En deterioro acelerado la biblioteca Lázaro del recinto de Río Piedras

 

Especial para CLARIDAD

 

Entre la burocratización de los recursos, la austeridad creciente y los cambios demográficos en la comunidad estudiantil, las estructuras de la institución sufren de un deterioro.

 En los conductos del aire acondicionado de la Biblioteca José M. Lázaro, uno de los centros más acaudalados en información de Puerto Rico, el polvo filtrado está disperso por los plafones con huellas de por donde sopla el abanico. Por los pasillos de todo el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR), consignas de protesta como “Muerte a Netanyahu”, “Palestina y Puerto Rico serán libres” pintan paredes que, con un vistazo, evidencian un deterioro progresivo. A 120 años de su fundación, y a dos semanas de que termine el año académico, el descuido y las obras a mitad se propagan por el primer centro docente del país.

“Tú puedes ir, no te lo tengo ni que decir, puedes ir por ahí, ver espacios y preguntarte ‘Adiós, ¿pero y este espacio?, ¿Por qué está así?’ Y está así hace años. Ese es el caso de lo que se llama la Sala de Diversidad Funcional”, reveló la directora de la Sala de Colección y Referencias de la Biblioteca Lázaro, Sylvia Solá Fernández.

El espacio al que alude Solá Fernández, un centro de información desmantelado para una remoción de asbestos, tiene guindalejos de metal, cableado regado y la mayoría de sus losas arrancadas para el mantenimiento del espacio. “Entonces, después no tienen chavos para poner los pisos”, añadió Solá respecto a la sala, que lleva aproximadamente siete años clausurada.

De acuerdo con la docente, que lleva más de 20 años en Colección y Referencias, se trata de un problema de “priorización” en tiempos precarios. Por ejemplo, el tercer piso de la biblioteca, que albergó a la Escuela Graduada de Ciencias y Tecnologías de la Información (EGCTI), quedó desocupado cuando la EGCTI se fusionó con la Escuela de Comunicación Pública (COPU) en la nueva Facultad de Comunicación e Información.

“Ese espacio que quedó ahí y nosotros miramos con ojos golositos como que lo íbamos a recuperar, de pronto, la gente de DECODE (Departamento de Consejería para el Desarrollo Estudiantil) tenía, también, una situación insostenible en el edificio donde estaban, y se los habilitaron, entre comillas. Porque si les preguntas, también te hablarán de las coladeras y la humedad”, explicó Solá Fernández

El descuido está proliferado por los techos sin tablas de plafón, donde, en ocasiones, el agua cae como “río de agua viva”. La dejadez, huérfana de quien la corrija, tiene el taller de encuadernación y otras secciones del histórico edificio, construido en 1953, en aparente relego. Según Solá Fernández, la administración del recinto achaca el asunto, que lleva fraguando desde hace más de una década, a la situación presupuestaria de la universidad.

En 2013, el Comité de Salud y Seguridad Ocupacional del Edificio José M. Lázaro y del Sistema de Bibliotecas de la UPR catalogó al edificio como enfermo. La falta de control en la temperatura, que causa humedad y otros problemas de la planta física, data de hace más de diez años. De hecho, en algunas partes de la biblioteca universitaria hay pinturas enormes acomodadas en las esquinas, cuyos dueños no han reclamado en años.

“Ya no deben valer nada, o por el deterioro o porque no son originales”, bromeó Solá Fernández, quien recalcó que estas condiciones no son únicas del edificio Lázaro.

“[Si vas] a cualquiera de los otros edificios, todos vamos a estar quejosos. La verdad es que es cierto: ¿quién determina las prioridades? Yo sé que no somos nosotros. Nos hemos sentido un poco desatendidos”, aseveró la directora de la sala.

Además, la también senadora académica del recinto de Río Piedras reveló, a CLARIDAD, que no se asignan fondos para materiales, dada la situación presupuestaria. Por eso, Solá tiene que “mendigar” para adquirir el tóner de las impresoras.

Acomodos de necesidad

 Como parte de una serie de cambios propuestos, el recinto busca habilitar mobiliarios y salones de sonido en áreas de la biblioteca para que el estudiantado descanse, cargue sus dispositivos y estudie con sus propios materiales. De acuerdo con Solá, las 50 computadoras de la Lázaro —acomodadas antes de la pandemia— no son recursos de uso y costumbre entre el estudiantado pospandémico.

Fotos por: Adrián Rodríguez Alicea

“Hace diez años, estábamos muy emocionados por el centro de cómputos. Aquí venían muchos estudiantes con la necesidad de conseguir una conexión estable de Internet; desktops, no laptops. Esas computadoras tenían mucho uso […] pero después de la pandemia se asignaron tantas laptops, que tuvo un impacto casi inmediato en el uso de las computadora”, destacó la profesora Solá, quien afirma que ahora es más común ver estudiantes buscar conexión de Internet en lugar de un dispositivo.

Un problema importante que enfrenta la institución, de acuerdo con la profesora y directora de Colección y Referencias, es el vaivén de la energía eléctrica, tan necesaria para la preservación de los textos y recursos del edificio histórico.

A eso se añade el problema de la fumigación. “Hay que tener unas partidas de presupuesto asignadas para que, en momentos de emergencia, tengamos inmediatamente unos dineros para hacer asperjaciones”, dice Solá. Cada semestre, se aspira a que se realicen dos de estos rociamientos, contó Solá a CLARIDAD. En las postrimerías del año académico, la única que se ha hecho fue después del apagón de abril pasado.

La biblioteca ofrece servicios de lunes a jueves, hasta la medianoche. Según aprecia Solá, el estudiantado comienza a irse “a eso de las 8 de la noche”. Durante las noches, cuando la docencia, muchas veces, debe cobrar doble y no puede “mirar ni moscas”, Solá menciona la llegada, cada día, de varios deambulantes a las instalaciones. “No podemos negarles el servicio. La estructura invita a que entren y usen los baños, las fuentes”, destaca.

Cambio de mando en la presidencia del CGE

 El pasado 15 de abril, el expresidente del Consejo General de Estudiantes (CGE) del recinto, Miguel Marín Fuster, renunció al mando del cuerpo estudiantil. En una carta oficial, que divulgó el mismo día, sostuvo que la representación estudiantil enfrenta una situación que le “amenaza con desvanecerse poco a poco en la penumbra del olvido y la inacción”.

Marín Fuster también denunció que los cuerpos estudiantiles son “escenarios de luchas egoístas y desprovistas de propósito”. Aquí el enlace a Pulso Estudiantil, medio universitario que cubrió la renuncia: Renuncia presidente del Consejo General de Estudiantes de la UPR en Río Piedras (pulsoestudiantil.com).

Actualmente, Fabiola del Valle Marrero, quien ofreció entrevista a este medio tras el período de finales, ocupa la presidencia interina del CGE. A nivel docente, estudiantil y físico, y a diez días para el famoso “cierre del registrador”, el Recinto de Río Piedras hace, de tripas, descorazonados esfuerzos.

 

 

 

 

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