En Rojo
0.La residencia de Bad Bunny está por terminar. Pero hay un espectáculo final en la isla que se podrá ver en streaming a través de Amazon. Las reacciones no se han hecho esperar. Amazon no es una empresa con un historial positivo respecto al trato a sus empleados y a sus métodos de trabajo.
Rafael Bernabe, con un largo historial de accionar político que comienza mucho antes de ser legislador, ha recibido duras críticas por un comentario en X -propiedad de Elon Musk-. El comentario es a raíz del anuncio de que con la transmisión, Amazon y BB anuncian la creación de una escuela y lanzarán un portal para empresarios locales. Escribe Bernabe: La multinacional AMAZON (abusadora con sus trabajadores, socia de Israel, entre otras cosas) ¿nuestra salvadora? Admiro muchísimo lo que ha hecho Benito por Puerto Rico y lo aplaudí, pero no perdamos nuestra capacidad de analizar las cosas con cuidado. Y no, no es que nos guste criticar todo, es que algunas cosas deben examinarse críticamente.
En las redes, como suele suceder, las reacciones virulentas no se han hecho esperar. Lo bueno del comentario de Bernabe es que nos pone a reflexionar sobre el consumo y la idea en torno a el consumo ético en el capitalismo. La violencia con la que se ha respondido es desproporcionada. Parecería que se trata de los juicios de Nuremberg pero en versión tropical y cibernética.
- Varios filósofos -sí porque hay filósofos contemporáneos- sostienen que el consumo ético a menudo se convierte en una forma de autoindulgencia y una ilusión de cambio. Las personas pueden creer que al elegir productos «éticos» o «sostenibles», están haciendo una diferencia significativa, pero esto puede ser más una forma de satisfacer su conciencia que un verdadero cambio estructural en el sistema. Pero digamos que el mismo concepto de sociedad de consumo sugiere que hay una mentalidad colectiva en las sociedades occidentales que absolutiza el consumo como bien del hombre -pun intended-. Una forma de escapar es la demanda de consumo ético antes que cambio radical del sistema.

Como afirma Slavoj Zizek, ese filósofo devenido hombre del espectáculo, el capitalismo se adapta a estas demandas de consumo ético y las incorpora, transformando lo que podría ser una crítica válida en una nueva forma de consumo. Esto se conoce como «capitalismo verde» o «capitalismo consciente», donde las empresas comercializan productos éticos, pero siguen operando dentro de un marco capitalista que prioriza las ganancias sobre el bienestar social y ambiental. Amazon no es siquiera una de esas empresas verdes o conscientes. ¿Tendría Bad Bunny -y su equipo- que considerar no asociarse con ellos en virtud de alguna de sus posturas del nacionalismo cultural espectacularizado?

2. Ante el anuncio de Bad Bunny, algunos argumentan en las redes que concentrarse en el consumo ético puede desviar la atención de las luchas políticas y estructurales necesarias para abordar problemas como la desigualdad, el cambio climático y la explotación. En lugar de exigir cambios en el sistema económico, el enfoque en el consumo individual puede resultar en una aceptación tácita del mismo sistema que se critica. Pero, siendo objetivos, ¿le corresponde a Bad Bunny ser líder de una campaña antisistema? ¿Debemos exigirle a los artistas una postura radical que incluya boicots a corporaciones, auspiciadores y a otros artistas que tienen relaciones fáciles con empresas como Amazon o que no se manifiestan sobre hechos terribles como el genocidio en Gaza? ¿Es justo exigirle a Bad Bunny y a su equipo de trabajo cuestionar las bases del sistema y repensar la economía y su modo de generar riqueza de una manera que no dependa de la explotación de manera directa o indirecta?
Eso NO es lo que hacen los críticos del acuerdo anunciado. No es lo que hace Bernabe. No es lo que intento yo. Lo que planteo es que hacerse preguntas sobre este y otros asuntos relacionados con nuestro modo de vida, que incluye el consumo y disfrute de espectáculos y actividades culturales es necesario. Muchos vemos la idea del consumo ético como una respuesta limitada y, a menudo, ilusoria dentro del capitalismo, sugiriendo que la verdadera transformación requiere una crítica más profunda y radical del sistema en su conjunto. Nos corresponde pensar en eso y sugerir alternativas.
- Se ha dicho que algunas de las canciones del artista en cuestión no se sostienen cuando llega a relacionarse comercialmente con empresas asociadas a la explotación laboral y a agresiones al ambiente. Se exige entonces que al menos practique el «capitalismo verde», es decir, la forma en la que el capitalismo ha integrado la preocupación por el medio ambiente y la sostenibilidad dentro de su lógica de mercado. Pienso que no es justo. Hace tiempo que las empresas han comenzado a ofrecer productos «verdes» o «sostenibles», de pistacho o de fresa, utilizando la preocupación ambiental como una estrategia de marketing. Esto puede hacer que los consumidores sientan que están contribuyendo al cambio positivo al comprar estos productos, aunque el sistema capitalista subyacente siga siendo el mismo. Igual puede pasar con “la cultura”, que puede defenderse mientras el país se militariza y se anuncia la llegada de fábricas de ropa militar como uno de los desarrollos económicos más importantes de los últimos tiempos.¿No será que el resurgir del nacionalismo cultural -como el capitalismo verde- ofrece una ilusión de progreso y de libertad?. Las empresas pueden adoptar prácticas más sostenibles, pero esto no significa que estén dispuestas a renunciar a la lógica de maximización de beneficios. En lugar de cambiar el sistema, el capitalismo verde lo adapta para continuar operando dentro de sus propios parámetros. La cultura -y sus bienes y servicios- puede mercadearse de la misma forma, como un producto que nos permite acceder a la emoción de reconocernos como comunidad, sin pasar por el drama de cambiar estructuras de dominación.
También he leído que el perreo puede desviar la atención de las soluciones políticas más profundas que se necesitan para abordar la crisis ambiental y el sistema colonial. En lugar de exigir cambios estructurales, como políticas gubernamentales más estrictas o transformaciones en el modo de producción, el perreo puede hacer que las personas se sientan satisfechas con pequeños intercambios de consumo libidinal.
Si tengo que explicar que el tono de esta nota incluye algo de ironía y sarcasmo, entonces, estamos peor de lo que pensaba. El consumo ético, también se ha dicho, es el que proporciona al conjunto de las personas una vida buena. La calidad de vida frente a la cantidad de productos es algo sobre lo que tendríamos que pensarnos. Las relaciones humanas que tengan de por medio el disfrute de la naturaleza y que el proceso de producción satisfaga las necesidades bases de la comunidad, suena como una buena idea. Lo que siempre suena como una invitación al desastre es la aspiración al consumo ilimitado. Pero me atrevo a preguntar, ¿hay tal cosa como un límite al perreo?


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