Será Otra Cosa: De un acto heroico a un bolsillo secreto

 

Especial para en Rojo

Sueño que recuperé la cartera de una mujer. Mi acto tenía ribetes heroicos, por lo que confirmé que se trataba de un objeto de primera necesidad a pesar de que la mujer no aparecía por ninguna parte. Ni siquiera tengo que mirar lo que tiene ahí dentro aunque sé que tal vez sería interesante hacerlo. Sé que hasta podría ser material de escritura. Todo eso lo pienso dentro del estado onírico en el que parezco saberme. A veces sueño como si viviera, pero esta vez sueño como quien se sabe dentro del sueño.

Sé que este sueño es muy parecido a mi vida, y entonces comprendo que no tengo tiempo ni para ponerme a mirar la cartera que rescato. La prisa nos vuelve menos curiosas. Apenas puedes detenerte a husmear, a imaginar, a observar. Todavía me rindo ante las conversaciones ajenas, eso sí, sobre todo en filas de supermercados y restaurantes. Mi práctica de escuchar estas conversaciones ya casi es histórica y tiene una ética política en la que no debo abundar aquí pues me desviaría demasiado del tema que me ocupa. En este sueño estoy plenamente consciente de que ya tengo suficiente con mis propias carteras perdidas. O más que perdidas, apiñadas en una tablilla sobre otros objetos un tanto inútiles, almacenados, casi olvidados, a la espera de los caprichos del tiempo. Tengo tal vez decenas de bolsos donde ir recogiendo los restos de mi pobreza. Es una tarea tediosa pero a veces se vuelve también nostálgica y, poco a poco, hasta excitante. Todo depende de lo que encuentre entre recibos viejos, pequeños bolsillos secretos, boletos de entrada a una película, a un estacionamiento, una menta de restorán, algún pintalabios o brocha, un bolígrafo extrañado, un sobrecito de azúcar, y a veces hasta dinero, aunque en mi caso, más bien monedas.

Una Nochebuena resultó mágica. Me vestí con muy poco ánimo, solo por obligación. Estaba profundamente desolada. Agarré una carterita color rosa pálido que recién había heredado entre tantas pequeñas cosas. Me monté en el carro pensando en otras Nochebuenas, en el regalo que ahora faltaría por siempre. Se me ocurrió abrir un pequeño bolsillo de la carterita y sentí algo. Metí la mano y saqué un hermoso par de pendientes olvidados por la antigua dueña de la carterita. Fue mi mejor regalo de Navidad para siempre.

Por eso sé que, cuando agarro una cartera de este cementerio de objetos medianamente útiles, lo hago como si fuera un objeto de excavación. Excavar es remover depósitos en el orden inverso a como se han ido formando. Estratigrafía, le llaman en la arqueología al estudio de esas formaciones. Excavar se me parece a las autopsias que se hacen en esas entrevistas largas y minuciosas. Porque cuando se excava, también hay que comprender bien dos asuntos: los límites y la naturaleza de esas formaciones.

La comparación no es gratuita. Excavar es una actividad destructiva. “Cada vez que se realiza una excavación se remueven y se destruye la posición original de los depósitos”. Es preciso documentar y registrar con la mayor rigurosidad posible los elementos que componen la estratificación de un yacimiento.

“Conviene, en primer lugar, distinguir la clase de yacimiento que se trata de excavar”, explica Wikipedia y le creo. De hecho, lo revisé con otras fuentes porque sé que ustedes son de crítica fácil y odian a Wikipedia. “En general, se puede distinguir entre los lugares de habitación y los lugares de enterramiento; en ocasiones, habitaciones y sepulturas se presentan íntimamente enlazadas. Hay que estudiar, como caso aparte, los yacimientos en cuevas, por la forma especial en que a veces se han de practicar los trabajos”.

Me levanto con algo, como una pulsión de examinación profunda. No se ve nada en el horizonte. Cambio la mirada como buscando hacia los lados y pienso que esta ceremonia ya no lo es. No es esa obstinación de levantarse no matter what y jamás dar lugar a dudas. Es la puerta de este armario de pequeñas pertenencias, que alguien lo abra, que me sofoco. Que me muero de pensar que es imposible, pero me puedo quedar ahí dentro toda una vida. Y perderme de todo.

Pronto serán veinte años desde aquel regalo escondido en el bolsillo secreto de una carterita rosada. ¿Habrá sido dejado ahí a propósito? Cuando, oníricamente, recupero la cartera de una mujer, despierto a excavar todas las que he vuelto a guardar durante estos años largos, con la esperanza de volver a encontrar mi regalo, acaso una débil señal, en algún bolsillo secreto.

 

 

 

 

 

 

Artículo anteriorPasajes
Artículo siguienteHay la necesidad de una de una educación con perspectiva de género