La montaña también existe en las novelas

 

Especial para En Rojo

Que el sur también existe lo manifestó Mario Benedetti en su famoso poema donde expresó que “con su esperanza dura el sur también existe”. El poeta uruguayo enumeró las desigualdades entre el norte y el sur planteando que: “Hay quienes se desviven y así entre todos logran lo que era un imposible que todo el mundo sepa que el Sur, que el Sur también existe”. No obstante, desde mi hogar sin ningún temor me atrevo a gritar que la montaña también existe. Este debe ser el nuevo mantra de los que escribimos y vivimos en la zona central montañosa.

Muchos piensan que la literatura puertorriqueña contemporánea es privativa del área metropolitana, pero hay que mirar a la montaña, para descubrir las letras que se producen en las tierras altas. Lamentablemente, en Puerto Rico como en otros países, la literatura está centralizada en la gran urbe y pueblos aledaños. Hace unas semanas leí en El Adoquín Times dos artículos de la escritora y periodista Ada Torres Toro sobre lo difícil que es publicar en Puerto Rico. El primero se titula “La literatura puertorriqueña I: Una industria abandonada a su suerte” y el segundo “La literatura puertorriqueña II: El auge en la autopublicación”. Ella en su investigación descubrió, o ya lo sabía, que: “Puerto Rico es invisible en la arena de las letras a nivel mundial”. Yo soy más localista y me atrevo a decir que muchos autores que escriben desde la zona montañosa son invisibles en nuestro país.

Pedro L. Cartagena, a quien conocí en 1995 cuando empecé a trabajar en lo que hoy es el Recinto de Utuado de la Universidad de Puerto Rico, es un escritor y profesor universitario jubilado que tiene una producción literaria interesante. Trabaja con los géneros de la novela y el cuento; además es un apasionado de la ciencia ficción. Entre sus títulos se destacan: Pasajero de verano (1996) su primera novela, los libros de cuentos Un camino de hojas muertas (2002), Imaginario global (2005), Al caer el sol (2010) y Sopa de Murciélago y otros cuentos (2021). A estos se le unen las novelas publicadas en el 2021: Exoplaneta, las vidas de Aldanze Genoma y Hotel Riverside. En el 2022, salieron sus textos Buscando el sol y Los huesos de Bosque Seco. Como puede observarse, el escritor utuadeño cuenta con una vasta obra literaria, poco difundida en el país. Como les sucede a muchos autores en la Isla del Encanto, su labor no se limita a la de escribir porque tiene que promover sus libros. En Puerto Rico, los rotativos tampoco miran a la montaña, para entrevistar a los escritores que con tanto esfuerzo se esmeran por publicar sus trabajos.

El domingo 3 de septiembre de 2023, Pedro L. Cartagena estuvo en la librería El Candil en Ponce hablando sobre sus novelas:  Pasajero de verano, Hotel Riverside y Los huesos de Bosque Seco. Aunque no pude asistir vi la grabación de la presentación donde me mencionó varias veces. Aprovecho para agradecer su confianza en mi trabajo editorial y como crítica literaria. De sus libros el primero que leí fue Pasajero de verano y tuve la oportunidad de escribir el Prólogo de la segunda edición. Enmarcada en la explotación minera de los pueblos de Utuado, Adjuntas y Jayuya, y la defensa del ambiente, trasluce en esta novela una excelente historia que ya va por la tercera edición. La leí de un tirón y me atrajo que el relato no era lineal y el lector tenía que reconstruir la historia marcada por el uso continuo de la analepsis y la prolepsis en la diégesis. Me gustó tanto que se la asigné a mis alumnos en las clases de literatura.

