Será Otra Cosa-Haití, el camino de indiscutible esplendor

Deborah Hunt y Guie Beeu Guerrero Hunt, Road of Useless Splendor (en Taller Libertá, Mayagüez, marzo 2024). Foto de Suhaill Orsini

 

Especial para En Rojo

 

En el arte, una lograda alegoría hace lo aparentemente imposible: capta la situación particular de un lugar y de un momento, traduciéndola, a la vez, a todos los lugares y momentos. Por si fuera poco, también hace lo contrario: recoge aquello que llamaríamos la “condición general” y la vuelve relevante, específica, a un ámbito discreto. La pieza de teatro The Road of Useless Splendor (“El camino de esplendor inútil”), de Deborah Hunt –artista experimental de máscaras, objetos y títeres– y Guie Beeu Guerrero Hunt es un reciente y paradigmático ejemplo. En tanto prescinde del lenguaje verbal –no hay palabras en esta pieza, que nos deja sin palabras–, abocándose a la comunicación producida en el trasiego de objetos, colores, gestos y cuerpos, el “esplendor inútil” de este tipo de teatro radica en contar, a una misma vez, la historia del mundo y la de Puerto Rico, la de las islas globales y la de las caribeñas.

Las bufonas enmascaradas, sin nombre, que nos remiten a tradiciones teatrales sumergidas, consideradas “menores” en La Historia del Teatro Occidental, son cualquiera, en tanto las criaturas humanas somos siempre, en alguna medida y en diferentes momentos, víctimas y victimarias. A la vez, los personajes son la específica encarnación de todas las figuras con cuotas de poder que han tendido a la competencia, la acumulación, el comerse-por-los-rabos y, por tanto, la destrucción de lo otro y, en última e irremediable instancia, de lo propio. A lo largo de la pieza, por todo compiten, con gestos y actitudes que parecen inocentes, infantiles –“la banalidad del mal” de Arendt–, pero que, al mismo tiempo, resultan en hecatombes a gran escala que todo lo consumen, incluso a ellas mismas.

La competencia central del dúo quizá sea la que libran por El Libro, objeto que sugiere La Historia, y que no hace más que mostrar y solapar capítulos de desmedida ambición y desenlaces de inevitable cataclismo, tanto para humanos como para no humanos, todos en forma de objetos y títeres que, irónicamente, resultan más “reales,” verosímiles, que cualquier efecto 3D o de inteligencia artificial. Las hordas de ratas son cada vez más numerosas; los perros bravos son cada vez más monumentales; los cuervos acechantes son cada vez más agresivos. A medida que avanza la pieza, ellas, las bufonas, muestran cada vez menos decoro en su afán de dominio. Hasta por el dolor ante tanta muerte terminan compitiendo: si tú despliegas algunas pequeñas lágrimas, yo desplegaré un montón de enormes lagrimones. Su “road,” su camino, desenrollado en el suelo al inicio de la pieza tras una torpe coreografía de las bufonas, es una sucesión indistinta de leves elevaciones y caídas que se repiten hasta el cansancio, todas tejidas con evidente dedicación y preciosismo en un mismo color crema, casi blanco. Es la trayectoria del Occidente hegemónico: el camino del esplendor inútil.

Vi la pieza hace unos días en el bienamado Taller Libertá en Mayagüez. De hecho, las funciones allí de The Road of Useless Splendor inauguraron la temporada 2024 de la gestión corporal mayagüezana, Teatro pal barrio. Entre tantos asedios globales y locales, esa noche me sentía particularmente desconsolada por la actual situación en Haití, tan escasa e injustamente cubierta por la prensa. La semana anterior, durante la Cumbre Afro en UPR-Río Piedras, había escuchado las perspectivas de algunas personas que conocen mucho mejor que yo el volátil panorama del momento. En particular, llevaba –y llevo– bajo los párpados la imagen del rostro de la gran Hilda Guerrero, luchadora desde Comuna Caribe y otras iniciativas, y a quien me precio de llamar amiga. En Río Piedras, Hilda, compartiendo su consternación, me miró a los ojos detrás de una pesada sábana de llanto contenido. Más allá de comunicar con el cuerpo el hondo impulso de acompañamiento sin palabras, y de declarar, dondequiera y como se pueda, que Haití ha sido, es y será siempre LIBRE Y SOBERANA, y que de allí brota el inacabable sueño, por lxs haitianxs realizado, de la más plena libertad antiesclavista, antirracista, anticolonialista, es casi imposible no sentirse del todo impotente.

