Dos notas sobre Fina García Marruz

La poeta, ensayasista e investigadora cubana Fina García Marruz falleció la  semana pasada a los 99 años de edad. Entre las obras más notables de la autora traducida a múltiples idiomas se encuentran Poemas (1942), Transfiguración de Jesús en el Monte (1947), Las miradas perdidas (1951), Visitaciones (1970), Poesías Escogidas (1984) y Créditos de Charlot (1990).

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Palabras de José Adrián Vitier en la despedida del duelo de Fina García-Marruz.

Morir es volverse exterior, como la luz

La augusta sensación de ser quien éramos

se desvanece, abolida, ante la llamarada de la muerte.

Queda, en repartida soledad, la extraña imagen

que otros guardan. Está bien que morir sea bajar

de la columna, deponer al fin nuestro secreto,

ante el abrazo de lo exterior. Pero ay del reino

que ha ardido y la muerte arrasa enteramente.

Una dulce frontera atravesando

Hiciste el mundo entero para mí.

La mansedumbre de un arroyo perdido,

de pronto era un torrente irresistible.

Fuiste calando más hondo cada vez,

en nuestra alma, en la causalidad ignorada.

La eternidad eran las palabras mismas

que escogimos en la bruma de las lágrimas.

Tú que me sonreíste en la mañana de la vida

Ahora vuelves a ser como antes fuiste,

o como querías ser. También nosotros,

deslumbrados inermes más allá de la pena,

quedamos surcados de un diáfano temblor.

Ya sabemos ser libres como la ley por dentro.

En vilo los misterios saludan tu partida.

Es la germinación del tiempo largo.

Nos reuniremos en la esmeralda

En el remolino de los días, es bueno saber

que nos reuniremos. En la quieta hondonada,

en la playa, en la estrella. Y podremos volver.

Aunque más bien no cese nuestro encuentro.

Fulgen más los días mientras más se oscurecen,

El oro sin tiempo acaricia el lila de la noche.

Tal parece que siempre estás llegando.

 

FINA: LA ÚLTIMA ORIGENISTA

Norge Espinosa Mendoza*

Cada vez que Bladimir Zamora perdía su ejemplar de Visitaciones, me encomendaba buscarle uno, y allá iba yo, hasta conseguirle otro, porque sabía cuánto veneraba esos poemas de Fina García-Marruz. Acaba de morir la última origenista, y es un golpe duro para las letras cubanas. Con su voz y su figura menuda, escribió algunas de las mejores páginas de su generación. Ella sabía de lo inefable, y aunque esperase siempre a que su esposo, Cintio Vitier, hablara, conseguía en no pocas ocasiones dejarnos las palabras más inquietantes de algunos encuentros. Entendió a Martí como pocos, y dejó un ensayo sobre el Dador de Lezama que en sí mismo es una lectura autónoma de otro libro desafiante. Cuando Cintio murió, muchos pensamos que no lo sobreviviría. Y sin embargo, pervivió hasta hoy. Como representante de un mundo que creyó en la Poesía como salvación, aferrada a un credo en el que llegó a no distinguir entre la Fe y la Palabra. Será este el tiempo de leerla más allá de esas imágenes, como a una poeta a la que solo empezamos en cierto modo a distinguir. Con ella se cierra una página. Y sobre esa superficie aparentemente en blanco podremos dibujar, como Fidelio Ponce al hacer su retrato, el que a partir de ahora procuraremos sus lectores.

NO DEBO OLVIDAR QUE EL VIENTO SOPLABA CON IMPACIENCIA Y FURIA

No debo olvidar que el viento soplaba con

(impaciencia y furia

sobre las persianas, estremeciendo los huesos, los

(cimientos de la imposible paz,

y que no hubo tiempo, ya no había tiempo para

(ganar alguna gracia

no debo olvidar que una vez pudiste desoír todas

(las súplicas,

y que puede volver a resquebrajarse la confianza

(que aseguraban

los días radiantes en su firmeza,

y todo incierto, caer en tu silencio sin fin, que otras

(veces has abierto la tierra a nuestros pies,

otras veces has hecho llover fuego y no ha habido

(piedad ni aún

para los inocentes niños,

recuerda la conversación infernal trocando la cara

(de los amigos,

recuerda el viento en las ventanas,

y que estábamos expuestos y miserables y desnudos para ti que

solo alientas en el secreto

descerrajados, vaciados, echados al revés,

las persianas pintadas de amarillo en el buen

(tiempo,

la lechada en las paredes, las telas, las porcelanas

(del adorno,

la mano que se extiende a la visita y asegura que (todo está bien,

la estimación velada en el rostro del que nos ha

(sido presentado,

la cálida luz de la lámpara, los inteligentes diálogos,

nada decían al viento de la ira, a la dureza del amor (mil veces defraudada.

Tiembla si el ciervo muestra su ojo fijo de regreso

(del bosque

en que fue herido,

tiembla si ya no dobla la frágil pata lastimada,

una vez más y siempre y todo igual que en el

(principio,

la pareja que huye avergonzada, el viejo amor, la

(vieja cólera,

toda nuestra edificación sobre las aguas,

no olvide yo el bajón de la luz sacra, la costumbre

(extrañándonos

los huesos, el viento de la ira,

y que ya no había tiempo, ni hijos, ni piedad, oh

(casa amenazada.

FINA GARCÍA-MARRUZ

 

 

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