Desarmando las piezas de nuestro cuadro de salud mental

 

Columnista Invitada

 

Como se ve, cuando se afirma que es la sociedad
la que está loca más que los individuos,
no se quiere decir con esto que haya trastornos
psiquiátricos de la conciencia colectiva;
las neurosis y las psicosis son siempre individuales.
Lo que se afirma es que la sociedad amplifica
las tendencias mórbidas de sus miembros;
Es que puede presentar situaciones tales
que multipliquen el número de sus enfermos mentales.

Sociología de las enfermedades mentales

Roger Bastide

Do I look like a psychiatrist? ¿Parezco psiquiatra?

Edie Flowers. Personaje-compendio ficticio de investigadores del Gobierno de Estados Unidos

Painkillers NETFLIX

Corrían las décadas del 60 y del 70. Para esa época en la urbanización modesta de Country Club se contó por algunos años con un velódromo y una piscina pública, en ambos se recibía la muchachería de residenciales y barriadas circundantes además de la juventud de la urbanización. Fui testigo y parte del disfrute sano y bullicioso en medio de musarañas que se tejen cuando se es joven. Desaparecieron ambas facilidades, una fue un legado de unos juegos y la otra era administrada con los fondos del pueblo.  Pasan varias décadas e inicia el nuevo milenio y para el estudiantado de nuestras escuelas y la comunidad escolar, el concepto de las llamadas escuelas de la comunidad son un tema recurrente.  Un Secretario de Educación deja saber en una entrevista que para calmar sus nervios luego de un día de labores, disfruta de su piscina privada, actividad que probablemente pocos estudiantes y empleados de nuestras escuelas públicas podían experimentar luego de un día de trabajo. No se trata del funcionario que fue preso.

Pasan otras dos décadas y ahora los funcionarios del gobierno colonial pretenden decirnos que el calor que casi literalmente nos quema se va a enfrentar con ropa liviana y aires acondicionados. Tal y como si los hubiese tomado por sorpresa se ha esperado hasta entrado septiembre para hacer un gesto. ¿Desde cuándo el calor es agobiante dentro de un centro de trabajo al menos en algunos meses del mes en nuestro país? ¿Desde cuándo las oficinas administrativas en las escuelas y otras instituciones cuentan con aires, pero no así los salones de clase?  Esto fue así por años inclusive en instituciones que servían personas con discapacidades muy serias.  ¿Desde cuándo muchas familias duermen con aires en sus dormitorios siempre que los puedan pagar?

No hay duda que se está rompiendo récord pero el calor siempre estuvo ahí. No hay duda que ahora puede ser letal pero la incomodidad en una parte del año siempre existió. Lo que sucede es que las disposiciones dentro de nuestra estructura económica dieron el espacio para que la clase adinerada y una parte privilegiada de la clase trabajadora dentro y fuera de la economía formal pudiese resolver con aires (algunos con piscinas). La propaganda inmisericorde de consumo superfluo y superficialidades demagógicas en los medios masivos funcionó como cortina de humo para disimular que las temperaturas altas siempre fueron y ahora más que nunca son otro renglón divisorio y discriminatorio de nuestras clases sociales y sus niveles de vida.  Las casas y edificios con estructuras inapropiadas porque atrapan el calor se multiplicaron por doquier desde el siglo pasado y representaron una fortuna tanto para los productores de cemento como para la industria de electro domésticos. Estos últimos en combinación con la imposición del automóvil privado como medio principal de transportación ha provocado a través de varias décadas desde el siglo pasado una crisis en muchos de nuestros vertederos. Las marcas famosas de Westinghouse, General Electric, Dupont y otras, todos brazos del criminal Departamento de Defensa de Estados Unidos engordaron sus arcas mientras se creaba un problema muy difícil de resolver para nuestro pueblo.

