Entrevista a Rafael Cancel MirandaA cuarenta años del regreso

Por Cándida Cotto y Giancarlo Vázquez López/CLARIDAD

A 65 años del ataque al Congreso de Estados Unidos por el Comando Nacionalista, integrado por los puertorriqueños Lolita Lebrón, Irvin Flores, Andrés Figueroa Cordero y Rafael Cancel Miranda, este último es el único que sobrevive.

El ataque al Congreso, el primero de marzo de 1954 constituyó una segunda fase del movimiento libertador de la Insurrección Nacionalista de 1950 del Partido Nacionalista liderado por Don Pedro Albizu Campos. Ambas acciones estuvieron en el marco de los movimientos libertadores de otras colonias en el mundo, tras finalizada la Segunda Guerra Mundial. En el caso de Puerto Rico en particular, el ataque al Congreso de EE. UU. procuró llamar la atención internacional sobre el engaño de Estados Unidos ante las Naciones Unidas (ONU), de que con el “Estado Libre Asociado”, Puerto Rico había resuelto su estatus colonial.

¿Qué no se ha dicho sobre esta acción todavía? es la pregunta con la cual el equipo de CLARIDAD inicia la conversación con Cancel Miranda, sentados a la mesa de comedor de su hogar en Río Piedras. Con su actitud gentil, dispuesto siempre a contar anécdotas, lo mismo de sus 25 años en prisión como de su infancia, y en ocasiones hasta de episodios no conocidos del nacionalismo, después de un breve silencio sonríe y admite que está tratando de pensar porque se ha dicho bastante. Menciona que hay conjeturas de que también había otro grupo, pero da a entender que él no conoce sobre eso.

De lo que sí dice que puede hablar de manera oficial es del momento en que a él se le reclutó. Había regresado a Puerto Rico de Cuba, luego de que Batista lo deportara en agosto de 1952. Ya había estado preso dos años en Tallahassee, en la Florida, por negarse a inscribirse en el servicio militar. Ese primer arresto fue para los años 1948 a 1949, cuando cursaba la escuela superior en la Ramón Baldorioty de Castro, en Santurce. Estudiaba ahí porque ya lo habían botado de las escuelas en Mayagüez, dice él mismo.

Como de todas maneras el FBI insistía encarcelarlo, cuando regresó de Cuba vuelven y lo arrestan por negarse a servir en el servicio militar durante la guerra de Corea, y esta vez lo encierran en la cárcel La Princesa. Fue ahí donde vio al maestro Albizu por última vez.

“Miré la galera y veo a los nacionalistas ensardinaos. Dije: ‘Esta no es la pelea…’ Empecé a crear problemas y no me aceptaron”, describe sobre cómo hizo para que lo dejaran en libertad en esta ocasión y no siguieran insistiendo en su reclutamiento. Se va entonces a Nueva York para hablar con el licenciado Julio Pinto Gandía, que era a quien conocía y en quien confiaba. Aclara que no era que desconfiara de los demás compañeros nacionalistas, sino que conocía a Pinto Gandía desde niño.

“Le explico la situación: que yo iba a estar en Nueva York un tiempito, pero que regresaba a Puerto Rico para unas encomiendas”. Esta vez Cancel Miranda no nos dice cuáles eran esas encomiendas.

Así que se establece en Brooklyn y participa en la Junta Nacionalista. Ya establecido, en una ocasión se le aparece el licenciado Pinto Gandía con Lolita Lebrón a su casa y le dice que quiere hablar con él a solas. “Pero va con Lolita. Ella se queda en una parte de la sala y él y yo nos vamos a un rincón. Yo tenía 23 años, parecía estudiante. La cosa es que me pregunta (Lolita y yo nunca hablamos) que si yo estaba dispuesto a ir a Washington para averiguar cómo se llega al Capitolio. Si me lo pregunta otro le digo vete a nadar al río, pero me lo está preguntando un hombre que yo conocía desde niño, y le digo que sí”.

Su preparación para ir a Washington fue ponerse una chalina y un gabán e ir como estudiante. Ni siquiera preguntó en el camino, por no llamar la atención. “Llego, entro, me siento donde varios días después nos sentamos los cuatro. Pero al regresar a Nueva York tengo otra conversación igual con Pinto”. El asunto de que hablaron fue que Pinto Gandía le dice que ya no había grupo para lo planificado. Aunque indicó en que él nunca preguntó quiénes eran el grupo, su reacción fue: “Bueno, pues vamos a formar uno”.

Cancel Miranda nos justifica su selección: “Irvin participó en la revolución nacionalista, cogió su tirito, tuvimos un programa de radio en Mayagüez, que después lo tuvo Mari Brás, y Andrecito, que ya nos habíamos hecho amigos. Les dije: “Tenemos una encomienda”. Aceptan. Vamos a la estación de trenes”.

