Piedra de escándalo

Cuando niño me impresionó este pasaje del Evangelio de Juan. Jesús desobedece la ley para defender la vida de una mujer a punto de ser apedreada por los fundamentalistas.

8:1 Y Jesús se fue al monte de los Olivos.

8:2 Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba.

8:3 Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio,

8:4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio.

8:5 Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?

8:6 Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo.

8:7 Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de ustedes esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.

8:8 E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra.

8:9 Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando por ancianos; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.

8:10 Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?

8:11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno.

Siempre que escucho a los jueces de lo moral y a los que creen en la “Ley divina” pienso en esto. Cuantos de buena conciencia no son, ellos mismos, piedra de escándalo. El mismo texto que dicen leer, que se aprenden de memoria, que citan sin pensar en los contextos, los contradice. Ni siquiera leen para otra cosa que no sea buscar un modo de justificar la desigualdad y el dominio patriarcal. Y ciertamente es un libro de su época. Pero hasta hace más de dos mil años la cosa estaba bastante clara. Hemos avanzado muy poco y por eso leemos con rigor.

Rafael Acevedo

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