CLARIDAD
Tres años de arduo trabajo, de incertidumbre, de inseguridad sobre cuándo se tendrían que ir, no saber dónde pagar la renta y enfrentar aumentos exorbitantes. Los jóvenes estudiantes que lograron mantenerse en el icónico edificio La Torre confían en que muy pronto serán propiamente dueños del edificio de su Cooperativa de Vivienda la Torre de Sofía.
La compra en el 2022 del histórico edificio conocido como La Torre, en Río Piedras, por el inversionista Thomas Axon, beneficiario de la Ley 60, marcó para la comunidad llamada Ciudad Universitaria el proceso del desplazamiento. Pilar Torres Lugo, residente de la ahora cooperativa Torre de Sofía, describe lo que significó la compra para los jóvenes estudiantes que se hospedaban en La Torre.
“Lo más difícil fue la incertidumbre para muchachos jóvenes que conocían ese sentimiento por primera vez. El comprador envió una carta por correo electrónico diciendo que se comunicaría con ellos. En lo que se comunicó pasaron cinco meses. Los jóvenes no sabían dónde tenían que pagar la renta, quién había comprado, si los iban a sacar. Esa incertidumbre, desesperación, fue algo que los marcó y todavía lo tienen marcado en su cabeza”, narró la madre de una joven estudiante que se mudó al edificio junto a otro joven, todos de Abonito, para que pudieran estudiar en el recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico(UPR).
Axon, cuya firma lleva el nombre de Fortaleza Home, al comprar subió la renta de $400 a $850 y hasta $1,100, por lo que la mayoría de los estudiantes se tuvo que ir. Los que hoy permanecen son estudiantes de maestría que trabajan. “Están sobreviviendo aferrados al proyecto de cooperativa”, nos explicó.
Con el alza en la renta, el inversionista fue haciendo algunos arreglos, pero nada lujosos. Lo más lujoso fue un ascensor nuevo, después de 15 años del edificio de 12 pisos no tener ascensor.
Gabriel González Maley, otro de los inquilinos, recordó que, antes de la venta, la mayoría de ellos eran estudiantes y jóvenes recién graduados. Comparó que el hijo del anterior dueño, que era quien administraba el edificio, tenía la visión de que fuese un edificio con comunidad y llegó a aceptar rentas bajas. La notificación de la venta les llegó por correo electrónico, sin ninguna otra información. En su caso, el apartamento estaba a nombre de su compañero de cuarto, que se había ido para Estados Unidos, por lo que necesitaba la información de dónde pagar y a quién, para cambiar los nombres de las cuentas de los servicios de agua y luz. “Hasta hace poco, había mucha gente desilusionada, diciendo yo me voy del edificio, yo no confío en esa gente, en esos gringos comprando el edificio”. Admitió que todavía es el sentir de algunos.
Cuando por fin los nuevos dueños se pusieron en contacto, les enviaron un correo pidiendo disculpas, que estaban en transición, y les invitaron a “tomar un trago” en la cantina mexicana del primer piso del edificio. “Llegamos algunos de nosotros a escuchar, preguntar. Eso fue meses después de la comunicación. En esa reunión me impresionó que dijeran: ‘Nosotros somos un grupo de inversionistas de real estate (bienes raíces), manejamos unos edificios aquí en Puerto Rico, mayormente en el Condado, pero queríamos expandir nuestro portafolio. Nos interesaba mucho el edifico y estar cerca de la universidad’, que para ellos tenía buena pinta. Con eso nos quiso decir que la renta iba a subir”.
González Maley también comentó que la remodelación de más de envergadura que ha hecho el nuevo dueño fue sellar el techo, algunos arreglos a apartamentos y el ascensor, pero nada lujoso. Incluso antes había una empleada que hacía tareas de limpieza y algo de administración y la botaron porque querían bajarle el sueldo y ella no aceptó.