Una vez acordado día, hora y lugar para encontrarse en la estación de trenes, el licenciado acude acompañado de Lolita Lebrón. “Ahí es que, para mí, veo que Lolita está en el grupo. Yo sabía que ella sabía, porque andaba con Pinto. Nos abrazamos”. Así se despiden y acuerdan que Pinto Gandía se encargue de la prensa.

Del viaje, narra que él llevaba su arma y la de Lolita y que cuando se le sentaba un gringo al lado creía que era un FBI.

El ataque

“Allí, en Washington, caminamos hasta llegar al Capitolio. A Lolita siempre la recuerdo subiendo esas escaleras… Segura de sí misma”.

Una vez entran al Capitolio: “Estoy disparando. Cuando estoy echando el otro peine, que veo que me están disparando, siento que me agarran. Miro y no veo ni a Lolita, ni a Irvin, ni a Andresito. A Irvin se le trancó la pistola. Estaba acostumbrado a tira y vámonos. Hicimos lo que hicimos. Cuando salgo, veo a Andresito. Creo que lo han matado y le digo mentalmente: ‘Cumpliste, varón’. Veo a Lolita, que la tienen los orangutanes agarrá, y no veo a Irvin. Se le trancó la pistola y se fue caminando. Como era medio rubio… Y la Policía venía subiendo los escalones pistolas en mano, pero creían que Irvin era un gringo. Lo traen después”, narra en su tono fogoso y gesticulando con sus manos. Se refiere al temple de Irvin Flores, quien tras disparar y que se le trancara el arma, salió del Capitolio, siendo arrestado unos minutos más tarde. Los guardias se percatan de él porque se le cayó la pistola en la acera.

Los cuentos del héroe independentista sobre la gesta del grupo no acaban ahí. Uno de esos que dice que le gusta contar es sobre Andresito: “Era el más humilde. Lo veo en el piso. No pudo disparar y se fue puño a puño. Después nos dijo: “La madre de ustedes que diga que no tiré un tiro”.

Hasta del interrogatorio al cual fueron sometidos después del arresto tiene anécdotas: “Nos metían a los cuatro en un cuarto para que identificáramos gente y nosotros decidimos no identificar ni a la abuela: no conocíamos a nadie. En una ocasión dice uno de los agentes: “Si ustedes no cooperan les garantizamos la silla eléctrica, y no estoy exagerando en esto, les garantizamos la silla eléctrica”. Entonces, Andresito levanta la mano: ‘Mi want favor’. No sabía mucho inglés. La cosa es que el agente cree que ya tiene a uno de nosotros que va a delatar hasta las pulgas de la casa y le pregunta: ‘Yes, Mr. Cordero, ¿qué podemos hacer por usted?, porque no queremos hacerle daño’. Entonces Andresito responde: ‘Mi first electric chair’. ¡No nos trajeron más fotos, nos dejaron quietos en la galera!”

Los héroes nacionalistas enfrentaron un primer juicio en Washington, D.C., en el cual sentencian a Lolita a 50 años por asalto a mano armada y a los varones a 75 años (50 por mano armada y 25 por intento de asesinato). Luego los trasladan a Nueva York para un segundo juicio por conspiración sediciosa, en el que le suman seis años a las sentencias.

El regreso a la Patria

En septiembre de este año se cumplieron 40 años del regreso de los héroes nacionalistas a su patria, después de haber cumplido 25 años de cárcel. Sobre la excarcelación recojo las palabras de Cancel Miranda en su libro; Sembrando Patria y Verdades (1998): “Gracias a ustedes, salimos victoriosos, pues les impusimos condiciones a los carceleros y no ellos a nosotros. Entramos de pie y salimos de pie”.

Cuarenta años más tarde, cuando le preguntamos qué recuerda de esa salida, todavía se conmueve: “No tengo que recordarlo… si es una sensación… porque había tantos boricuas, me sentía bien. Mi pueblo está vivo. Estaban con banderas boricuas y exprese algo así. Mi pueblo está vivo me siento bien”.

“Lo que no puede haber en un combatiente revolucionario o revolucionaria es la frustración”

Antes del ataque al Congreso, don Rafael Cancel Miranda vivió 14 meses en Nueva York. Pero esa no era su primera vez allí. A mediados de la década del 40, cuando todavía era un adolescente, su papá quiso que fuera a ver una novia que estudiaba en Manhattan y le pagó el pasaje. Esa fue su primera vez en Nueva York, poco antes ser arrestado en 1949 por negarse a prestar servicio militar.

Estuvo en una prisión en Tallahassee hasta 1951. Hizo dos años y un día. Cuando regresó a Puerto Rico, luego de ser deportado de Cuba por Fulgencio Batista, fue arrestado nuevamente y encerrado en La Princesa en donde vio a don Pedro Albizu Campos por última vez. Sin embargo, no estuvo por mucho en la antigua prisión.

