El camino difícil de Orlando “Peruchín” Cepeda

 

 

CLARIDAD

 

Cuando ya Orlando “Peruchín” Cepeda se destacaba como jugador de los Gigantes de San Francisco y Roberto Clemente era uno de los principales jugadores de los Piratas de Pittsburgh ocurrió un incidente que dice mucho de lo que ambos debieron enfrentar durante su carrera en las llamadas Grandes Ligas del béisbol de Estados Unidos. Los Gigantes visitaban a los Piratas y había juego por la noche donde los dos boricuas serían rivales, pero antes del partido se juntaron para ir a almorzar. Aun cuando estaban en una ciudad del norte estadounidense donde, además, Clemente era ya muy conocido como jugador del equipo local, en el restaurante que escogieron se negaron a servirles porque eran negros. También habían llegado al restaurante hablando en español, lo que agravó su situación.

La anécdota se la escuché al propio Cepeda en 2012 cuando fue el orador invitado a la Cena Gala en beneficio de CLARIDAD celebrada en el hotel La Concha de San Juan. Al siguiente día del evento fui con Pablo Rivera a visitarlo a su apartamento de Isla Verde para agradecerle su apoyo al periódico y allí, mientras departíamos, escuché de sus labios esa y otras historias de su vida como pelotero en Estados Unidos.

No recuerdo si Cepeda mencionó el año de aquel encuentro con Clemente, pero debió haber sido en la primera mitad de la década de 1960 porque jugó con los Gigantes entre 1958 y 1966. Para esos años ya la lucha del pueblo negro estadounidense contra el racismo había alcanzado algunos logros, pero el discrimen y el abuso racial seguían siendo la norma. Para la fecha del incidente en Pittsburgh apenas habían trascurrido 15 años de que se permitiera el primer pelotero negro en un equipo de las Grandes Ligas y la gran mayoría de los jugadores seguían siendo blancos formados en un ambiente de odio racial.

Para los puertorriqueños, igual que para otros latinoamericanos al racismo se unía la barrera del idioma. “Como muchos jugadores latinoamericanos, Cepeda no hablaba inglés”, dice el periodista deportivo Chris Haft, en un artículo publicado en MLBN.com tras el reciente fallecimiento de Peruchín; “tampoco entendía las racistas leyes Jim Crow vigentes en la mayoría de los pueblos sureños, incluyendo Salem, Virginia, a donde los gigantes inicialmente lo enviaron.”

En el artículo de Haft se narra otro incidente, esta vez con un compañero del equipo de los Gigantes a quien el periodista no identifica. En un momento en que Cepeda hablaba con el también boricua José Antonio Pagán, un lanzador del equipo les gritó que como estaban en Estados Unidos no podían estar hablando en español. La reacción de Cepeda fue hablar en inglés, que ya había aprendido, pero para lanzarle una andanada de malas palabras al gringo.

Cepeda, Clemente, Víctor Pellot, Rubén Gómez y otros jugadores boricuas que comenzaron sus carreras a mitad del siglo XX pudieron jugar en Grandes Ligas porque en 1947, con Jackie Robinson, había comenzado a descorrerse el velo de la segregación racial en ese deporte, pero igual que los jugadores negros estadounidenses, su camino al estrellato en el deporte estuvo repleto de obstáculos que no tuvieron que enfrentar los jugadores blancos.

A diferencia de los otros jugadores latinoamericanos que desde Cuba, Venezuela o República Dominicana llegan al beisbol de Estados Unidos, los boricuas son “ciudadanos americanos”, pero esa condición sólo les sirve para no tener que gestionar una visa para entrar a territorio estadounidense. Todo lo demás era y sigue siendo lo mismo. Igual que los otros latinoamericanos sufren en el mismo discrimen étnico, el mismo rechazo por desconocer el idioma y se enfrentan al mismo odio racial. A mediados del siglo XX, cuando el rechazo era abierto y hasta “legal”, las condiciones que enfrentaron fueron terribles. Luego mejoraron, pero las barreras no desaparecieron.  Recientemente, en pleno siglo XXI, el pelotero puertorriqueño Carlos Beltrán, junto a otros jugadores latinoamericanos, dio una batalla para que los jugadores recién reclutados pudieran tener acceso a un intérprete, beneficio que se les estaba otorgando a jugadores provenientes de Japón.

Enfrentando el rechazo étnico y racial, jugadores como Cepeda y Clemente se desarrollaron hasta llegar a ser estrellas del beisbol estadounidense convirtiéndose, de paso, en auténticos héroes de los puertorriqueños. Cuando se escriba la historia de la nacionalidad puertorriqueña a lo largo del crucial siglo XX, habrá que reconocer el deporte como uno de los elementos que ayudaron a su consolidación. A lo largo de ese siglo, tan reciente y próximo, nuestra nacionalidad creció y se consolidó mientras se enfrentaba a deliberados intentos de destrucción. Nuestros héroes deportivos, llenándonos de orgullo patrio, contribuyeron y contribuyen a esa cohesión.

 

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