La Casa de los Contrafuertes: trama de la belleza

 

En Rojo

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Sé que uno no anda por la vida dándole valor simbólico a todas las cosas. Sin embargo, hay objetos y estructuras que te exigen una percepción más allá de la superficie. Así, por ejemplo, amo las ruinas. Como si en la arquitectura se creara un alma que pesara tanto que hace caer las cornisas. El árbol que crece en donde antes hubo un balcón o los helechos en las grietas. Un ruina es un balance precario. Como la vida. Pero entonces, a veces, se habitan las ruinas y se les va dando cariño y se transforman en una casa.

¿Tendría que hablar del valor simbólico de la casa? Digamos tres: símbolo de seguridad, protección y pertenencia. Eso es, para muchos artistas, La Casa de los Contrafuertes en el Viejo San Juan, a la que le dan vida Ana Rosa Rivera y Charles Juhasz . Desde la rehabilitación del espacio, con trabajo duro y constante este es un refugio seguro para el arte, la literatura y el diálogo.

Allí, por años se ha constituido una familia extensa que se reúne, se crea y recrea y comparte. Esta es una casa de comunidad. Cuando visito La Casa de los Contrafurtes siento que es un espacio de identidad y sentido de pertenencia, precisamente por la comunidad que se forja con la estabilidad y dinamismo de la variada actividad cultural que allí se lleva a cabo.

Además, habitada y hermoseada por artistas (Rivera y Juhasz) se puede uno activar y descansar, relajarse y ser uno mismo. Pintura, fotografía, danza, música, performance, entrevistas, homenajes, presentaciones de libros, congresos de literatura, seminarios, talleres, diálogos, fiesta, ágape, exhibiciones, esa es la vida que se respira, el aire que refresca en esa Casa de los Contrafuertes.

Hace una semana estuve en dos exposiciones simultáneas allí. La primera, José Morales. Instalación y dibujos. Llama la atención que la instalación de la primera sala es creada a partir de la acumulación de cientos de carritos plegables desechados, recolectados por Morales. De camino hacia su taller en la 106 en el Barrio (NY) el artista le da otro significado y valor a objetos desechados o encontrados para crear obras de arte. Los materiales se transforman en una pieza de arte provocativa, cuestionando el concepto tradicional de belleza y valor artístico. Si queremos -yo quise- podemos darle una dimensión crítica y social, al presentarnos de manera abrumadora el detritus del consumismo, lo cual nos hace reflexionar sobre la sostenibilidad de esa máquina de producción de desechos que es el capitalismo hoy.

Pienso no sólo en el recogido sino en la disciplina y rigor para desarmar, reorganizar piezas y volver a ensamblar en función de crear la obra. Y en como se vuelve a hacer ese proceso para trasladarla del Barrio a San Juan.

El propio Charles Juhasz, anfitrión de la Casa, nos ha dicho: “José reutilizó todo el material para hacer las tres obras que componen la instalación ubicada en la sala de entrada de los contrafuertes. Una plataforma sobre ruedas que carga una torre de carritos plegables desechados, amarrados a presión con cinchos industriales sobre las estibas de sus ruedas. Junto a este carruaje, dos murales en relieve elaborados con el resto de los herrajes de los carritos plegables. Las tres obras que componen la instalación Barrio Express, esbozan desde el primer encuentro una representación paradójica de la cotidianidad urbana y el ingenio necesario para sobrellevar las dificultades, en ciudades siniestras como Nueva York, animando reflexiones sobre ls fenómenos de movilidad, autonomía, desapego, basura, anonimato, y lo multitudinario de una ciudad que en ocasiones puede ser tanto tierna como boricua”.

En la sala contigua hay seis obras al óleo sobre papel junto a dos polípticos trazados sobre mylar. Allí se refleja otra vez el rigor del oficio artístico y la mirada oscura, paradójicamente humorística de la cotidianidad citadina.

Por otro lado, en el primer piso, se muestra la colectiva La trama, compuesta por Ivelisse Jiménez, Ana Rosa Rivera y Kristine Serviá.

Para quien escribe, La trama, es la estructura narrativa de una historia, que describe la secuencia de eventos y acciones que ocurren a lo largo de la historia. Y yo me encuentro tratando de hacer precisamente eso, establecer mi propia secuencia a través de los materiales dados. Lo mejor es que ha cada paso entre la obra de Jiménez, Rivera y Serviá reinicio , reconstruyo el desarrollo y renuevo el desenlace de la “historia”. Me propongo los giros argumentales y hasta resoluciones que se presentan.

Pero es con el trabajo de Ana Rosa Rivera que recupero la metáfora de la costura y el tejido como el conjunto de hilos que se tejen horizontalmente a través de los hilos verticales llamados urdimbre. Estos hilos de trama se entrelazan con la urdimbre. Me deleito con eso.

Veo en las proporciones soporte y estructura, colores y espesores que se me hacen inesperados. , dependiendo del tipo de tela que se esté creando.

Jiménez tiene una larga trayectoria desde su primera exhibición individual en el ICP (1996). Su obra ha sido exhibida desde Dinamarca a España pasando por New York y el espacio de La Casa. Sus instalaciones, ensamblajes y medios mixtos, se logran a través de materiales que sirven de lentes de difuminación de luz y color obligándonos a la mirada más detenida y a descubrir un lenguaje artístico que pone en juego nuestro modo tradicional de percepción.

Serviá -en su trama- propone- progresiones secuenciales que aunque visuales se me hicieron patrones de acompañamiento musical. Yo vi y escuché flechas descendientes, escalas. Me llevó a pensar en Las ciudades invisibles de Italo Calvino, con la abstracción geométrica convertida a mis ojos en arquitectura flotante. Y esa capacidad de abrir las puestas de la ensoñación siempre se agradece.

Dejo a los críticos de arte los comentarios más sesudos. Desde el corazón, estas palabras son solo mi saludo entusiasta a otra casa abierta en este espacio y mi agradecimiento a Ana Rosa Rivera, Ivelisse Jiménez, Kristine Serviá y José Morales por esta trama de belleza.

Morales

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