Garrote vil

Serie Atentamente, Comando Megavatio

 

En la radio sonaba una de Gilberto Santarrosa. Me hace falta tu presencia, para mí tú eres la esencia que da sabor a mi existir.

Zoé ama la salsa. También bailar.

No se aguanta y tira varios pasos, aunque sola. Vuelta a la derecha. Una a la izquierda. Cuartas cruzadas. Ejecución precisa. Milimétrica sabrosura. Así le enseñaron.

Una voz interrumpe su baile.

¿Vamo al mambo o no vamo al mambo?

Es Rafael quien pregunta. Lidera el operativo. No le molesta el baile ni la música, pero el tiempo apremia. Retener al secuestrado más de lo acordado es un craso error.

A éste lo agarraron en el parking de un supermercado. Lo estudiaron bastante hasta determinar que era el objetivo indicado. Se hizo a escasas horas después de cumplirse el plazo de 24 horas dado al gobernador. Fue en Salinas. Llevaba una bolsa con cervezas, maníes salados y condones. Trojan Ultra Ribbed. Andaba solo.

Un tipo grande. Fornido. Blanco. Rojo por el sol. Barba tupida rozándole el pecho.

Maritere lo interceptó cuando llegaba a su vehículo. Sonrisas y mahones apretados. Le preguntó en inglés algo sobre la luz. Él quiso contestar. Amable. Pero el fuetazo del taser a la altura de los riñones se lo impidió. Cayó como saco de papas.

Lo montaron en la guagua y manejaron hasta Santa Isabel. Allá, sin perder tiempo, lo metieron en el baúl de un carro, dieron la vuelta y viajaron hasta Peñuelas. Otro chin de electricidad, por aquello de ir a la segura.

Aníbal, Carlos y Georgie se acercan a Zoé y Rafael. Ya no hay música. Les siguen Maritere y Nitza. Fuera del almacén, Gregorio, William y Joanne vigilan, apoyados por Rubén que peina el área con un dron.

Trae ese muchacho para acá, dice Zoé. Vamos a probar esto.

Se refiere al aparato que ella confeccionó. Sacó la idea de una revista Muy interesante que compró en la farmacia. Garrote vil, le llaman.

Siéntalo y amárralo bien, por favor. No vaya a ponerse creativo y quiera escapar.

Entre Rafael, Gregorio y Carlos lo acomodan. Correas de cuero en las muñecas y tobillos. Apretadas. De ahí no se soltará por más que lo intente. Otra correa, más gruesa, le rodea el cuello. El muchacho, atontado, no se resiste. Desconoce lo que le espera.

Coño, Zoé, tú sí que te complicas. ¿No podíamos matarlo más fácil?

Ríen con el comentario de Aníbal.

Siempre, ¿pero entonces? Nos vamos a aburrir. Probemos esta vaina a ver si brega, y ya. Matamos la curiosidad.

Realmente la curiosa es solo ella, pero nadie lo dice.

Por detrás de la nuca, al muchacho le entrará un tornillo grueso, en cuya punta lleva soldada una bola de metal. En teoría, le romperá unas vertebras y de paso el cuello. Habrá que darle manigueta para que el mecanismo funcione. Todo manual. Como en los tiempos de antes.

Para apretar eligieron a Carlos, el más tosco entre los presentes. Dijo que sí inmediatamente.

Hay que apretar con fuerza, indicó Zoé en tono de ánimo a su compañero.

¿Estamos?, Rafael intervino.

Sí.

Pues, dale.

Zoé se acerca al muchacho y se inclina para que la oiga bien. Lo mira a los ojos.

¿Cómo te llamas?

No responde. Solo habla inglés.

What’s your name?

Ahora abre los ojos. Grande. Son verdes. Y habla. John Taylor. Casi un susurro.

John, a nombre del Comando Megavatio te informo que vas a morir. No eres nuestro enemigo, pero lo representas.

El muchacho no habló. Seguro ni entendió.

Zoé se retira un poco.

¡Aprieta, papichi! A ver si no estas criao con leche pedía.

Carlos se pone a lo que le toca. Entusiasta. Vueltas a la manigueta. Está engrasada y corre suave. Cuando llega a la piel se siente la presión. Primero un poco, luego más. Carlos lo asume como reto. Sigue apretando. El tornillo hace su trabajo. Aplana las vértebras, sobradamente bien.

John se tensó primero. Luego, emitió algunos sonidos. Nada escandaloso. Y murió.

Esperaban algo más grotesco. Inadvertida pulcritud y simplicidad en el trámite.

Recoge que nos vamos, dijo Rafael. Que William y Joanne lo tiren donde acordamos.

Y así se hizo. Se marcharon en diversos vehículos y por rutas distintas. Otra unidad escoltaría a estos dos últimos para brindarles seguridad en el desplazamiento.

Dos horas después, publicaron la alerta a la prensa: “Barrio Purísima Concepción, Las Marías. Escuela abandonada. Busquen. Pasamos a la acción. Fueron advertidos. Atentamente, Comando Megavatio”.

 

 

 

 

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