Regresó a Nueva York para hablar con el abogado Julio Pinto Gandía, a quien conoció de niño. Le explicó que su intención era estar solo por un tiempo y que eventualmente regresaría a Puerto Rico para unas encomiendas. Mientras tanto, vivió en Brooklyn en donde participó en la Junta Nacionalista. El presidente del Partido Nacionalista en N.Y. en esos momentos era Francisco Ortiz Medina, Panchito.

En ese período de 14 meses antes del ataque al Congreso, Cancel Miranda, trabajó en una zapatería llamada Edwards Custom Shoes. La tienda estaba en la Quinta Avenida. Era una época difícil, sobre todo para un joven nacionalista. Recuerda que lo tenían visto: “Sabían dónde yo estaba porque llamaron al trabajo”. Preguntaban por él y por Reynaldo Trillas Martínez, quien había participado en la Revolución del 50 y estuvo preso en Tallahassee la primera vez que Cancel Miranda estuvo allí.

Don Rafael nos relató que en una ocasión vino un joven gringo y comenzó a discutir con uno de los dueños de la zapatería. Él lo invitó a pelear afuera de la tienda y “…el gringo se echó para atrás”. Tras el ataque, los hermanos dueños de Edward Custom Shoes declararon a la prensa que si Cancel Miranda salía de la cárcel tendría trabajo en la tienda. Hoy piensa que las expresiones hechas a la prensa por los dueños de la zapatería fueron en muestra de agradecimiento.

Este agradecimiento se multiplica y se extiende hasta el presente. Cuando don Rafa sale a la calle, la gente lo saluda y quiere tomarse una foto con él. Le preguntamos cómo se siente con eso.

“Para mí es un reconocimiento tan grande como la medalla que recibí en Cuba. El abrazo de cada uno y todas las cosas que me dicen demuestra que ellos entienden el porqué del primero de marzo de 1954. Viejos y jóvenes ven el significado de los actos. Expresiones de cariño que muchas veces yo no sé ni que decir. Para mí eso es una responsabilidad más responsable que actuar. Me dan el agradecimiento, no hablo de uno o dos –yo quisiera que Andresito e Irvin pasaran por ese momento–, centenares de personas donde quiera que vamos”.

¿Qué le parece la lucha independentista en la actualidad?

“Hay independentistas que no están identificados. En todos los países hay que bregar con las circunstancias. Uno quisiera entender el porqué la lucha está donde está, pero lo principal es continuar la lucha desde donde sea. En todos los países del mundo siempre ha sido la minoría, incluyendo a EE. UU., la que se ha decidido a luchar contra el poder colonial. Siempre se ha dividido en tres, y Puerto Rico no es la excepción: el que entrega la patria, que es el anexionista; el que lucha por la independencia, que es tener poderes para controlar nuestro destino y la patria, y los del medio, que siempre están entre Dios y el Diablo, los estadolibristas”.

En consecuencia, a esta pregunta manifestó que la experiencia de este verano de 2019 demostró que hay la oportunidad de que el pueblo se junte. Con las protestas la gente se ha dado cuenta de que esto [la situación política del país] no es lo mejor para ellos: “De ahí sale que lo mejor de ser libre, ser dueño de su destino o de lo contrario ser un esclavo”.

Don Rafa se mantiene activo en las redes. No se resiste a la tecnología. A su última publicación en Facebook le respondieron 15 mil lectores.

“Hay que usar la tecnología, aprender lo más que se pueda, porque el enemigo usa esa arma. Se deben usar todos los medios, lo nuevo y lo viejo. El enemigo usa la tecnología contra Cuba, Venezuela: la guerra tecnológica. Hay que conocer cómo están las situaciones y ver qué puede hacer uno, porque se puede”, opinó.

“Lo que no puede haber en un combatiente revolucionario o revolucionaria es la frustración. Cuando se tiene orgullo, cuando se tiene dignidad, no hay poderes en el mundo que te puedan humillar. Va a haber puertorriqueños en lucha siempre. La lucha puede cambiar de formas, pero la cosa es luchar porque hay puertorriqueños que hasta desconocemos que están dispuestos a la pelea”, añadió. Contó que una vez se le acercó un joven y le dijo: “Yo sé quién es usted yo estoy aquí pa’ lo que sea”

Su padre y Albizu fueron su inspiración. Tenía siete años cuando comenzó a formar su conciencia política. En primer grado se negó a jurar la bandera. Sus padres estuvieron en la Masacre de Ponce. Le impactó verlos regresar con las ropas empapadas de sangre. Cuando quiso hacer tiempo de cárcel por su padre, este le dijo: “Cada hombre responde por sus gestiones y hace su propio tiempo”.

En su faceta de escritor, Don Rafael ha publicado 8 libros. El próximo está por salir. “Se escriben solos”, dice. “A través del tiempo, mentalmente, cuando se está en silencio. En la cárcel se escribe mucho”.

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