Reguerete de Gente

¿A cuántas personas usted conoce a cabalidad? Suponemos que en su contestación incluirá a sus familiares más inmediatos y a un estrecho círculo de amigos. Más allá de estos aparecen los más o menos “conocidos”, aquéllos con los que mantiene relaciones superficiales o circunstanciales. Aún sumándolos a todos, el número resultante es exiguo si se le compara con los tres millones de residentes de Puerto Rico. Es evidentemente imposible conocer personalmente a todos los integrantes de una sociedad de cierta escala y complejidad. Se vive en sociedades de extraños. Cuando usted camina por las calles o va de compras a algún centro comercial está eminentemente rodeado de desconocidos. ¿Cómo logra no caer en una vida cotidiana marcada por la insensibilidad, la desconexión y la indiferencia?

La contestación radica en la existencia de una serie de “instrumentos sociales” mediante los cuales usted logra comunicarse, logra conectarse  con los extraños e involucrarse emocionalmente con acontecimientos que trascienden su círculo personal. Se trata del extraordinario fenómeno de la cultura, del andamiaje institucional con que se han construido las sociedades humanas.

La cultura contiene dos cajas de herramientas imprescindibles para la convivencia sana y el desarrollo sustentable. Con una, llamémosla conocimiento, se establece un entendimiento común entre los miembros de una sociedad y entre esta y el resto del mundo. La otra es como una brújula que nos sirve para la búsqueda de soluciones a viejos y nuevos problemas. Todo esto incluye lengua, normas, valores, hábitos, costumbres, leyes, creencias y organizaciones sociales como gobierno, empresas, sindicatos, iglesias, partidos, universidades, centros de investigación, talleres artísticos, entidades comunales, etc. ¿Ha logrado la sociedad puertorriqueña mayor inteligencia entre sí y con el resto del mundo o se siente cada vez más confundida y aislada? ¿Se percibe como nación emprendedora y en desarrollo o, más bien, se confiesa como sociedad morosa y dependiente?

La antítesis de un andamiaje institucional funcional y coherente es lo que los sociólogos llaman estado anómico. Prima entonces la degradación normativa, el desmantelamiento institucional, la disfuncionalidad política, la violación de las leyes, el resquebrajamiento de la solidaridad, el desconocimiento y desprecio de sí mismo … Poco a poco se instala un sentido de impunidad, ya sea para “comerse” una luz roja, o para extorsionar y sobornar – esta es la alianza público-privada más común en el país —  o para destruir el espacio ambiental. La sociedad se desdibuja y se transforma en mero “reguerete de gente” enajenada, brutalizada y peligrosa.

Todavía la sociedad puertorriqueña no ha llegado al extremo de un estado anómico. Pero es evidente que los síntomas están presentes. El cuadro no es alentador. Basta ver al binomio gobernante (PNP-PPD)  auspiciando impúdicamente una economía de absoluta dependencia – sin un solo planteamiento de desarrollo sustentable – acompañada de una vergonzosa entrega de los recursos del país a intereses ajenos. Las llaman alianzas público – privadas: la parte pública cede recursos y le sirve de testaferro a la privada, que solo aporta su afán de lucro. Por otro lado, las agencias gubernamentales han degenerado en cómplices de los depredadores ambientales, como, entre otros, ha estado demostrando el caso de Jobos en el municipio de Salinas, ¿Prevalecerá la justicia o la impunidad?

El desmantelamiento institucional es generalizado: sistema de pensiones, Universidad de Puerto Rico, corporaciones públicas, organizaciones culturales… Se hace patente en el empobrecimiento de todos los servicios públicos. Mientras tanto, el binomio gobernante (PNP-PPD) se regodea con los fondos federales, para colmo malversados. Sus prioridades se resumen en atender – por cierto, bastante mal – sus respectivos problemas estrictamente partidistas y en prepararse, con el usual “inversionismo” político, para los próximos comicios y así mantener o acceder al “banquete total”. Ni hay buen gobierno para resolver dificultades inmediatas ni, mucho menos, visión de futuro para enfrentar los problemas de fondo del país.

La mezcla de complacencia, ineptitud y corrupción se ha tornado insoportable y explosiva.

La alternativa para no permitir que nos conviertan en “reguerete de gente”, insensible y carente de sentido de pertenencia, existe y es obvia: la que siempre, durante muchos años, ha sido contraria a lo que representa el binomio PNP-PPD. ¡Ya es hora!

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