La humanidad que nace unos segundos antes de la explosión: How to Blow Up a Pipeline

 

Especial para En Rojo

 

En una entrevista para Oscars.org, Daniel Goldhaber menciona algunas películas que ejercieron una influencia directa en su más reciente obra, How to Blow Up a Pipeline (2023). Goldhaber afirma que Ocean’s Eleven (dir. Steven Soderbergh, EEUU, 2001) es una de sus influencias por como un grupo de ladrones planifica y ejecuta un complicado robo. El director también incluye The Battle of Algiers (dir. Gillo Pontecorvo, Italia y Algeria, 1967) por su representación de actos revolucionarios en Argel a mediados de la década de los cincuenta. Demás está decir que la voz del director y de los miembros de la producción es importante en cuanto a los elementos que le dan cierta forma y profundidad a la película. Sin embargo, una vez un director suelta su obra al mundo, el espectador se vuelve un participante crucial en su construcción. La visión del espectador perpetúa el proceso creativo añadiendo niveles de complejidad a la expresión. El cine, tanto como el arte en general, es inevitablemente un colectivo de voces contradictorias que una vez calla, la obra se dormirá en el olvido. Independientemente de lo que opine el director, distingo una conexión directa entre la película de Goldhaber y dos clásicos del cine, The Wages of Fear (dir. Henri-Georges Clouzot, Francia e Italia, 1955) y Sorcerer (dir. William Friedkin, EEUU, 1977). Estoy seguro que, aunque Goldhaber no las haya contado entre sus inspiraciones directas, estas dos películas están en conversación con How to Blow Up a Pipeline.

Sorcerer es el remake de The Wages of Fear. En ambas películas, un grupo de expatriados o expats sobrevive como mejor puede en un país no identificado de Latinoamérica. En la original, el pueblo se llama Las Piedras y en el remake se llama Vera Cruz. Aunque me molesta esa división en el nombre del pueblo, lo prefiero separado porque el Vera Cruz de Friedkin tiene tanto de la realidad veracruzana como Las Piedras de Clouzot tiene de nuestra isla. Ambas concepciones de Latinoamérica responden a las fantasías primermundistas de Europa y Estados Unidos donde predominan el fango, la pobreza, las mujeres como objetos sexuales de los hombres abusadores y la corrupción gubernamental. Vera Cruz y Las Piedras son un purgatorio. Los extranjeros luchan por hacer algo de dinero para comprar un pasaje y salir de las mugrientas calles del imaginario colonial. Su oportunidad llega cuando una explosión afecta el oleoducto y la extracción de petróleo. Necesitan explosivos para disipar la gran bola de fuego que sale de la tierra y que no amaina. Los encargados contratan a cuatro expatriados para conducir dos camiones rellenos de nitroglicerina por carreteras y montañas peligrosas. Cualquier movimiento abrupto los hará estallar. Esta premisa tan sencilla en manos de dos maestros como Clouzot y Friedkin se torna en un emocionante viaje donde se profundiza en temas como las relaciones que nacen en situaciones extremas, la fragilidad de la masculinidad y la inexorable prisión del destino. En The Wages of Fear, Clouzot nos presenta una serie de hombres algo acartonados que gradualmente develan su humanidad durante el arriesgado trayecto. Por esto, aunque al comienzo de la película, Mario (Yves Montand) y Jo (Charles Vanel) representan el epítome de la virilidad, el terror que enfrentan durante el viaje resquebraja su bravura. En Sorcerer, Friedkin logra crear el remake ideal ya que expande en la película original y explora de maneras innovadoras el tema principal. El director le da un pasado a cada personaje. Los cuatro principales cuyos destinos conectan en Vera Cruz incluyen a Victor (Bruno Cremer), un banquero francés que escapa de las autoridades francesas por malversación de fondos; Kassem (Amidou), un revolucionario que detonó una bomba en Jerusalén; Scanlon (Roy Scheider), un criminal de poca monta que asaltó a una poderosa familia de la mafia; y Nilo (Francisco Rabal), un silencioso asesino de gafas oscuras. Aunque no tienen mucho en común, los personajes de ambas películas deberán limar asperezas para sobrevivir su misión, una trama que se repite en la más reciente How to Blow Up a Pipeline.

