0.
Desde la escuela superior, leo el periódico de atrás hacia adelante, de contraportada a portada. La idea, en su inicio, era leer la sección de deportes, y nada más.
Con el tiempo, el interés en la vida social me hacía rebasar aquella sección. Primero, de manera escatológica: de los deportes a las esquelas. A algún amigo de la familia le recuerdo haber escuchado decir que una señal de la vejez era el leer esquelas para enterarse del fallecimiento de antiguos conocidos. (Lo dijo hasta de buen humor, como si fuera un estoico enfrentándose al irremediable paso del tiempo.) Sin tener la edad y sin los conocidos, transgredí el límite deportivo, que exalta a aquellas personas de alto rendimiento físico, para hacer honor a quienes ya habían dejado de habitar el plano material para pasar a otras dimensiones de la existencia.
De las esquelas, y brincando los edictos, se llega a las cartas de los lectores y la columna de opinión (división que siempre consideré algo extraña y arbitraria). Quizás esto marcó, también, una iniciación con respecto al periodismo literario y creativo (era la época del Buscapié diario en El Nuevo Día), dentro de los límites de lo posible en la prensa patronal de Puerto Rico.
El recorrido hacia el origen continuaba. Fue un proceso que se dio de manera dialéctica: primero poco a poco y luego de repente. El último momento del proceso, al que casi llegué sin darme cuenta, fue el de la noticia de portada. Por fin, llegué a habitar el inicio y el presente, fenómenos simultáneos en el mundo del periódico. En el presente creo que sigo, aunque las dimensiones temporales a veces sean difíciles de compaginar y distinguir.
1.
A Juan Forn, el escritor argentino, le llegaron a preguntar, en un momento dado, si se encontraba “escribiendo algo”. Ya habían pasado varios años desde la publicación de su última novela, María Domecq (2007), y muchos más desde su última colección de cuentos. Parece que nunca lo hizo, según cuenta Andrés di Tella, pero siempre pensó contestar: “¿No te das cuenta de lo que estoy haciendo? Esto es lo que estoy escribiendo: ¡mis contratapas!”
Por un periodo de 15 años, Juan Forn mantenía una columna semanal en la contraportada de la revista Página 12. Todos los viernes, el reverso de la revista contaba con una columna literaria que contenía trazos de vida cultural, de muchas vidas y escenas que el autor nunca conoció de primera mano, pero vivió por vía de su intensa práctica de lectura.
La escritura de las contraportadas coincidió, también, con el sumergirse en géneros literarios fronterizos y de difícil catalogación, como aquellos textos de Truman Capote, como Una excursión a los indios ranqueles, como cualquiera de los textos profundamente híbridos que abundan en la América Latina, y que él también terminó por producir.
La contraportada se convirtió en una manera de llevar a cabo una práctica estética que, a su vez, no le condicionaba, pero sí le estimulaba, lecturas particulares. Y el estímulo fue recíproco. Llegó un momento en que un número nutrido de personas compraba la revista únicamente los viernes por la columna de Juan Forn, de la misma manera que un número nutrido de personas – décadas antes y en Puerto Rico – compraba El Imparcial por la columna diaria de César Andreu Iglesias. Archivo y ejercicio creativo a la vez, fuimos muchos los fieles a esa práctica rutinaria y semanal que ejerció Juan Forn hasta el momento en que él mismo pasó de la contraportada a las esquelas.
A Juan Forn, maestro de la contraportada, le dediqué, hasta cierto punto, una nota de duelo. Apareció en este mismo periódico, en el número que corresponde a la semana del 24 al 30 de junio de 2021. En su edición “física” –nunca impresa por motivo de la pandemia, pero sí diagramada y digitalizada–, ocupó un lugar intermedio entre la apertura y el cierre de En Rojo. Pero los puntos medios me hacen esquivo, y tiendo a moverme hacia los lados.
2.
Ahora, me embarco en un proyecto que me hala, de nuevo, a los orígenes circulares de mi relación con el periódico físico: el reverso. Es, en un sentido estricto, el final de algo contenido en una totalidad mayor: la contraportada de En Rojo, suplemento cultural del semanario Claridad.
El propósito de iniciar por la contracubierta ya no es deportivo, como en mis primeros acercamientos hacia el periódico, sino literario. Pero las metáforas deportivas siempre tienen la capacidad de expresar lo que se lleva a cabo en el Caribe. Por lo tanto, podemos aprovechar algunas.
Empecemos por el hecho de que no regreso al reverso practicando un deporte individual, sino colectivo. Y, como todo deporte en equipo, hay una tradición que le precede.
Ya antes, un grupo de escritores había iniciado un Relevo en las páginas de En Rojo, con su pase de batón semanal por un periodo de un año. La grabación de aquella carrera, titulada El tramo ancla, sigue siendo referente de la crónica moderna en Puerto Rico.
Un ejercicio de relevo similar, sin la imagen atlética de la carrera, sino más bien como una caminata continua, íntima e indeterminada, han llevado a cabo las escritoras de Fuera del Quicio y su segunda vida, Será Otra Cosa. La página 11 de Claridad constata, semana tras semana, esta escritura insistente.
En fin, que es imposible hablar de la crónica en Puerto Rico sin hablar de En Rojo. A diferencia de otras prácticas cronísticas en la isla, las que se encuentran en En Rojo son siempre, además, prácticas colectivas.
A esta tradición me sumo, en una columna rotativa compartida por un grupo heterogéneo que ocupará la contraportada de En Rojo. Aunque siempre simpatizo con el relevista de cierre, hoy me tocó jugar el rol del primer turno al bate. Y la reflexión sobre mi entrada en un proyecto como este terminó por devorar la primera columna, pensada originalmente para tratar otros “inicios” en mi memoria cultural.