Se difunde un discurso fragmentado en torno a las necesidades de consumo como parte de la cortina de humo aludida. Uno de las líneas principales del discurso es que la satisfacción de las necesidades debe ganarse a través del trabajo.   ¿Cuál trabajo? La falsa división y desarticulación entre el trabajo intelectual y el trabajo manual han llevado al pueblo a una aceptación tácita de condiciones disimiles y atropelladoras tanto de vida como de trabajo dentro de la clase trabajadora dando espacio que se ignore el robo que realizan a diario los grandes explotadores. El que te recoge la basura y te limpia un patio hace una labor tan fundamental para la salud como el médico. Las maestras que te enseñaron a leer son necesarias para que el que escribe libros tenga lectores.  Se espera que el trabajador manual luego de soportar calor en la calle o en su taller de trabajo regrese a soportar calor en su vivienda siguiendo la larga tradición esclavista-feudal-capitalista del mundo occidental. [1]  El discurso se fragmenta aún más cuando se trata de los trabajadores por cuenta propia en las tareas manuales. Se les designa como chiriperos de forma despectiva y se aduce que no pagan contribuciones y que esconden ingresos. En otras palabras, estar condenados a mirar sobre el hombro cada vez que cobran por algún trabajo con el temor de una posible denuncia es una ventaja para los que así piensan.

Las disposiciones para comenzar a cerrar esta brecha entre lo que se racionaliza y lo que son las realidades concretas de cada cual casi no existen y las pocas que existen tienden a estar llenas de obstáculos. En el enfrentamiento ocurrido en pasados meses entre la administración de la UPR y el Sindicato de Trabajadores, el Dr. Luis Ferrao, presidente de la UPR, se atrevió a decir que el había concedido un bono a estos trabajadores quienes devengaban salarios que ya eran bien bajos desde antes del huracán María. Esto lo hizo con un tono de jactancia como si se tratara de dinero de su bolsillo y sin excusarse por la brecha irrazonable y clasista que existe en términos salariales en nuestro primer centro docente. Precisamente, estos trabajadores de mantenimiento que no pueden ser catalogados de chiriperos recibieron un trato ilustrativo de la brecha que se impone por parte de los cuadros medios entre el trabajo manual y el trabajo intelectual. Luego dicho funcionario fue parte de un capitulo bochornoso relacionado a un cambio de notas de una estudiante en el recinto de Ciencias Médicas que sugiere que la brújula moral de jóvenes y adultos en la crema del trabajo intelectual en nuestro país necesita urgentemente recalibrarse.

Otro fragmento del discurso contra nuestra clase trabajadora se articula apelando al afecto y a cierto romanticismo y se habla de que si se hace con amor las dificultades se olvidan, etc. Esto se aduce por ejemplo, de abuelas criando nietos o de las cuidadoras en centros de cuido.  Los estudios tienden a indicar que el trabajo físico continuo sí afecta la salud en particular cuando se extiende más allá de la edad mediana.[2] Las ocupaciones que se mencionaron como caracterizadas por esfuerzo físico alto o intermedio fueron vendedores, enfermeras, cuidadores y trabajadores rurales y de producción con animales. Uno de estos estudios realizado en Noruega concluyó que aun después de controlar una serie de variables los individuos con un historial ocupacional de actividad física prolongada estaban en mayor riesgo de desarrollar demencia. Interesantemente una variable que se identificó como atenuante al efecto de demencia fue el grado autonomía que se ejerce en el trabajo. No hay efecto relacionados al practicar ejercicios voluntarios fuera de horas laborables. La insistencia de que personas con condiciones muy cómodas y de las cuales a veces hacen gala públicamente se crean portavoces e intérpretes de las condiciones menos afortunadas de muchos trabajadores ha mermado las posibilidades de diálogo entre diversos sectores sociales.

Una vez pasó el huracán María siguieron unas semanas de calor insoportable lo cual los meteorólogos advirtieron iba a suceder.  La mayoría de la población enfrentó condiciones bien duras mientras el gobernador de entonces y su grupete se reunía en el C.O,E, a negociar contratos en aire acondicionado y con comida de chef.  Quizás la distancia de poco menos de dos años llegado el verano del 2019 nos desdibujó la fuerte agresión de clase que esas acciones representaban y dada la magnitud de las bajezas que nos enteramos en el famoso chat nos apresuramos a identificar únicamente las ofensas especificas a identidades y víctimas del huracán. Sin desmerecer la seriedad de esas ofensas ahora me parece que subyacente a la ira del pueblo en la calle latía un enfrentamiento de clases con una todavía escasa articulación en el plano intelectual. Las posibles razones para esto ameritan otro artículo.