El otoño pasado, Pedro me regaló Hotel Riverside que también tiene como foco ambiental el pueblo de Utuado. En esta biografía novelada, la historia parte de una anécdota en la que el autor escucha una conversación sobre este icónico hotel. Uno de los que hablaban era Don Heriberto Román que se crió en ese lugar porque su padre lo había comprado. El edificio era una clínica de un grupo de presbiterianos que, a principios del siglo XX, se dedicaron a estudiar la anemia y la bilharzia en Utuado. Un dato histórico muy interesante. En el libro un adolescente se encargará de narrar sus vivencias en este interesante hotel. A través de su óptica damos un viaje por la Ciudad del Viví con detalles históricos que se combinan de forma asertiva con la ficción. El narrador con entusiasmo cuenta: “El hotel se convirtió en nuestra residencia y mi padre lo denominó con un nombre en inglés para supuestamente atraer a clientes del norte y diferenciarse de los hostales o casas que alquilaban habitaciones en la zona… Le llamó Hotel Riverside, que en verdad quedaba a la vera del río que atravesaba el pueblo desde las montañas de barrios colindantes con los pueblos de Adjuntas y Jayuya que en el pasado también formaron parte del gran hato del Otoao” (9-10).

Cuenta con trece capítulos y personalmente me encantó el que está dedicado a la llegada de los gitanos esos individuos que culturalmente van de un lugar a otro. Ellos arribaron al Hotel Riverside en verano con todas sus extravagancias: “Sobre el capote de ambos carros, baúles, bolsos de colores y cajas de madera. Como si fuera un circo, los cuales ya conocía, empezaron a descender las personas y a descargar su equipaje con mucho cuidado, que más que valijas de viaje parecía un desahucio o una mudanza” (p. 22-23). Me fascinó la descripción que hace el joven narrador de estos personajes exóticos para un pueblo inmerso en la montaña. Cuando leí el capítulo dedicado a las fiestas patronales me transporté a mis años mozos en Peñuelas, porque las fiestas dedicadas al Santo Cristo de la Salud, eran todo un evento esperado durante un largo año. Considero que esta obra literaria debe asignarse como texto obligatorio en las escuelas de Utuado para que las nuevas generaciones conozcan la historia de su pueblo. Quiero destacar que leyendo Hotel Riverside recordé Felices días Tío Sergio de Magali García Ramis y sentí la misma emoción.

En el Festival Literario de la Montaña, celebrado en Utuado, compré Los Huesos de Bosque Seco que a juicio del autor puede ser considerada una novela negra escenificada en los pueblos de Utuado, Adjuntas y Jayuya en el 2097. Siguiendo la línea del daño que se le ha hecho al ambiente, a juicio del escritor, su libro presenta un escenario distópico, cuasi apocalíptico, dónde hay que descubrir los misterios que guarda el Bosque Seco. En la contraportada nos dice que el texto puede ser considerado como novela negra o policiaca. Este género es uno de mis favoritos desde adolescente cuando conocí a Auguste Dupin, el detective de Edgar Allan Poe, que hace su primera aparición en Los crímenes de la calle Morgue. Después disfruté de las investigaciones de Sherlock Holmes, personaje creado en 1887, por Sir Arthur Conan Doyle y, de los libros de la incomparable Agatha Christie. Hace alrededor de quince años retomé las lecturas policiacas europeas. Por mis manos han pasado los libros de los suecos Henning Mankell y Camilla Läckberg; los del español Manuel Vázquez Montalbán, protagonizados por Pepe Carvalho. A estos se unen las publicaciones de la española Carmen Mola que son fascinantes. Cabe mencionar que ese es el seudónimo que utilizaron Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero, al publicar la trilogía La novia gitana.

En mi biblioteca tengo una excelente colección que incluye obras policiacas europeas, latinoamericanas y puertorriqueñas. Como crítica literaria, después de leer Los huesos de Bosque Seco me atrevo a afirmar que el texto responde más a la literatura de espionaje. En el mundo creado por Pedro L. Cartagena, la INTERPOL se une a las fuerzas militares para descubrir junto al agente Tulio, el misterio que se cierne sobre el Bosque Seco. El autor mezcla diversos temas geopolíticos que redundan en la difícil sobrevivencia de unos personajes que tratan de subsistir en un lugar desolado. Recomiendo la lectura de las tres novelas de Cartagena y culmino mi escrito con el mantra que inició: La montaña también existe y solo hay que salir a descubrirla a través de sus escritores.

 

 

 

 

 

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