¿Y todo el furor de Picando alante?: Más que merecido

En Rojo

El equipo de la producción fílmica Picando alante puede sentirse satisfecho de la cobertura que ha recibido tanto de críticos de cine como del público en general. Escribo tardíamente porque vivir en Vieques no me permite navegar o volar con frecuencia para cubrir lo nuevo en la pantalla grande. Así que no fue hasta la semana pasada que pude ver esta producción puertorriqueña, un miércoles en la tarde con ¾ partes de la sala llena después de estar dos meses en cartelera. Y es que, desde la primera escena, la fotografía, escenografía, actores que llenan la pantalla con sus gestos, voz y movimiento y los temas del hoy en nuestra sociedad captan la atención de lxs espectadorxs y así la mantienen a través de la hora y 47 minutos de duración. Se comienza con esa nueva sociedad que nos venden después del desastre económico de nuestra isla, para luego detenerse en la historia fragmentada de lo que hace la falta de dinero, recursos disponibles y la necesidad de “resolver” y “bregar” para subsistir como seres íntegros dispuestos al sacrificio y riesgo por los seres cercanos.

Esto último sonó muy serio para una historia donde lxs espectadorxs van de una sonrisa, a una carcajada, a un miedito que esto no parece tener salvación, a pensar que quizá todo salga bien, aunque solo sea por el momento. Su escena inicial es al estilo de una presentación TED o una reunión de futuros jóvenes inversionistas en un Puerto Rico desconocido para la mayoría de su población. Marysol (Marisé Alvarez) despliega gran seguridad cuando asiste a la orientación para el nuevo negocio de Cannabis Medicinal. Ya tiene experiencia en su siembra en escala menor y llevarlo al nivel de negocio lucrativo no parece tan difícil. Pero la realidad le llega como un cubo de agua cuando intenta pedir un préstamo para la inversión inicial. ¿Dónde están los colaterales que le garantiza al banco que su dinero será pagado con altos intereses? ¿Qué alternativas existen? ¿Quién puede prestarle dinero suficiente para comenzar su negocio sin pedirle intereses exorbitantes que nunca podrá pagar? Las amistades pueden apoyarla emocionalmente, pero no monetariamente. Momento de compartir su frustración con su familia.

Y aquí empiezan los enredos que componen tantos niveles de la sociedad puertorriqueña que bien podría ser la colombiana, dominicana, brasileña, india, etc. Somos esa familia de clase media (con múltiples definiciones) que tiene una casa de urbanización donde criaron a sus hijxs, donde todo escasea menos cariño y un plato de comida. El o los autos subsisten con arreglos caseros o vecinales, la hipoteca sigue vigente o renovada después de 25 años, las apuestas y la lotería y sus múltiples versiones siguen siendo la posibilidad de cambiar su suerte y los escapes del alcohol y la fumaera son parte de la parte social de ese diario vivir. Dentro de esa manera de subsistir y gozar la vida, decir la verdad, confrontar a otros miembros de la familia o amistades, y desconocidos puede traer roces y peleas abiertamente confrontacionales. Así que Marysol puede proponer un plan para que este nuevo negocio sea exitoso, pero cada miembro lo interpreta a su modo. Milagros (Cristina Soler), la madre, lo ve como una manera de unir a su familia y cree poder resolver cualquier fricción con Elegido (René Monclova), el padre, que de lo menos que sabe es de finanzas y que insiste en proyectar su imagen de “jefe de familia” aunque no pueda conservar un empleo ni proveer más allá de lo mínimo para su familia. Roli (Mikephillippe Oliveros), el hijo con grillete electrónico recluido en la casa de los padres en busca de la probatoria después de estar en la cárcel donde casi pierde la vida (todo esto comentado como algo natural, nada fuera de lo común), apenas puede aportar a alguna decisión familiar. Wanda (Lourdes Quiñones), la hermana menor, se ve obligada a vivir con sus padres porque no tiene manera de ser independiente, aunque se inventa múltiples negocios para tener todo lo que desea y de paso ahorrar para su futuro, el que sea. A esto se añade los vecinos curiosos cuando las garatas familiares se dan fuera de la casa, el autodesignado amigo de la familia, en este caso el policía Tebo (Luis Gonzaga), que no sale de la casa y se mete en cualquier conversación, aunque no le atañe y los amigos cuestionables de Elegido.

Y entonces están las “asociaciones anónimas” (Vivian/Lucienne Hernández y Wichi/Juan Pablo Díaz), esas a las que unx acude para conseguir dinero rápido con la promesa de un buen dividendo y un saldo rápido. Como todxs sabemos, este sueño es como sacarse la lotería y hacerse millonario de un día para otro. Otro cuadro que presenta la historia es la vigilancia y redadas de las unidades especiales de “la ley y el orden”, mientras el resto del país se sumerge en las balaceras en negocios o sitios públicos, los feminicidios, los crímenes sin aparentes autores y la violencia imparable dentro de las cárceles, como el reciente caso de Shannei I. Colón Ponce. Y, aunque parezca imposible de hacer, Picando alante presenta—con una seriedad risible—este cuadro de la sociedad puertorriqueña en el que todxs convivimos y sobrevivimos.

Si Teatro Breve es un colectivo teatral donde cada integrante, cada pedazo de historia, cada lugar (interior o exterior) forma parte de la presentación final (nunca final porque cada función se ajusta a su público), Picando alante es un filme excepcional precisamente porque cada uno de sus integrantes (director/Israel Lugo, escritores y guionistas/Mikephillippe Oliveros y Luis R. Trelles, cinematógrafo/Santiago Benet Mari, compositores/Eduardo Cabra y José David Pérez, editor/Andrei Nemcik, diseñadorxs, vestuario, maquillaje, sonido, etc) es parte de un filme donde nada sobre ni nada falta. Cada actor/a penetra su papel y lo transforma para que Picando alante quede grabado en la memoria del público y podamos recordar cada una de las maromas que estos personajes hacen para sobrevivir en este Puerto Rico que tanto amamos y que tanto nos reta.

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