Los dilemas de la estadidad: el PNP y los Conservadores

25

 

Especial para CLARIDAD

Me parece que cuando tratamos de analizar una situación política compleja debemos preguntarnos por las paradojas y los dilemas que la situación presenta.

Cuando hablo de “paradojas” me refiero a contradicciones encubiertas, pliegues en una realidad que parece ser homogénea, lisa. Son contradicciones que no se descubren mirando unos pocos eventos sino observando patrones de conducta a mediano y largo plazo.

Sugiero también que estas contradicciones ocultas conducen a dilemas políticos. Es decir, conducen a situaciones en las que hay que escoger entre dos alternativas que se excluyen mutuamente, cada una de las cuales tendría consecuencias indeseadas.

Por ejemplo, ya anteriormente he señalado la siguiente paradoja:

Con la intención de acallar el nacionalismo cultural puertorriqueño e impedir que se convierta en un nacionalismo político de grandes proporciones, el Partido Nuevo Progresista ha buscado maximizar la dependencia económica del País respecto a Estados Unidos. Esto, para que los puertorriqueños piensan que la autonomía económica respecto a los Estados Unidos equivaldría a la miseria. El cultivo de la dependencia, en este contexto, aparece como una respuesta racional de parte del PNP a un problema difícil: el potencial desarrollo del nacionalismo político puertorriqueño.

Sin embargo, la relación entre los estados de la nación estadounidense y el gobierno central no está basada en la idea de que los estados van a ser mantenidos económicamente por el gobierno federal. En varios foros estadounidenses, particularmente en el Senado federal,  se ha dicho en repetidas ocasiones que la estadidad obligaría a los Estados Unidos a mantener económicamente a Puerto Rico y que eso es inaceptable.

Esta situación que describimos les presenta a los nuevo-progresistas una paradoja. La paradoja que el PNP confronta consiste en que, por una parte, desde la dependencia extrema no se puede pasar a la estadidad pero, por otra parte, sin la dependencia no se puede contener la politización del nacionalismo cultural en Puerto Rico.

Esa paradoja, a su vez, produce un dilema para el liderato PNP: Por una parte: si se reduce la dependencia para alcanzar más fácilmente la estadidad, se arriesga el resurgimiento del nacionalismo cultural puertorriqueño y su potencial politización, pero por otra parte, si la dependencia aumenta o se mantiene a los niveles presentes, la estadidad se confronta con un obstáculo económico muy difícil de superar.

Este ejemplo debe haber aclarado lo que, en general,  sugiero: que si identificamos en una situación política compleja las paradojas y los dilemas que las paradojas producen, podremos entender más claramente las dificultades que se le presentan a las distintas posiciones políticas en una situación dada.

La paradoja que deseo considerar ahora es la que surge de la relación entre el Partido Nuevo Progresista y el movimiento republicano-conservador estadounidense.

La relación entre el conservadurismo partidista estadounidense, representado por el Partido Republicano, y el movimiento estadoísta puertorriqueño lleva mucho tiempo, y no se origina con el Partido Nuevo Progresista (PNP) sino con el Partido Estadista Republicano (PER), su predecesor, aunque con el PNP se ha profundizado grandemente.

Durante muchas décadas mientras el Partido Popular Democrático (PPD) se afiliaba y recibía el apoyo del Partido Demócrata estadounidense, que es un partido liberal, el movimiento estadista ha sostenido una relación parecida con el Partido Republicano.

Cuando Luis Muñoz Marín estableció su relación con los demócratas, el presidente de Estados Unidos era Franklin D. Roosevelt quien estaba en el proceso de establecer un cambio fundamental en la manera de gobernar a los Estados Unidos. Fue una transformación en la relación económica entre el gobierno y los ciudadanos, transformación que se llamó “el Nuevo Trato”.

Hasta ese momento prevalecía en EUA, una ideología conservadora según la cual el gobierno no era responsable por el estado de la economía, ni el bienestar económico de los ciudadanos individuales o las familias. La idea prevaleciente era que la economía tenía mecanismos que se autorregulan según las leyes de demanda y oferta, que estos mecanismos eran suficientes para mantener el equilibrio económico y que el gobierno no debía interferir con ellos. Se asumía que la responsabilidad del gobierno se limitaba a lo estrictamente público: las carreteras, la defensa nacional, el orden público, etc.

