En Rojo
Los hermanos Coen, Ethan y Joel, se conocen como directores arriesgados que idean historias ‘raras’ con actorxs que—como sucede (o sucedía) con Woody Allen—les encantan papeles desafiantes con historias fragmentadas que quedan en el aire porque lo que importa es el camino para llegar a algo a veces incomprensible. La mezcla de lo serio, lo cómico, lo mordaz y lo misterioso resulta desafiante a lxs espectadorxs. Cuando los hermanos deciden hacer filmes por separado, el resultado es la excepcional The Tragedy of Macbeth (2021) para Joel y las sátiras ofensivas y cortantes de Drive-Away Dolls (2022) y ahora Honey Don’t de Ethan. Aprovecho esta nueva producción que parece que llegó a Fine Arts por accidente para comentarla y hacer un “Rescate del pasado” de la deliciosa comedia, Burn After Reading de 2008 co-dirigida y escrita por los 2 Coen.
Honey Don’t
Director: Ethan Coen; guionistas: Ethan Coen y Tricia Cooke; cinematógrafo: Ari Wegner; elenco: Margaret Qualley, Aubrey Plaza, Chris Evans, Lera Abova, Jacnier, Gabby Beans, Talia Ryder, Charley Day
De inmediato, lxs espectadorxs se encuentran con escenarios vacíos, lugares desolados, miradas sostenidas, diálogo tan parco que no tenemos idea de lo que sucede ni quienes son los actuantes de la trama. Un auto en medio del desierto, la presencia de una mujer en vestuario y maquillaje de época, confirmación de identidad de la víctima de un accidente de auto o asesinato y espacios cerrados donde lo muy privado queda expuesto. Todo este revolú poco a poco va aclarándose, pero todos los sucesos parecen aislados, con poco encadenamiento, excepto por el personaje principal, Honey O’Donahue (Margaret Qualley) que domina el escenario no importa si tiene que enfrentarse al investigador criminal Marty Metakawitch (Charley Day) o al Reverendo Drew Devlin (Chris Evans). Ninguno de los dos parece muy listo ni interesado en esconder su ignorancia o su agresividad. Esta es la posible trama, pero los guionistas enfocan en la intimidad de Honey con sus amantes de paso o + serias. Ah, y también en su familia: su hermana Heidi y su sobrina Corinne.
El filme es divertido, pero no reaccionamos con carcajadas ni encontramos otros niveles de ironía, burla y sarcasmo al que nos tienen acostumbrados los hermanos Coen. La exageración actoral y el poco tiempo dedicado a la solución del crimen se traduce en que lo + importante del filme es la combinación del neo-noir con énfasis en las sesiones de sexo lésbico y grupal. La solución de misterios presentados esporádicamente en Honey Don’t apenas ocupa espacio en esta comedia de Ethan Coen.
Rescate del pasado: Burn After Reading (2008)
Después de No Country for Old Men (2007) creí que le tomaría a los hermanos Coen par de años para repensar sus proyectos después de un filme tan catastrófico en el sentido de su realidad violenta. El filme establece un continuum con Fargo (1996) que parecía difícil de superar hasta que llegó No Country. Y ahora nos llega Burn After Reading que parece colapsar los proyectos anteriores al mezclarlo con un encuadre de intriga y espionaje. Es asombroso cómo pueden poner en un mismo envase un plan de cirugía cosmética que incluye cara y partes del cuerpo, un disk con información federal clasificada y reuniones “secretas” con miembros de la embajada rusa. Este exterior tiene unas situaciones de índole personal que incluyen la amistad, amor silenciado pero incondicional, affairs con potencial de causar divorcios, citas precalibradas por la computadora (match.com, harmony.com, etc) que suelen resultar en desastre o en malentendidos.
Lo maravilloso del filme es el juego que se establece entre los personajes y el público. Nos adentramos a sus vidas cerradas sin tener conocimiento de su pasado ni entender bien la dinámica de sus relaciones. Parece que entendemos más que los mismos personajes porque tenemos acceso a otras historias que ellos desconocen como, por ejemplo, quién se está acostando con quién y qué cuento le cuenta a su pareja por sus tardanzas o viajes inesperados. Pero entonces los directores nos mueven todos los muñequitos y nos quedamos tan desorientados e ignorantes como los mismos personajes. En una escena maravillosa, Osbourne Cox (John Malkovich) reta a sus jefes en la sede de la C.I.A. cuando estos intentan acusarlo de ser irresponsable, estar alcoholizado y no poder rendir ningún servicio a la agencia. Su renuncia forzada trastorna el estilo de vida de su esposa y el suyo propio. De pronto Osbourne está todo el tiempo en la casa– al parecer haciendo nada excepto beber– y comienza a monitorear las entradas y salidas de su esposa Katie (Tilda Swinton) que de paso mantiene un affair con Harry Pfarrer (George Clooney). La pareja Cox comparte socialmente con la pareja Pfarrer y la secretividad de sus actividades amorosas se ponen en peligro. Mientras Harry tiene una compulsión por salir con desconocidas utilizando los programas de emparejamiento, su esposa se pasa viajando con su amante. Por otro lado, en un gimnasio muy exclusivo, Linda Litzke (Frances McDormand) no sabe cómo va a pagar por su nuevo “look” con el sueldo que recibe como entrenadora. Su mejor amigo, Chad Feldheimer (Brad Pitt), tratará de ayudarla no importa los riesgos que esto implique. Ted Treffon (Richard Jenkins), su jefe y enamorado silente de Linda, también se pondrá a su disposición aunque no puede proveerle el dinero que necesita para sus cirugías y transformaciones. Los nombres de los personajes es otro de los juegos de los Coen.
Aunque no lo parezca, apenas he contado pedacitos de la historia porque el juego será el intercalar estos dos escenarios. Habrá muertes inesperadas en lugares inesperados y, en un momento dado, perderemos la cuenta de los muertos. Todas las actuaciones son maravillosas porque están fuera de carácter: Malkovich nunca encontrará un balance que le permita reajustarse a su nueva vida; Pitt es el chico algo tonto pero muy perspicaz y atrevido sin darse cuenta de los peligros a su alrededor; Clooney paranoico, inseguro y listo para cuido psiquiátrico; Swinton muy mandona como mecanismo de autodefensa; McDormand con un único objetivo en la vida.



