caso porque las resoluciones del Congreso efectivamente se aprobaron, pero en los tres años que le siguieron la administración de Donald Trump boicoteó sistemáticamente esa ayuda. En el sur estadounidense tachaban de parásitos indolentes a los exesclavos, y esa es la visión que el troglodita que entonces estaba en la Casa Blanca tenía sobre los puertorriqueños. Además de boicotear la ayuda, ya se sabe que durante esos años consideró intercambiarnos a Dinamarca por Groenlandia, lo que delata, no solo sus enormes prejuicios, sino su mentalidad de mosquito.

Ese boicot trumpista se mantuvo hasta hace apenas un año y, mientras tanto, acá chapoteamos con la incompetencia del PNPPD, el infantilismo resellista y la negligencia criminal de quienes le siguieron. Sólo hay que recordar que de los moradores de Fortaleza durante ese lustro, uno salió huyendo en las sombras de la noche, otra está bajo fianza tras ser acusada de entregarle una agencia pública a un mafioso a cambio de dinero y el tercero consume sus días entre el whiskey y la bachata mientras el país se derrumba.

El puente que naufragó en Utuado resume muy bien lo ocurrido. Su construcción estuvo a cargo de uno de los “contratistas de suerte” que siempre se arriman a los gobiernos del PNPPD, bajo la supervisión del pundonoroso Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EU. A pesar de lo que había ocurrido con el puente anterior, y de la supuesta pericia de los supervisores, lo que se erigió fue uno “provisional”, que en los años que siguieron nunca se sustituyó por otro permanente. Por eso se fue con el primer soplo.

El huracán que llegó luego de cinco años de María no solo encontró puentes provisionales. A su vista estaban también miles de toldos azules, todavía en el mismo lugar donde antes hubo techos. Y no hablemos de las carreteras con los agujeros que se han ido multiplicando durante el quinquenio.

Las “asignaciones millonarias” para la “reconstrucción” incluían de manera destacada la creación de una nueva “red eléctrica”, capaz de resistir hasta un huracán categoría 4 como fue María. Lo que pasó con esa tarea, que tanto amos como vasallos tacharon de prioritaria, lo hemos estado sufriendo durante los últimos años y, sobre todo, ahora mismo. Un huracán categoría 1, que en la mayor parte del país no llegó a tormenta, nos devolvió a septiembre de 2017.

No es necesario seguir escribiendo sobre lo que todos sabemos. Y en cuanto a lo que tenemos que hacer si de verdad queremos recuperar el país que nos quitaron, tampoco es necesario recurrir a ningún prócer ni revisar sabidurías antiguas. Basta con escuchar al rapero del momento, a Bad Bunny, quien desde la tarima de su último concierto pronunció la verdad más elemental: “Puerto Rico se levanta cuando tumbemos a la gente que nos quiere en el suelo”.

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