La película de Goldhaber se basa en el libro, How to Blow Up a Pipeline: Learning to Fight in a World on Fire, del ecologista sueco Andreas Malm. El argumento central del libro propone que la destrucción de propiedad debe ser considerada como una táctica más en la lucha por proteger el medioambiente. Goldhaber expande en las ideas de Malm demostrando el impacto humano de estas acciones. En How to Blow Up a Pipeline, ocho personajes con pasados disímiles se reúnen para llevar a cabo un plan: armar y detonar una bomba en un oleoducto en Texas. El grupo incluye a Xochitl (Ariela Barer), una estudiante universitaria idealista; Theo (Sasha Lane), una joven indígena que envuelve a su novia, Alisha (Jayme Lawson), en el plan; Dwayne (Jake Weary), un obrero blanco y posiblemente conservador cuya familia se ve afectada por el oleoducto; Shawn (Marcus Scribner), un estudiante afroamericano frustrado con el sistema; Rowan (Kristine Froseth) y Logan (Lukas Gage), una pareja de punks que sueñan con hacer temblar al gobierno; y Michael (Forrest Goodluck), el joven experto en explosivos que está hastiado de su vida. Al igual que en The Wages of Fear y Sorcerer, la simple premisa de How to Blow Up a Pipeline lleva a un estudio profundo de sus personajes. Goldhaber explora la pregunta que guía a cada uno: ¿llevarán estas acciones extremas a un cambio real?

En las tres películas, los personajes dependen de una maquinaria que ellos han construido y que lleva sus huellas. De hecho, los personajes necesitan esta tecnología rudimentaria para cumplir su cometido. En The Wages of Fear, los dos camiones llevan los explosivos que representan el riesgo de los cuatro hombres, pero que ellos deben de cuidar con sus vidas para poder llegar a su destino y así cobrar el dinero para salir de Las Piedras. Esa comunidad rara de extraños debe de colaborar para cuidar del transporte y cruzar el arriesgado trecho. Por otro lado, en Sorcerer, Friedkin nos da unos camiones que los hombres han construido de piezas mohosas y olvidadas. Los camiones parecen tener un rostro diabólico por momentos. Inclusive, se ven varias imágenes de demonios en algunos puntos del camino, haciendo referencia a The Exorcist (dir. William Friedkin, EEUU, 1973). En este caso, la maquinaria no representa un cargamento que los cuatro hombres deben cuidar, sino la condena que cada uno ha trazado para sí mismo y de la cual no hay escapatoria. Sin embargo, la bomba de How to Blow Up a Pipeline simboliza el sacrificio más alto de todo revolucionario. El grupo sufre construyendo y llevando el dispositivo hasta su destino para destruir una maquinaria más grande y sofisticada que amenaza a las comunidades de la región. Mientras que la bomba representa el sacrificio revolucionario, el gran oleoducto demuestra la desigualdad social y la explotación de los recursos naturales que necesitamos para sobrevivir. Los camiones y la bomba se vuelven metáforas complejas que sofocan a los personajes de cada historia, pero que también liberan las más nobles cualidades de cada uno.

El miedo a la muerte despierta la vulnerabilidad de los personajes en cada historia. En The Wages of Fear, los hombres cooperan para llegar a su destino, aunque el trauma del terror dejará su marca hasta después del final del camino. En Sorcerer, los hombres alcanzan una hermandad tanto por su lucha como por ese destino que ninguno podrá escapar. Finalmente, en How to Blow Up a Pipeline, los revolucionarios crean vínculos fortalecidos por su desafío a la muerte. Aunque Goldhaber no pensaba en la independencia de Puerto Rico, su mensaje demuestra cómo nos volvemos gente solo a través de la lucha.

 

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