Será Otra Cosa: Resaca

 

 

Especial para En Rojo

Después de sacar las camisas, los pantalones, los zapatos, queda la fila de ganchos que no se puede botar tan fácilmente, montones de plástico o metal, cosas que sobran, cosas que se botarán también, y luego qué hacer con el espacio vacío, esa boca abierta que parece gritar de tanta luz que entra ahora entre las puertas abiertas. Enmarcados quedan, en extraño dibujo, esos aparatos colgantes desde los cuales pende una memoria.

Se descuelga, se tira, se acumula en una estiba casi con rabia, sin fijarse demasiado en la calidad de las telas, sin pensar en la historia de cada pieza, todo sale de la casa, todo irá a otro lugar, ocupará otro clóset, vestirá otro cuerpo, tendrá una historia nueva, olvidará. Es la fuerza de la resaca, y ya sabemos que después de cada rabia, queda un rastro.

Quedan los ganchos vacíos alineados en el tubo del clóset. Podría decirse que son como fantasmas, pues evocan la presencia del traje o el vestido, superior o inferior, camisa o pantalón, que a su vez evoca al cuerpo que cubrían o descubrían, cuerpo que también se irá quedando vacío de persona, cuerpo que pretendía contener todo lo que era una persona, esa persona que no estará en su casa y no necesitará las vestiduras. Ese cuerpo es el rastro de una envoltura de un cascarón para un misterio.

Van cayendo al suelo, como hojas muertas, los últimos ganchos. Reunidos, aglomerados, se entrelazan como para no perderse. Nadie sabe cómo, pero aun en reposo, aun si dejamos cerrado el cuarto por muchos meses, es común encontrarlos abrazados, de tres en tres, a veces en inexplicables nudos, como si supieran que un día vendríamos a buscarlos.

Aquí, una sobra: un gancho solo, el que quedó después de la última visita. Es de metal, delgado y luminoso. Solo, así desnudo e inútil, vacío de persona y de memoria, el gancho es otra cosa, es artefacto útil, es monumento, es signo de interrogación, es signo. Cuándo abandonó aquel cuarto y se presentó en mis sueños para colgar de allí estas palabras.

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