Pasajes

Salgo a correr por la madrugada, tal y como he estado haciendo hace algún tiempo. En un tramo de la Ponce de León, veo una pared cubierta de carteles en los que se celebran los 105 años de ciudadanía con el imperio.

El sueño de Cornelius Rhoads («I’ve killed eight of my patients») se hizo realidad con la ciudadanía de segunda clase. Por medio de esa ciudadanía nos envían a guerras como carne de cañón, experimentan con nuestra salud, esterilizan vientres, acaban con recursos e industrias nativas, inundan una economía con dependencia total. Compran nuestras playas, nuestros terrenos, y eso con aquiescencia mansa de nuestro prójimo insular. Una ciudadanía con una promesa falsa en el algún día que nunca, nunca habrá de llegar.

No pude evitar pensar en el pasaje de las memorias de Víctor Hugo, cuando narra, con una mezcla de fascinación y escándalo, cómo los turcos ofrecen sus menores para que les contagiara con la condición venérea que padecía, esto para volverlos «occidentales». ¿Habrá ocurrido lo mismo aquí? No lo dudo, pero hasta donde sé, no se ha encontrado con un registro de los excesos del invasor y la mansedumbre insular con la excepción de Rhoads y los pasajes repletos de alcohol en The Rum Diaries.

Entre jadeos, recito de memoria el siguiente pasaje de Kafka en las Consideraciones acerca del pecado:

«El animal arranca el látigo de manos del amo y se castiga a sí mismo para convertirse en amo de sí mismo y no comprende que no es más que una ilusión producida por un nuevo nudo de la correa del látigo del amo.»

Del rosicler se asoma el sol. Me desvío de regreso a casa.

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