“El Libro” de Haití –pensaba mientras veía la pieza de Hunt y Guerrero– es una cuenta inagotable, usurera. Desde el momento mismo de la declaración de independencia de Haití en 1804, tras más de una década de revolución, y hasta hoy, los grandes poderes del Norte Global y la supremacía blanca no han dejado de cobrarla.[1] Las originarias “reparaciones” a ex amos esclavistas, el régimen de la deuda y la imposición, vía invasiones militares, apoyos a sangrientas dictaduras e incontables oenegés, de estructuras de dependencia y capitalismo neoliberal, son algunos ejemplos de los “métodos de pago.” Por destacar sólo las más recientes instancias, la remoción –por “inconveniente”– del legítimo y democráticamente electo presidente Jean-Bertrand Aristide en 1991, ha venido acompañada de más invasiones foráneas, lideradas por EE. UU., Canadá y Francia, e incluyendo las ordenadas por Naciones Unidas, la última de las cuales cesó hace apenas cuatro años. Éstas no han hecho más que ahondar en muerte, hambruna, epidemias, trasiego de armas, violencia sexual, migraciones forzosas, socavamiento de estructuras democráticas y la profundización general de los abismos entre clases. Ahora, Haití enfrenta el espectro de otra invasión internacional, liderada por los poderes de siempre, planificada a puerta cerrada en el incierto “Consejo Presidencial Transicional,” cuyo proceso, desconocido públicamente, usa al CARICOM como cortina de humo.

Hay quienes señalan que la demonización como “gangas criminales” –que, dicho sea de paso, obtienen sus armas del mercado de EE. UU.– de todos los grupos en pugna principalmente en la capital, Port-au-Prince (que no en todo el país), forma parte de la antigua treta del poder que controla la prensa y la opinión pública, pues no todos los grupos tienen ese perfil. Por ejemplo, en un reciente reportaje en Democracy Now!, Kim Ivers, editor de la sección en inglés del periódico semanal Haiti Liberté, les describe como “comités barriales armados” y destaca entre ellos a los colectivos anticriminales, y especialmente al liderado por Jimmy Chérizier, apodado “Barbecue.” Según Ivers, el grupo de Chérizier lleva años combatiendo las “gangas criminales,” empoderadas desde la última invasión. Ivers también observa que la única razón de la reciente “coalición” entre grupos criminales y anticriminales responde a la necesidad de evitar el regreso al poder del ilegítimo Ariel Henry, mientras continúa lo que Ivers cataloga como un “proceso revolucionario” con el objetivo último de transformar la sociedad haitiana hacia un paradigma de justicia y equidad. Aunque, como señala la profesora e investigadora haitiano-estadounidense Jemima Pierre en el reportaje referido, sobre dicha interpretación no hay acuerdo generalizado y, sea como fuera, la violencia ha cobrado ya miles de vidas y desplazado internamente a un número aproximado de 360,000 personas, lo cierto es que, si alguna lección nos enseña Haití es a no creer las versiones manufacturadas por el Norte Global sobre lo que allí sucede. Ya conocemos a los dueños de las narrativas oficiales: bufones enmascarados de inocente apariencia y una megalómana tendencia al apocalipsis si de éste pueden obtener alguna ganancia.

Todas nuestras luchas por un Puerto Rico, un Caribe, una Latinoamérica más justas, inclusivas y diversas resultan de la milenaria tenacidad de Haití en pos de otro mundo. Ese es el otro Libro de Haití, su camino de indiscutible esplendor. Ese Haití todo nos ha dado. Nada debe. A ese Haití, más bien, nos debemos.

[1] “Haiti as Empire’s Laboratory,” la reciente columna de Jemima Pierre en NACLA, lo resume muy atinadamente. Investigaciones y libros imprescindibles para estudiar más ampliamente la historia de Haití son: Una historia decolonial de la historia de los haitianos, de Jean Casimir; Tropics of Haiti: Race and the Literary History of the Haitian Revolution in the Atlantic World, 1789–1865 y Awakening the Ashes: An Intellectual History of the Haitian Revolution, de Marlene Daut; Haiti: Aftershocks of History y Avengers of the New World de Laurent DuBois; y el clásico, Los jacobinos negros: Toussaint L’Ouverture y la Revolución de Haití de CLR James.

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