Estas ideas entraron en crisis con la Gran Depresión frente a la cual el gobierno conservador no hizo nada porque le parecía que no era su función. Entonces, ante la gran crisis económica que se experimentaba (haciendo una historia larga, corta), llegaron al poder los “liberales” y cambiaron la relación entre el gobierno y la ciudadanía haciendo al gobierno responsable no solo por el estado general de la economía sino por el bienestar de las personas y familias más desventajadas.

Los liberales entendían que los mecanismos del mercado no eran completamente autorregulables y requerían la intervención del gobierno para sostener el equilibrio económico. Iniciaron una serie de programas de ayuda económica a la población, no porque tuviesen el corazón tan grande que se les fuese a salir del pecho, sino porque llegaron a entender que este enfoque era necesario para que la economía estuviese equilibrada.

El conjunto de la política económica liberal bajo Roosevelt se llamó el “Nuevo Trato”. Con el Nuevo Trato de Roosevelt y las variantes posteriores, especialmente la “Guerra Contra la Pobreza” del presidente Johnson, se establecieron ayudas para los sectores más desventajados de la población de modo que ellos también pudiesen consumir en el mercado y contribuir al equilibrio del sistema económico. El conjunto de todas esas políticas públicas dirigidas a balancear la economía con gastos gubernamentales que aumenten el consumo de los sectores pobres se ha llamado “Estado Benefactor”.

Mientras tanto en Puerto Rico se nos había impuesto (literalmente) la ciudadanía desde 1917. Pero, en ese momento, esa ciudadanía significaba muy poco. Lo único que ofrecía era la posibilidad de viajar libremente a los Estados Unidos continentales para servir como mano de obra barata y la posibilidad de ser reclutados por el ejército estadounidense.

Con el Nuevo Trato y con la Guerra Contra la Pobreza, el significado de la ciudadanía estadounidense de los puertorriqueños cambió radicalmente. Desde entonces, al aplicar a Puerto Rico esos programas de ayuda, ser ciudadano significa tener acceso a una multiplicidad de servicios y de fondos gubernamentales dirigidos a los pobres estadounidenses.

RECUERDEN: todos estos programas son creación de los liberales porque ellos creen que la economía se desequilibra si la población entera no participa de la actividad económica. Los conservadores, quienes creían y creen que el sistema económico funciona mejor si el gobierno no invierte dinero en todas esas ayudas, se opusieron y aún todavía se oponen a los programas liberales.

Todo este cambio que resultó de la aplicación del Estado Benefactor a Puerto Rico tuvo un efecto espectacular sobre el movimiento estadoísta. Las multitudes de personas pobres que dependían de estos programas desarrollaron por una parte actitudes de dependencia y además desarrollaron temores por la posible fragilidad y temporalidad de esos fondos gubernamentales. Se desarrolló la idea de que esas ayudas podían no ser permanentes y que no estaban garantizadas bajo el ELA. Esa mezcla de sentimientos, de dependencia y fragilidad, facilitó la obra del PNP quien aumentó grandemente su influencia con la promesa de que bajo la estadidad las ayudas serán más y serán permanentes.

Ante esta situación, el PNP confronta otra paradoja: Por un lado, la promesa del PNP al pueblo puertorriqueño es que los programas que los liberales inventaron y han promovido bajo el Partido Demócrata, con la oposición de los conservadores del Partido Republicano, se van a extender para siempre con la estadidad. Por otro lado, mientras el PNP promete eso, se afilia a los conservadores republicanos, que son los que se han opuesto siempre a estos programas, que siempre han tratado de reducirlos al mínimo y ahora, bajo Trump están amenazando con reducirlos aún más o eliminarlos.

Esa paradoja, a su vez, produce un dilema para el liderato PNP: Por una parte, si continúan su afiliación a los republicanos conservadores van a estar apoyando a un gobierno  estadounidense que busca reducir o eliminar todos los programas que ellos han usado para promover la estadidad. Pero, por otra parte, si rompen su afiliación con los republicanos conservadores y apoyan a los demócratas liberales, incurrirán en la ira de Trump, quien además, se ha declarado enemigo de la estadidad, además de que arriesgarían una división interna respecto a los conservadores puertorriqueños a quienes, con tanto empeño, han tratado de seducir y complacer.

Estas que menciono no son las únicas paradojas y dilemas que el movimiento estadoísta confronta. Hay otras que se relacionan con la corrupción y la administración pública.

Mi argumento no es que estas dificultades son insuperables ni que este es el final del movimiento estadoísta o del PNP. Mi argumento es que estas son dificultades muy serias que el pueblo puertorriqueño debe entender y el Partido Nuevo Progresista, ponderar.

 

 

Artículo anteriorNo hay recursos energéticos ni hidráulicos para Esencia