La serie Painkillers se desarrolla en un pueblo de Connecticut y revela la decadencia del capitalismo estadounidense ejemplificada en la historia de la compañía farmacéutica  PerduePharma, propiedad de la familia Sackler, y su venta del opioide semi sintético, clorhidrato de oxicodona o Oxycontin.   Nos enteramos, entre otras cosas que en Puerto Rico nos cogieron de conejillos de india (de nuevo) en las pruebas de este analgésico y que la cacareada FDA es o ha terminado siendo una agencia pequeña y con pocos empleados. Este fármaco resultó abusivo y devastador para la gente humilde y de clase trabajadora que sufrían de dolor intenso causado por accidentes en el trabajo o en el hogar o por condiciones como artritis o cáncer.  En una escena emblemática la joven Shannon Schaeffer empleada de la farmacéutica, se entrevista con la investigadora del gobierno federal y de forma muy afectiva le narra como se dejó llevar por el dinero aún después de entender de lo que realmente sucedía con dicha droga, exclamando que el dinero le hace cosas a la mente. La respuesta seca de la investigadora de que no es psiquiatra puede ser formalmente correcta, pero es fundamentalmente parte del problema. No hay espacios dé vida para alertar sobre las acciones que van exacerbando las tensiones que crea para toda la gente el dinero vuelto fetiche. Se llega a las situaciones límites y lo que resta es un espacio legal cuya función es castigar.

No siempre fuimos así. El narcotráfico nos tragó hace tiempo y su ascenso comenzó precisamente a raíz de la ola migratoria que recibimos luego de la victoria de la revolución cubana, migración celosamente protegida por el gobierno de Estados Unidos.[3]  No fueron los recordados anuncios de comprar, comprar y comprar los que marcaron nuestro derrotero. El consumo y la bestial propaganda que lo propició se orquestaron bajo una visión de mundo que lamentablemente nuestro pueblo compró. Esa visión de mundo se armó acorde a los intereses del poder que nos invadió. Las narrativas para adjudicar a los procesos sociales complejos características de personalidad supuestamente heredadas son una cortina de humo que adquieren fuerza de fetiche. No se llenaron nuestros vertederos porque de pronto caprichosamente decidimos comprar mucho.   No se ha destruido la naturaleza porque Prometeo comenzó todo el desbarajuste al robarle el fuego a los dioses y traerlo a los mortales.[4] Los que se parapetan con este tipo de mito tienen nombres, sus acciones son identificables y se pueden combatir pues son tan humanos como nosotros, aunque se hayan plantado un chip.  Para ser eficaces nos tenemos primero que mirar por dentro como clase trabajadora e identificar las divisiones que dentro de nuestra propia clase hemos apoyado entre nosotros.

Gracias a toda la gente que corre por todo nuestro archipiélago defendiendo nuestra tierra y sus recursos como una vez lo hicimos en Vieques o Isla Verde. Es una cobardía decir que hay que estar diz que afectado directamente para tomar acción. Más que cobardía es una complicidad bajuna con el imperio y la clase privilegiada. El humo del fuego que se origina en Canada ha llegado hasta Florida y la sal del mar ha penetrado el Rio Mississippi. Todo está conectado y tarde o temprano todo le va a llegar a la humanidad completa.

[1] https://www.filosofia.org/enc/ros/contra1.htm
[2]https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2666776223001400
[3]López Rojas, Luis A. 2004. La mafia en Puerto Rico: Las caras ocultas del desarrollo. San Juan: Isla Negra.
[4]Saito, Kohei. 2022. Marx and the Anthropocene: towards the idea of degrowth communism. Cambridge: Cambridge University, p. 105.

Comentarios a:unasolalira22@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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