EDITORIAL: Un cuatrienio para recordar

 

La experiencia colonial de Puerto Rico bajo los gobiernos de España y Estados Unidos ha registrado momentos y épocas muy dolorosos que han causado una enorme conmoción en la consciencia colectiva de nuestro pueblo. La crueldad, los maltratos y el desprecio manifiesto del gobierno absolutista español hacia la vida de la gente en sus colonias de América fueron principales factores precipitantes del derrumbe del imperio español. Bajo el dominio de Estados Unidos, la saga colonial comenzó en 1898 y continúa hasta hoy, y se ha desarrollado principalmente frente a un enorme muro de desconocimiento, incomprensión e indiferencia por parte del poderoso imperio estadounidense hacia los asuntos y la gente en su principal colonia. Para ellos, hemos sido y seguimos siendo un pedazo apreciable de “real estate” en El Caribe, al servicio y capricho de sus cambiantes intereses geopolíticos, militares y económicos, según sea la prioridad imperial en diferentes momentos.

Desde mediados del siglo XX, cuando la presión internacional y la defensa de los intereses de Estados Unidos dictaron la necesidad de crear una ilusión de gobierno propio en Puerto Rico, el pueblo puertorriqueño ha votado cada cuatro años para elegir a los administradores de turno de la colonia. Desde el 1952 hasta el 1968, el dominio electoral casi absoluto estuvo en manos del autonomista Partido Popular Democrático (PPD), creadores del llamado Estado Libre Asociado, que en aquel entonces ganaba las elecciones por mayorías abrumadoras. Desde el 1968 hasta hoy, el poder colonial ha sido compartido, en alternancia periódica, entre el PPD y el Partido Nuevo Progresista (PNP), de ideología anexionista.

Durante los últimos veinte años, y coincidiendo con el declive social y económico de Puerto Rico y la crisis de la quiebra fiscal y económica, la alternancia entre el PPD y el PNP ha sido como un juego de sillas. Se intercambian y desgastan unos y otros en el gobierno de la colonia. Esto ha tenido un impacto negativo severo en la calidad del servicio público, y en la moral y la ética de sus funcionarios. Ambos partidos han dejado de representar los mejores intereses del pueblo que los elige y se han tornado en quincallas de puestos y prebendas políticas para correligionarios, amigos, parientes y dolientes.

Las elecciones generales del próximo 3 de noviembre de 2020 pondrán fin al más reciente de los cuatrienios inservibles que ha vivido Puerto Rico durante estas primeras dos décadas del siglo veintiuno. Este ha sido un cuatrienio para recordar, no solo porque deja evidenciada la disfunción gubernamental y el colapso de la gestión pública en su más profunda dimensión, sino también por demostrar el cinismo, la ambición, la ventajería, el nepotismo y el carrerismo que se asientan en las más altas esferas del gobierno del país. Este cuatrienio de gobierno del PNP ha magnificado la decadencia de la política colonial en Puerto Rico.

La elección de Ricardo Rosselló como gobernador en 2016 fue un error colosal que nuestro pueblo ha tenido que pagar con creces.  No solo por el daño ocasionado por el gobernante y su improvisada y errática agenda de gobierno al servicio de sus estrechos intereses ideológicos, sino por el trauma que representó su salida forzada cuando nuestro pueblo se dio cuenta de que había sido burlado, y que Rosselló y su camarilla eran seres despreciables y no se merecían la confianza que el pueblo les depositó. Sobre todo, el escándalo dolió porque se acababa de pasar por el peor desastre en un siglo, el huracán María, cuya estela nefasta de destrucción y muerte nos afectó profundamente, y aún nos quedaba por delante la tarea de reconstrucción física y social de mayor envergadura en nuestra historia moderna.

Tras la renuncia de Rosselló, estaban en turno otros mercaderes. Mediante una triquiñuela legal, Pedro Pierluisi-  el mismo que hoy quiere ser gobernador y que fue validado por el PNP como su candidato para estas próximas elecciones generales-  se autoproclamó Gobernador sustituto, y ocupó la posición y se instaló en La Fortaleza ilegalmente por cinco días, hasta que la intervención del Tribunal Supremo de Puerto Rico lo obligó a desistir. Constitucionalmente, el turno entonces le tocó a la Secretaria de Justicia, quien se convirtió en la gobernadora Wanda Vázquez por el resto del cuatrienio. Ante los ojos del país queda para la historia, el récord fallido de su breve gestión gubernamental- una de las más incompetentes de que se tenga memoria- así como de su fracasada campaña política para la gobernación. Mientras, nuestro pueblo aún sigue enfrentando las secuelas de los terremotos en el suroeste de Puerto Rico y el ascenso vertiginoso en casos positivos y personas fallecidas por el COVID-19.

Las lecciones de la historia tienden a ser implacables. Y este próximo, 3 de noviembre, nuestro pueblo tiene ante sí una decisión electoral importante que tomar. El momento no está para ligerezas. Por eso, exhortamos a nuestros hermanos y hermanas puertorriqueños que han decidido ir a votar, a recordar y reflexionar sobre las duras lecciones de este cuatrienio horrible.

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