Fue luego de varias reuniones semanales y una fiesta de Navidad, contó el estudiante, que surgió la iniciativa de crear una cooperativa de vivienda. “No todos querían ser socios porque están de pasada”, comentó el estudiante de maestría del Instituto de Cooperativismo de la UPR. Para el proceso de organizar la cooperativa el grupo tuvo y tiene el asesoramiento de la licenciada de la Clínica de Asistencia Legal de la Escuela de Derecho de la UPR, María Hernández.
En entrevista junto a González Maley, la licenciada Hernández compartió que mas allá de asegurar una vivienda para unas personas que ya estaban más que en el límite de lo que podían pagar, su asesoramiento en cuanto al modelo cooperativo era hacerlos conscientes de que en el caso de una cooperativa hay una responsabilidad colectiva.En el esquema cooperativo, la participación activa de cada uno era mucho más importante porque no es que van a construir un edificio, sino que están trabajando con un edificio donde ya se vive y donde hay un inversionista que compró no con la idea de hacer la caridad y sí con la idea de sacar dinero.
“Era doblemente importante que el grupo de trabajo estuviese consciente de que esa organización que se iba a formar tenía que contar con el equipo de trabajo. Lo importante es estar claro de que de aquí en adelante iban a asumir una responsabilidad grande. En la medida en que hagamos bien ese trabajo, yo me tengo que mover de la cooperativa porque sé que hay otra gente interesada que va a venir. Las organizaciones uno las crea normal a perpetuidad. Nuestro trabajo tiene que ser lo suficientemente bueno para que alguien quiera venir y mejorarlo”, explicó Hernández.
El joven estudiante expresó que una de las conversaciones más importantes que tuvieron fue la diferencia entre una cooperativa de titulares y una mancomunada. “Tan pronto aprendimos, la mancomunada nos sirvió de una manera muy lógica; de que si nosotros estamos compartiendo el riesgo y la responsabilidad, queremos ser una cooperativa de vivienda para estudiantes. Estamos hablando de vivienda transitoria, no estamos hablando de que estoy buscando un hogar, un apartamento para mi vida, sino de que soy joven, estoy empezando mi bachillerato, necesito un espacio seguro con comunidad, bien ubicado, hasta que esté listo para transicional a otra cosa”.
En términos legales, la cooperativa ya está creada, ahora están en la etapa de buscar el financiamiento para adquirir el edificio. Torres Lugo y González Maley indicaron que ya han tenido conversaciones con el dueño, quien les ha pedido $2.5 millones. Según se sabe, el inversionista compró en $1.7 millones. González Maley señaló que aun cuando el edificio se puede utilizar como colateral, ha sido complicado adquirir el dinero. Reveló que tuvieron una conversación con el Departamento de la Vivienda y les dijeron que “eso sonaba súperlindo, pero que ellos nunca han trabajado un caso así”.
Sobre la contestación del DV, la licenciada Hernández reaccionó diciendo que el problema del gobierno es que no hay la visión, de que nunca se ha hecho, cuando aquí tiene la oportunidad de hacerlo. “Es la primera vez, tiene el modelo, un grupo que está dispuesto a asumir. Esa es la política pública: vivienda asequible para las personas. Hay una brecha enorme entre la realidad de nuestro pueblo y lo que se está haciendo para proveer viviendas”.
En estos momentos, dijo, trabajan con FIDECOOP para lograr el financiamiento y esperan por el resultado de una segunda tasación para tener una comparativa y empezar una negociación formal con los dueños. Aun cuando estos les dijeron que sí les gustaría vender, el joven estudiante dijo estar conscientes de que estas son personas de negocios, por lo que deben estar preparados por si les llega otra oferta.
González Maley comentó que en el proceso de organizar la cooperativa han conocido más del contexto del desplazamiento, por lo que parte del propósito de la cooperativa es que los estudiantes, mientras vivan en la cooperativa, tengan esa experiencia de cómo es vivir bajo otro modelo de vivienda. En esa sintonía, también se creó un fideicomiso para perpetuar la Cooperativa de Vivienda la Torre de Sofía, una vez se salde la hipoteca.

 
            